La
proximidad entre el acontecer decimonónico y el actual devenir, estriba en la
valentía que caracteriza a quien por ser joven no tiene el menor miedo para
enfrentar la incertidumbre.
La
Venezuela de 1814, tiene una innegable analogía con la actual. El parecido es
sorprendente. En aquellos tiempos, el país era azotado por problemas de gruesas
proporciones. Caracas tenía una población asolada por las enfermedades, la
hambruna y las guerras. Pero también, por el terremoto acaecido un año antes.
Asimismo, intimidada por un decreto de “guerra a muerte” dictado por Bolívar en
1813. Ese cuadro de sucesos, retrataba una sociedad atribulada y empobrecida.
De hecho, las tropas patrióticas estaban endeudadas por lo cual su movilidad se
hacía comatosa. Juan Vicente González, en su Biografía de José Felix Ribas,
describe que “un desfallecimiento general cundió por la Administración; había
cesado desde largo tiempo la seguridad de los bienes y las personas. Ningún
arte, ningún taller abierto. Los medios de los gobernantes para reprimir el
desorden, eran tan crueles como ineficaces; para todo aplicaban la pena de
muerte”.
Ese
año, 1814, es conocido como “el año terrible”. Pese a las contingencias que entonces
agobiaban al país, se tenía el empeño de zafarse del yugo español. Fue así como
Bolívar ordenó al teniente Ribas reclutar el mayor número de hombres posible en
Caracas para contener la tropa realista. Había que salirle al paso. El sitio
escogido fue La Victoria. Eran 85 niños y adolescentes, estudiantes del
Seminario de Caracas, los que pudo enrolar Ribas para su misión a conciencia
que serían “sacrificados” en la primera batida. Aunque tan heroica gesta, tiene
sus críticas ya que esa muchachada representaba apenas el 5% de la tropa que
participó en dicha batalla en la que resultaron casi todos inmolados. Así que
luce un tanto contradictorio que dicha fecha, en 1947, fuera escogida como día
de la Juventud más por razones políticas que de otro origen. El triunfo del
ejército libertador, fue gracias al oportuno auxilio de hombres comandados por
Mariano Montilla y Vicente Campo Elías.
Doscientos
años después, el país vuelve a verse anquilosado. Aunque ahora, a diferencia de
ayer, Venezuela está pertrechada por una juventud cuya fuerza ideológica se
corresponde con el honor de arrogarse el orgullo de ser eximia representante en
presente del futuro digno y virtuoso. La proximidad entre el acontecer
decimonónico y el actual devenir, estriba en la valentía que caracteriza a
quien por ser joven no tiene el menor miedo para enfrentar la incertidumbre,
así como para vencer las adversidades que puedan oscurecer las esperanzas de
conquistar nuevos y prometedores horizontes.
Es
así que no hay diferencia entre aquella juventud y la de hoy, si lo que
predomina es su capacidad para inventar propuestas que motivan a moverse aunque
sea entre las zarzas de la vida. Estos jóvenes venezolanos, aun cuando
separados por el tiempo, igualmente han preferido ruborizarse ante las
equivocaciones propias de la inexperiencia, que apenarse por la vergüenza de
ceder ante la arrogancia de un tirano. Por eso la lucha contra el pretérito
poder realista, opresor por antonomasia, o contra el actual poder déspota,
arbitrario por esencia, es la misma. Importa que esa lucha se esgrima para
garantizar la civilidad con el mérito que justifica alcanzar un desarrollo
político, económico y social íntegro. Indistintamente del tiempo en que ocurra.
Más, si se da doscientos años después.
VENTANA
DE PAPEL
VENEZUELA
DEJÓ ABIERTA LA CANILLA DEL AGUA
Imaginarse
que Venezuela es una persona acostada, sin ánimos de levantarse, a pesar de
estar oyendo el sonido del agua goteando a través de una canilla desgastada, no
es una tarea difícil. Aún así, este ejercicio lleva a advertir el grado de
confusión y negligencia que padece Venezuela a consecuencia del nefasto régimen
de fuerza que tiene desde Enero 1999. No resulta nada complicado, imaginar que
Venezuela es una mujer muy floja. La pereza se la come por lo que no se levanta
para cerrar la canilla y evitar que el agua se desperdicie. El ruido de la
canilla altera al vecindario pues es altamente molesto. Venezuela es indolente.
No le hace caso a dicho ruido. Aunque también tiene otros problemas que la mantienen
aturdida. Aprendió a vivir postrada ante la estrepitosa situación. Entonces,
¿no luce esto como una perfecta sincronía entre la metáfora y la coyuntura que
vive el país, casi como ausente?
