Estados
Unidos está transitando por uno de los periodos más difíciles de su historia
moderna, en el cual se ha puesto a prueba y tienen que demostrar el verdadero
material de su tejido social. Los ataques terroristas del mes de Septiembre
2001, iniciaron la gestación de una recesión que se antojaba pasajera y se veía
más bien como una sacudida del árbol para que operara la famosa creativa
destrucción de los mercados. Pero cuando millones alrededor del mundo
atestiguaron el horror de las naves secuestradas penetrar cual filoso cuchillo
el corazón del Centro Financiero del país, el mundo repentinamente había
cambiado.
Tal vez el cambio más visible sería el arreciar de una recesión ya iniciada y magnificada por el temeroso comportamiento del consumidor quien ahora llevaba sobre sus espaldas, no-solo ese miedo para salir a los Malls esgrimiendo sus tarjetas de crédito en el caso de los individuos, las empresas para invertir, sino además endeudamientos récord en ambos sectores producto de una glotonería del consumidor sin precedentes. Pero además, el fenómeno se repetía en una economía globalizada que ya en aquellos momentos experimentaba el efecto dominó, recorriendo el mundo en una singular cascada de extinción de valores, sueños y realidades.
Los
EEUU tal vez se haya recuperado de las pérdidas materiales producto de aquel
cobarde acto de agresión, sin embargo, la recuperación de su actitud de lucha y
el espíritu guerrero de su gente, parecen todavía perdidas en ese mar de la
demagogia política que en estos momentos ha llegado a niveles casi nunca
vistos. Pero si revisamos la historia económica del país desde el ataque,
podremos entender el derrotismo de la sociedad estadounidense cuando, ausente
de líderes visionarios, se entregan de nuevo a la Malasie que les heredara
Jimmy Carter.
Cuando
el país se sacudía los estragos del ataque terrorista, en el año 2008 le
explotaba una debacle financiera que asomaba a otra gran depresión. El país se
había ya involucrado en dos guerras que lo desangraban aun más, Afganistán e
Irak. Cuando la media anuncia la quiebra de Lehman Brothers aquel triste año
del 2008, la avalancha de quiebras se adueñaba de las primeras planas de todos
los diarios del mundo. Las irresponsables acciones del FED en sociedad con
políticos progresistas, finalmente pasaban la factura y el mundo entero se
estremecía ante un posible apocalipsis.
Durante
los siguientes meses, un activista Bush I inicia una escandalosa agenda de
rescates con la maquina impresora del FED trabajando 24 horas al día, 7 días a
la semana. La gente montada en ese pánico que provoca luego las expectativas
racionales, en medio de tal locura eligen un nuevo líder a quien identifican
casi como Cristo Salvador. Barak Obama emergía como el primer presidente negro
en la historia de un país, que durante muchos años se identificara por su
racismo. Lo que muchos de los votantes ignoraban, es la agenda con la que Obama
iniciaría la segunda gran ola de socialización de su país que llevara la deuda
nacional, por primera vez en la historia, a niveles superiores del PIB.
Durante
el Siglo XIX, John Stuart Mill abordó el tema de la recuperación de los países
ante los desastres y las guerras. Mill afirmaba que las naciones se pueden
recuperar si mantienen dos elementos fundamentales: El conocimiento y las
habilidades de su población, los motores básicos del desarrollo económico. Los
EU mantienen ambos representados por su valioso capital humano, lo que nos
sugiere contrariamente a lo que gritaban las aves de mal agüero, el ataque de
Septiembre del 2001 no debía ser un serio problema económico en el mediano y
largo plazo.
Pongámosle
números a la magnitud de aquel desastre. La destrucción de las torres gemelas
se estima entre 4 a 5 billones de dólares. La pérdida de activos de las
empresas localizadas en las torres y el costo de limpia del lugar, se estima en
otros 10 billones de dólares. Incluyendo el daño a los edificios contiguos a
las torres y el Pentágono, los aviones perdidos y la pérdida de la capacidad productiva
de los masacrados en la tragedia, el costo se eleva a un estimado de entre 45 a
60 billones de dólares. Para tener una perspectiva, el total de los activos
físicos de los EU se estima en unos 50 Trillones de dólares, y el total de los
activos productivos incluyendo el capital humano, nos llevan a unos 120
Trillones. Entonces, aun una pérdida de 60 Billones solo representa menos del
0.2% de los activos físicos y el 0.06% del total de los activos productivos de
EEUU.
En
ese contexto el problema para los EEUU no debió ser el vía crucis que tanto
cantaban sus enemigos. Sin embargo, repito; el mundo ha cambiado y ese cambio
es algo que directamente afecta a México. Bush, antes de los ataques terrorista
había declarado que para EEUU “no había relación más importante que la de
México.” Well, not any more. De inmediato México se relegó al sótano de las
prioridades y preocupaciones de la Casa Blanca. Durante los últimos doce años,
México ha estado ausente de la agenda primordial de la Casa Blanca.
Ahora
¿Cuál es el panorama para ambos países en este nuevo año 2014?
Los
EEUU le apuestan a su capital humano desperdiciado en estos momentos ante un
líder que, lejos de unificar a su pueblo, se ha dedicado a promover y revivir
el odio de clases y la división social mientras continua obstaculizando el
desarrollo de los negocios vía impuestos, mandatos, regulaciones, prohibiciones
etc.
Crecimiento
económico se logra cuando aumenta la producción de bienes y servicios. El
crecimiento económico va acompañado de una mejora de las condiciones de vida.
Ese crecimiento puede lograrse aumentando la cantidad de factores productivos
(trabajo y capital físico), mejorando la calidad de dichos factores y
aumentando la eficiencia con la que éstos se combinan en los procesos creativos.
El
concepto de capital humano fue esbozado a mediados del siglo pasado por
Theodore Schultz y Gary Becker, ambos laureados con el premio Nobel de
economía. De acuerdo con el trabajo de estos autores, gran parte del
crecimiento económico de las sociedades occidentales podía explicarse si se
introducía una variable llamada capital humano, correlacionada con el nivel de
formación especializada que tenían los agentes económicos o individuos de una
sociedad.
Los
estadounidenses ante un país confrontado y experimentando la recuperación más
raquítica de su historia, un país que ya no figura entre los diez primeros en
el índice de libertad económica y endeudado como nadie se imaginó, le apuestan
a las elecciones de medio término en Noviembre de este año, a la elección
presidencial del 2016, le apuestan a su capital humano.
¿Y
México? Quien sabe que ocurrencias desenfundaran nuestros líderes, porque ideas
trascendentes nunca han tenido.
Ricardo
Valenzuela
@elchero
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