Este es el título de un interesante trabajo
de F.A. Hayek, donde da cuenta de esta extraña especie; al principio de su lectura,
me chocó el concepto que empleó para describir nuestro gremio de intelectuales,
el de: “negociantes de información de segunda mano”, al principio me sentí como
un vendedor de alfombres usadas, pero, luego de terminar la lectura, caí en
cuenta de que se trataba de una de las más atinadas descripciones de nuestra
actividad.
Para Hayek, el intelectual no es un
científico, ni un académico, es decir, no es un especialista, es el
intermediario entre éstos y las masas, se trata de una persona que entiende
poco de mucho, dice Hayek: “El intelectual típico no necesita poseer
conocimientos en particular, ni siquiera necesita ser inteligente para realizar
su rol de intermediario en la diseminación de las ideas. Lo que lo califica
para su trabajo es el amplio margen de temas de los que puede hablar o
escribir, y estar en una posición o tener hábitos por medio de los cuales se
entera primero de nuevas ideas antes que su público”.
Se trata de una concepción muy diferente, por
ejemplo, a la del crítico social y filósofo norteamericano Noam Chomsky, para
quien la carga moral es lo principal en un intelectual, tal como lo refiere su
consigna: “la responsabilidad de los intelectuales consiste en decir la verdad
y revelar el engaño”.
Para el economista y filósofo austríaco, el
verdadero poder de los intelectuales no está en el corto plazo, nuestras
opiniones tardan en llegar y posicionarse entre el público, pero todos los
estudios en que basó su investigación indican, fehacientemente, que los
intelectuales manejamos un poder real, que no es otro que formar la opinión
pública de las grandes mayorías.
En los trabajos que examinó Hayek sobre el
desarrollo del socialismo tanto en Alemania, Inglaterra, Francia, como en los
EEUU, la evidencia es contundente, esta élite de intelectuales fueron los que
iniciaron el movimiento de opinión a favor de los socialistas, y a la vuelta de
varios años este conocimiento llegó a las masas, donde prendió entre los
trabajadores.
Este camino es fácilmente observable en el
caso de Venezuela, fue una labor constante
de promoción de las ideas socialistas por parte de muchos escritores,
cineastas, gente del teatro, locutores, analistas políticos, artistas y
personalidades en el mundo de la comunicaciones, quienes difundieron, a partir
de los años sesenta, los valores de la violencia social, el odio de clases, la
sublimación del guerrillero y del revolucionario como íconos ejemplares, el
desprecio por los valores espirituales, el descrédito de una vida de trabajo a
favor del delincuente, la burla a la familia y la religión, la campaña de
desprecio a la clase empresarial… esa tendencia a favor del socialismo tardó
varios años en hacerse patente dentro de las clases populares; cuando llegó su
momento, las masas estaban listas para elegir como presidente a un golpista, su
candidato salió de la cárcel donde purgaba condena por hechos violentos y,
luego de una campaña electoral, coronó con la más alta magistratura del país,
apoyado casi unánimemente por todos los sectores.
¿Por qué, se pregunta Hayek, el éxito del
socialismo en la opinión pública mundial? Varias son las razones que alega,
entre ellas, el socialismo entendió la importancia de los intelectuales y los
cortejaba (el caso de la Cuba de Fidel es un claro ejemplo); las ideas del
socialismo, basadas en una utopía, invitaban a la especulación y a la crítica
gratuita contra los valores establecidos en la sociedad; su falta de rigor
hacía atractivas estas ideas proyectadas a futuro, el socialismo ofrecía un
paraíso en la tierra sin discutir el cómo se iba a llegar a él, se vendió como
una ideología progresista y que venía de hombres de buena voluntad; la
propaganda insistió en su carácter científico y en los sólidos conceptos como
los del materialismo histórico, la plus valía, y la misma dialéctica marxista,
,que le daban ese toque de “profundidad” que satisfacía a los más cultos.
Pero Hayek dice algo verdaderamente
preocupante con respecto a los intelectuales, cuando éstos están a la “pesca”
de ideas novedosas, de tendencias, de nuevos conocimientos, para trasmitirlos a
su público, por lo general no analizan mucho las sustancia de sus hallazgos,
basta con que estén conformes con su propia visión del mundo, con su opinión,
para hacerlos parte de su arsenal ideológico y lo transmitan, sin darle muchas
vueltas al asunto, muchas veces contribuyendo, sin darse cuenta, a causar un
daño mayor en el muro de convicciones de su país.
El autor le concede a los intelectuales la
presunción de buena fe; dice de ellos que la mayoría son honestos, puede que
algunos se dejen manipular por personas, organizaciones e intereses, pero eso
sucede hasta cierto punto, la mayoría de los intelectuales, a pesar de que se
ganan la vida produciendo opiniones para grandes medios de comunicación,
instituciones del gobierno o ONG’s, poseen, en el fondo, un núcleo central de
convicciones que son inalienables, aún en países como el nuestro, donde los
intelectuales acostumbran a organizarse en “grupos de opinión”, controlados por
personas y editores que intentan imponer una pauta en la opinión pública, a
favor de sus intereses, y hacen un frente colegiado, en el entendido de que
aumenta su prestigio, seguridad y poder.
En cuanto a la competencia entre un sistema
como el capitalista, que defiende y promueve las libertades, y uno como el
socialismo, que aboga por la sumisión del ciudadano ante el estado - dice Hayek
- el capitalismo tiene las de perder, ya que nadie defiende su libertad salvo
cuando está en peligro de perderla, no hay programas de difusión de los valores
democráticos sino cuando es ya muy tarde y las cadenas del totalitarismo son
impuestas a la fuerza; el socialismo, sin embargo, está en una búsqueda
permanente de adeptos, justificando sus carencias de racionalidad y humanismo,
con una perenne campaña de ofrecimientos a futuro.
Me atrevería a decir que, desafortunadamente,
hoy en día en Venezuela hay una ausencia absoluta de intelectuales de izquierda
(los que existen son muy malos, en exceso dogmáticos e ignorantes de las más
fundamentales nociones del socialismo, excepto por esas ideas harto primitivas
y confusas del Comandante supremo, Hugo Chávez), al punto que el gobierno ha
tenido que importarlos de otros países para que vengan a dictar cátedra y a
orientar a la masa; esos intelectuales mercenarios, vienen, exponen, cobran y regresan
a sus países, dejando a los jóvenes venezolanos más confundidos que como los
encontraron.
Pero sí hubo, hasta fecha reciente, una
intelectualidad criolla profundamente afectada por los idealismos del
socialismo y el pensamiento revolucionario comunista, que influyó con sus obras
y opiniones en el país nacional, que difundió el ideario de la esclavitud
revolucionaria a todo nivel, resultando, pocas décadas después, en que el
pueblo fuera conducido al matadero por una generación de hombres y mujeres que
creyeron en la siembra de esos antivalores, e hicieron un buen trabajo para
llevarnos hasta las puertas del mismisimo infierno.-
saulgodoy@gmail.com
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