Partiendo
del deseo de comentar brevemente el muy interesante artículo del politólogo
Yván Serra (“EL PUNTO MEDIO” en su blog periscopio2.wordpress.com), terminé
escribiendo estas reflexiones para cuya comprensión no es, estrictamente,
necesaria la lectura de la referencia, aunque desde luego les recomiendo que lo
hagan. El planteamiento central es si la acometida estratégica La Salida
impulsada por Leopoldo López, la diputada Maria Corina Machado y otras
personalidades de la oposición, tiene la fuerza suficiente como para lograr el
objetivo tácitamente definido en su denominación, es decir: la salida de este
gobierno mediante algún mecanismo previsto constitucionalmente, por ejemplo: la
renuncia, que es la opción de mi preferencia.
En
opinión de Serra: no la tiene. Para el momento en el cual escribo estas líneas,
puedo coincidir con su opinión si ella está referida a un lapso de tiempo breve
como el que muchos habitantes de este país quisiéramos. Refiriéndose el
precitado autor específicamente a Valencia: mientras en el norte –zona donde
habita la clase media- se respiraba el 12F un ambiente de alta conmoción
política, en el sur o en el municipio Los Guayos –zonas donde se ubican
mayormente barriadas populares- se respiraba un ambiente de total normalidad.
Más allá de esta observación puntual, Serra refuerza su tesis con un
interesante gráfico en el cual se muestra el perseverante déficit de votos
opositores en los municipios con menores ingresos per capita. “Mientras esta
realidad no cambie será difícil salir del Régimen por la vía electoral o por
otra vía” y acciones como La Salida, a la cual Serra le endilga un reducido
criterio estratégico, poco contribuyen en este sentido. Si esto fuese un
debate, tendría que sentirme severamente limitado por la fortaleza argumental
de mi adversario.
Pero
no voy a rebatir la validez de ese argumento, yo lo que simplemente creo es que
ante la pasividad de la MUD, más temprano que tarde actores políticos de la
oposición iban a emerger con una posición más protestaria y acorde con lo que
viene demandando la gravísima situación del país. Es decir: ya hay señales
evidentes que a la pobre Venezuela nos la están zumbando por un despeñadero y
lo contrario: que no existiera algún sector de la oposición que se envistiese
de ese sentir que los venezolanos no tenemos horchata circulando por nuestras
venas, es lo que habría lucido incomprensible y antinatural ante los ojos de
todo el mundo.
A
los fines de desarrollar mi tesis, me voy a permitir previamente dos breves
incisos. En primer lugar: no incluyo a Capriles en el señalamiento de la
pasividad porque él ya tomó, en su momento, una decisión que respeté aunque no
compartí y, como consecuencia de ella, tiene el nada fácil desafío de ejercer
la Gobernación de Mirada en las actuales circunstancias. Tal como previmos, no
está en capacidad de ejercer, simultáneamente, una activa y efectiva
coordinación de la política opositora como la que se requiere ante un régimen
como el que confrontamos. En segundo lugar: habida cuenta que en los espacios
de opinión, muchos le asignan a La Salida el carácter de ser una acción
política típica de clase media y muy similar a la del 2002, voy a permitirme
una licencia para redefinir esa clase media incluyendo a todas las familias que
dependan, económicamente, de personas adscritas a un ente público o privado
mediante una relación de trabajo formal, con prescindencia de que su nivel de
ingresos sea inferior a lo que los estándares tradicionales definen como clase
media.
Son,
precisamente, los miembros de esa clase media los que tienen mayor conciencia
del nivel de destrucción que este régimen le ha perpetrado al país. Saben lo
que está pasando con los medios de comunicación: ven y padecen cómo el Régimen
ha condenado a muerte a la prensa escrita; mientras tienen que acceder por las
redes sociales al video de los Tupamaros en Mérida atemorizando, impunemente, a
la población civil, porque si buscan enterarse a través de cualquier canal
televisivo se encontrarán con recetas de cómo hacer patacones a la maracucha o
huevo frito (me permito un plagio de mi admirado, ahora más, Chataing). Esa
clase media es la que sabe que las ensambladoras se van y que mejor cuida a su
carrito porque quizás sea ese el último que tenga por muchos años. Es la que
teme que algún miembro de la familia caiga en una enfermedad grave porque no
sabe si conseguirá los fármacos adecuados o, simplemente, la clínica privada
que presta mejor servicio a su seguro de hospitalización ya habrá quebrado. Es
la que siente una profunda tristeza, acompañada contradictoriamente de alegre
resignación, al ver que sus jóvenes hijos quieren abandonar el país porque éste
ya no les ofrece ningún futuro. Esa clase media sabe, perfectamente, que la
escasez se va a agudizar y, lo que más le preocupa, tiene conciencia que su
velocidad de empobrecimiento es cada vez más acelerada. Lo que posiblemente no
sepa es que ha comenzado a transitar por un período de empobrecimiento
exponencial (la velocidad de empobrecimiento es proporcional a la magnitud del
mismo) porque esta precisión entra en el reino de lo técnico, pero lo intuye
cuando monitorea, día a día, el valor del dólar paralelo y ve con él volar sus
esperanzas por una calidad de vida como la que tenía antes. Esa clase media
está arrecha, sin eufemismos, como lo expresa Serra en su excelente análisis
preliminar del problema, y ha esperado, con vehemencia, a que la oposición haga
algo. La inexistencia de una iniciativa que diera respuesta a esa esperanza,
sería un peligroso vacío que, como bien lo señala Axel Capriles en otro
excelente artículo “La Locura Colectiva”, nos empaquetaría a todos en ese
proceso en línea de la guerra psicológica que nos vienen aplicando: confusión-
decepción-frustración-adaptación. Eso es lo que quiere este régimen comunista:
que terminemos cansándonos porque ya no hay nada que hacer y adaptándonos a lo
inaceptable.
