Mediante la más vil manipulación de la
información y otras formas igualmente despreciables de proceder quienes hoy
mandan insisten en tergiversar la realidad y mostrar la cara alegre del
sufrimiento. Hacer del fracaso un éxito parece ser la consigna habanera. Pero,
afortunadamente, esta estrategia perversa tiene su límite y ya parece haberlo
encontrado.
Los venezolanos conocemos y sentimos nuestra realidad, aunque las
emisoras oficialistas, expresión de la dictadura comunicacional que se nos ha
impuesto; y las oficinas de maquillajes estadísticos insistan en torcer esa triste realidad.
Descubrir el fracaso del régimen en materia
de seguridad, al denunciar con fundamento una política de promoción del odio y
de la violencia, es una responsabilidad de todos que no se puede extraer del
debate político cotidiano, como lo vende la propaganda oficialista. Tampoco
advertir sobre los catastróficos resultados y sus consecuencias de una economía
quebrada, al igual que en la Cuba rectora de nuestro destino; o denunciar la
persecución, las detenciones políticas,
los ataques al derecho a informar y ser informado, en fin, el desastre al que nos ha llevado un régimen
dirigido desde afuera.
Atrapados por un grupo malintencionado y
engañoso el país se hunde en una realidad escondida en cifras maquilladas que
aparentan bonanza y felicidad, las mismas que dicen disfrutan los cubanos
después de 55 años de la férrea dictadura impuesta por los Castro,
aniquiladores de ese pueblo noble que lucha en la sombra, cuyo sufrimiento,
lamentablemente, sigue siendo incomprendido por el mundo, gracias a una
propaganda bien calculada que difunden izquierdosos y resentidos desde sus
oficinas en el mundo libre y desarrollado, pero incapaces de compartir la
realidad y la “felicidad” de pueblos
oprimidos. Muy fácil resulta a estos “combatientes” desde Paris, Hollywood, los
Ángeles o Madrid promover revoluciones para que otros las sufran.
No es una política propia de algunos
desadaptados. Es por imposición de los cubanos, una vez derrotados con valentía
por nuestras fuerzas armadas y gobernantes verdaderamente nacionalistas y
dignos, ahora recibidos como los instructores y mandantes, que el país se ha
hundido en la pobreza, en la inseguridad y, lamentablemente, en el odio y la
violencia, expresado al origen en el
criminal intento fallido de golpe de Estado de 1992, encabezado por Hugo Chávez,
a quien la historia juzgará en su momento.
El entreguismo a Cuba es una realidad, como
lo es la vida que sufrimos a diario en el país. Desde allá se ordena promover
un falso diálogo para destruir la
oposición, a la vez que mantener la persecución y los presos políticos para
amedrentar y someter. También se instruye desde La Habana el establecimiento de
un sistema económico y financiero que acaba con nuestra riqueza, nuestras
empresas y con la productividad, que ha traído más pobreza y dependencia, para
sobre ello construir el modelo allá fracasado, conscientes de que sólo sobre
esas ruinas y tal dependencia, podrán sobrevivir y prolongar su propia miseria,
hasta que el barco de la infelicidad se hunda de una vez por todas y se recobre
la libertad perdida en el tiempo.
Desde La Habana se ha instruido al régimen
revolucionario armar a los colectivos y
a odiosas fuerzas paramilitares, al mismo tiempo que se han introducido la
fuerza y la violencia como instrumento de vida, a cambio de dadivas que con el
tiempo quedaran como tristes recuerdos, plasmas, autos y otras cosas cuya
adquisición, paradójicamente, los
revolucionarios promueven como forma para eliminar el capitalismo “salvaje y
malvado”.
El régimen ha entregado bajo el mismo
instructivo nuestra historia, también nuestro territorio al malandraje, muchos favorecidos por operaciones cayapas,
negación de la justicia y del orden; también a fuerzas irregulares extranjeras,
vinculadas al terrorismo y al narcotráfico, que se pasean sin restricciones por
el país.
Nuestra soberanía perdida, nuestro territorio
abandonado. Las instrucciones de La Habana en relación con nuestra reclamación
sobre el territorio esequibo y los espacios marítimos que de allí se
desprenden han causado gran daño a
Venezuela, un entreguismo que será reparado en su momento por quienes habrán de
recuperar las riendas del país.
Es la realidad. El país se entrega a un poder
extranjero, violando todos los principios y la dignidad de un pueblo que más
temprano que tarde reaccionara bravo ante el atropello más grande que haya
sufrido en toda su historia.
vitoco98@hotmail.com
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