Pero
así se dieron las cosas en Venezuela, en otros tiempos. Ahora no tanto y sin
embargo. Una vez tocaron la gasolina y se armó tremendo zafarrancho. Ahora
tocan al hijo, a la madre, la comida, la cerveza. Incluso, cualquier verbo,
adjetivo o sustantivo y nada. No sucede la misma molestia cuando para estos tiempos,
alguien con poder ilegítimo, está haciéndole daño al país. Pero la situación se
muestra pasmada. Venezuela no desea levantarse a parar la fuga de agua. Quiere
que alguien venga con promesas para ayudarla. Busca oír propuestas de
demagogos, de traidores que juegan a ser líderes revolucionarios. Pero también
piensa que otros con distinto temperamento pueden ayudar en la solución del
problema. Y todo esto, por una canilla, es como sin sentido.
Tanto
rollo para amar la lucha social y política, ¿para qué?. Pareciera al final que
no es tan fácil cerrar la canilla por todas las implicaciones que la tarea
compromete. No obstante, la cuestión es levantarse sin la ayuda de nadie. Menos
del señor Claus Tajada. Tampoco de falsetes personajes que igual buscan comerse
la tajada. Así que Venezuela podrá levantarse a cerrar la canilla sin
dificultad alguna y dejar de ser manipulados por ofertas de engaño. De lo
contrario, el cuarto se anega sin medida alguna de sus consecuencias. Hay que
levantarse para involucrarse en la lucha que conduce a posturas de libertad,
justicia y tolerancia. Adelante Venezuela. Así no volvería a suceder que quede
abierta la canilla del agua.
¿AHORA
EL ARTE ES INDOLENTE?
¿Desde
cuándo el arte dejó de ser expresión de sentimientos e ideologías que movilizan
al hombre en su trajín social, económico y político? ¿O acaso los efectos de
esta ambivalente revolución lo vende de esa manera?. Pues nada de eso. El arte,
como la más sincera expresión de uno mismo, contiene toda la capacidad del hombre
para alcanzar cualquier propósito que lo haga trascender. Por tanto, hasta la
política es arte. Y si en efecto es así, por el mismo principio de
conmutatividad, debe reconocerse que el arte es también política y político.
Porque no hay duda de que el arte como la política, buscan hallar en el ser
humano sus anhelos y hasta sus angustias.
El
arte es una forma de ver y conocer más allá del frío cálculo en el que muchas
veces se ve atrapado el hombre cuando anda tras sus ideales de vida. Entonces
si la vida entera es el resultado de ser “hominis politicus”, indiscutiblemente
el arte igualmente lo es. Es decir, el arte es político. Y si ciertamente es
así, ¿por qué suponerlo o exponerlo como una exclusiva expresión del espíritu
que sólo es reconocida por el alma? Lo cual es falso de toda falsedad. La vida
es política, tanto como la vida es arte.
Sólo
hay que entender que toda persona busca deleitarse a través de manifestaciones
asociadas con su mundo interior. Y
justamente en él, se cultiva la necesidad de recrearse mediante cualquier
manera que pueda traducir lo que se espera de la vida o lo que la inspira. Y
esa creación se llama arte así como desde otro lado se denomina “política”.
Vale este exordio, a propósito del pertinente llamado que hace la reconocida
pianista Gabriela Montero a través de las redes sociales ante la indiferencia o
insensibilidad del también distinguido artista Gustavo Dudamel y del maestro
José Antonio Abreu. Es inconcebible que frente a los embates que asfixian al
país, no haya habido un pronunciamiento de estos venezolanos. Sobre todo,
cuando de cara a la crisis política y económica que padece Venezuela, quieran
algunos seguir arrodillados por dinero o prestigio. Llegó el momento para
actuar atendiendo al tamaño del problema que se vive. Y desde el arte, se
consiguen infinitas maneras para repudiar el autoritarismo de cualquier régimen
de fuerza.
De
ahí la inminente necesidad de solicitarle a estos personajes se pronuncien ante
la sombra que cunde el sistema nacional de orquestas. La Biblia refiere a Jesús
cuando dijo: “No puede servirse a Dios y al dinero”. Parafraseándolo: no puede
servirse al futuro a costa de la sangre y el dolor de tantos en Venezuela. Y es
que el pasado 12-F, mientras decenas de miles de manifestantes pacíficos
marchaban en todo el país para expresar su frustración, dolor y desesperación
ante el total colapso cívico, moral, físico, económico y humano que fustiga,
motorizados encapuchados y armados, la Guardia Nacional y la Policía atacaban a
quienes se valían del derecho constitucional a protestar.
Tan
cruel jornada, fue escenario para que se masacraran víctimas inocentes, Entre
tanto, Gustavo Dudamel y Christian Vásquez dirigían la orquesta en un concierto
celebrando el Día de la Juventud y los 39 años del nacimiento del Sistema de
Orquestas. O como dice Gabriela Montero usando la analogía del Titanic, “la
música no ayudó a mitigar el hundimiento del barco. La música no lo salvó. El
cuarteto que tocaba a bordo se hundió con el Titanic mientras seguían tocando
su música”. Y eso no tiene nombre. O es que ¿ahora el arte es indolente?
“Aunque la historia tienda a repetirse, siempre y cuando los ideales tengan su génesis en los fundamentos de la democracia, las acciones emprendidas van en la dirección del éxito político” AJMonagas
@ajmonagas
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