Es
en este escenario que Leopoldo y compañía insurgen y asumen el reto. En mi
opinión, han hecho lo acertado. ¿O es que acaso decenas de analistas del tema
político en este país –incluido- no veníamos hablando, desde hace meses, de la
necesidad de superar ese divorcio entre MUD y sociedad mediante la articulación
de sus demandas sociales con la plataforma de acción política? ¡Es lo que han
hecho! Además, mediante una propuesta pacífica, porque salir a la calle a
protestar contra las pésimas ejecutorias de este régimen es un derecho que
tenemos, que no podemos dejarnos quitar y que no tiene por qué implicar
violencia. Y este régimen, tan absurdamente pretencioso, tendría que ir
aprendiendo a convivir con la protesta social como el precio a pagar por su
estruendoso fracaso. Si el régimen prefiere salir con sus colectivos armados a
exacerbar la violencia; si dentro de la oposición hay compatriotas que ya no
quieren poner el otro cachete y caen en el juego de la violencia, éstos son
problemas que se escapan del control de quienes asumen la protesta como una
acción política indispensable en este momento y que, además, es perfectamente
normal y aceptable en todo el mundo democrático. Cada cual tendrá que asumir su
responsabilidad, pero ello no puede detenernos en nuestro accionar.
Potestar
no es un atajo, es un derecho y una necesidad en esta muy delicada etapa que
vive el país. Quizás, la denominación utilizada para la arremetida estratégica
"La Salida" sea un tanto agresiva, al insinuar un “¡Vete ya!” que no
es posible en el corto plazo que anhela la gran mayoría de la clase media.
Tiene Serra toda la razón al señalar el “hashtag” del
"#13FVnzlaEnlaCalleNicolás..." como políticamente inmaduro e
inconveniente en el contexto de un proceso que será, impredeciblemente,
complejo. Pero, por otra parte: ¿Por qué no interpretar “La Salida” como el
inicio de un proceso conducente a sentar las bases para que se produzca esa
salida en el tiempo que los hechos irán dictaminando? Ya no hay tiempo para
sentarse pasivamente a esperar. Todas las tendencias apuntan,
incontrovertiblemente, hacia el desastre y ninguna de las acciones anunciadas
por este gobierno las revierte, todo lo contrario: las agrava. De hecho, si
ellos fueran, en un mínimo grado, responsables renunciarían porque no creo que
no estén conscientes que han quebrado al país y lo han conducido hacia un
callejón económico sin salida. De esto, también comienza a tener conciencia esa
clase media a la que tanta referencia he hecho en este análisis. Si hay otro
sector de la sociedad que todavía se siente lo suficientemente cómodo como para
no motivarse a protestar, eso no excluye el derecho que tenemos nosotros para
hacerlo. Habrá que incluir dentro de La Salida programas dirigidos a hacerle
ver a ese otro sector la inminencia de una crisis que también los arrastrará a
ellos, como bien lo dice Serra en la parte final de su análisis. Es a la clase
media a quien le corresponde asumir el rol como generadora de la opinión
impulsora de los cambios que se requieren en el país. Es el rol que suele tener
y así se le reconoce en todos los países que funcionan democráticamente en el
planeta. Por esta razón es que, en ninguno de estos países, los gobiernos se
plantean gobernar a espaldas de la clase media, eso sólo ha sido posible aquí
porque contaban con un arsenal de recursos económicos que ya malbarataron.
Los
malbarataron y ahora las circunstancias económicas en las que se da este
proceso son radicalmente distintas, realidad ésta que no pareciera ser tomada
en cuenta por esos analistas políticos que insisten en calificar a “La Salida”
como una repetición de los errores del 2002. Ni la clase media se encuentra en
las mismas condiciones de desesperanza y entrampamiento, por lo tanto ya no es
la misma del 2002; ni tampoco el país cuenta con los mismos recursos para salir
del atolladero. ¡Ni remotamente es el mismo! Cada día que pase, las señales de
destrucción de nuestras posibilidades como país serán más devastadoras. Es
cuestión de responsabilidad, por nosotros y por nuestras generaciones futuras,
activarnos ante este régimen para hacer valer nuestro profundo descontento y
propiciar una salida a esta crisis. A este régimen tan pretencioso, le
corresponderá entender que tenemos razones valederas para protestar; y si no lo
hacen, peor para ellos. La Salida es la única opción que tenemos, por lo tanto
tiene que tener la fuerza que sea requerida o, definitivamente, perderemos al
país.
@asdromero
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