En la mitología griega, la Hidra de Lerna era
un antiguo y despiadado monstruo acuático con forma de serpiente policéfala y
aliento venenoso a la que Heracles mató en el segundo de sus doce trabajos. La
Hidra poseía la virtud de regenerar dos cabezas por cada una que perdía o le
era amputada, y su guarida era el lago de Lerna en el golfo de la Argólida,
cerca de Nauplia. Si bien los arqueólogos han confirmado que este lugar sagrado
es anterior incluso a la ciudad micénica de Argos, pues Lerna fue el lugar del
mito de las Danaides, bajo sus aguas había una entrada al Inframundo que la
Hidra guardaba.
Este antiguo mito griego nos permite
descifrar la problemática que padecen los ciudadanos venezolanos desde que en
1999 asumiera la Presidencia de la República un militar golpista, enjuiciado,
condenado a la cárcel y luego sobreseído por el Presidente Rafael Caldera. El
mismo militar que como la Hidra de la leyenda, desarrolló cientos de cabezas
para su proyecto totalitario por cada una que le cortó la complaciente e
ineficaz justicia de aquella democracia congestionada de compromisos y de
crueles guerras intestinas en los partidos políticos, hoy casi todos
desaparecidos, que no supieron darle una lectura correcta al error histórico,
que como un Harakiri político, el pueblo de Venezuela cometía contra sí mismo
al elegirle como Presidente.
Fueron muy pocas, aunque muy valederas, las
voces que alertaron a los venezolanos de las amenazas que se cernían sobre la
República. Una de ellas, la de Jorge Olavarría, político, abogado, periodista e
historiador venezolano quien en un discurso profético el 5 de julio de 1999
desde el Congreso de la República criticó duramente la nueva constitución
promovida por Chávez, alegando que la alta abstención en los diversos
referéndums ilegitimaba la aprobación de una nueva constitución.
Ese fue el comienzo de la debacle
institucional de Venezuela y el nacimiento de la Hidra socialista. Luego de 15
años siguiendo las directrices que los hermanos Castro Ruz envían desde La
Habana, el régimen de Caracas logró consolidar un proyecto de país, si bien a
contrapelo de las verdaderas aspiraciones de los ciudadanos venezolanos,
apoyado en una descomunal petrochequera con la que se pudo tapar el inmenso
desfalco económico, político y moral que minó las bases institucionales de la
República.
La orgía duró hasta que el caudillo claudicó.
Muerto Chávez y reducida la petrochequera de PDVSA, el heredero del caudillo no
le queda otra opción que atornillar los personeros ‘rojitos’ en los otros
Poderes del Estado para usurpar la Presidencia de la República, cargo que no
ganó pero que el CNE le asignó ganador con menos de 180.000 votos, sin tomar en
cuenta que existían (y existen aún) más de dos millones de ‘votos fantasmas’, y
entre esa ‘masa crítica’ de votos amarrados para el régimen están las personas
que poseen hasta 10 documentos de identidad
que les permite votar diez veces, y miles de extranjeros ilegalmente
habilitados para votar, tan ilegales como el mismísimo Nicolás Maduro para ser
Presidente Constitucional de la República, pues nunca demostró haber cumplido
con el principal requisito para optar a la Presidencia: ser venezolano por
nacimiento y no poseer otra nacionalidad que lo ate a país o potencia
extranjera.
El fraude electoral que se cometió en abril
del 2013, sumado al descalabro de las desacertadas políticas económicas (que
desbarataron el aparato productivo del país) y al colapso de la industria
petrolera, han colocado a Venezuela al borde de una confrontación civil. Una
confrontación que el régimen ha manejado con infinita torpeza, al punto que
desde el pasado 12 de febrero el país se encuentra paralizado. Los estudiantes
lo han hecho posible y el régimen, en su habitual torpeza, los ha enfrentado, a
ellos y a los ciudadanos que se han lanzado a la calle, emulando una Primavera
tropical que a la fecha de este reporte posee un lamentable saldo de 45
víctimas fatales, cientos de heridos y un país paralizado por la proliferación
de protestas callejeras que han levantado barricadas y han provocado que el
Parlamento Europeo produzca la primera condena internacional al régimen
totalitario del señor Maduro.
Pero los estudiantes venezolanos han copiado
la habilidad de Yolao, el sobrino de Hércules, que con una tela ardiendo
cauterizó cada cuello que el héroe cortaba de la Hidra, evitando así que se
reprodujera. Los estudiantes y los ciudadanos de calle, sin más liderazgo que
su entusiasmo y su valor, desdeñaron las marchas (que aún se suceden
coordinadas por los dirigentes políticos) y diseminaron la protesta por la
calles y avenidas del país, provocando un colapso que, por ahora, el gobierno
del señor Maduro acusa con la destemplanza clásica heredada de su mentor
Chávez, pero que con los días se le escapa de la mano, y el único recurso que
le queda es la represión brutal, violando todo lo que el Estatuto de Roma dice
que no se debe hacer.
Los días por venir serán claves. El señor
Maduro ha extendido las festividades del Carnaval, apostándole al carácter
distendido y fiestero del venezolano, pero en la calle y en las redes sociales
hay reacciones que proponen una profundización de las acciones callejeras y
desde hace unas horas el #NoHayCarnavalSinLibertad se ha convertido en ‘viral’.
El dios cronos tendrá la última palabra.
Andres Simon Moreno Arreche
andresmorenoarreche@gmail.com
@Escribo_y_Leo
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