La
violencia en Venezuela está es tan ubicua, tan democrática (es, por cierto, el
único aspecto de la vida nacional donde todos somos iguales y nadie está
excluido) y está tan presente que pareciera que todo el mundo es un experto en
la materia.
No
es así. El hecho de que no hay nadie que no haya sido víctima de la violencia en
Venezuela (tener un guardaespaldas te puede salvar momentáneamente del
malandro, pero te hace dependiente de un tipo armado vida; además, si necesitas
un escolta es porque te sientes amenazado y ya eso es ser damnificado de la
inseguridad), en fin, ser víctimas no nos hace especialistas en una
problemática muy compleja.
Mucho
menos versado son los voceros oficialistas que no se aproximan a la violencia
con el propósito honesto de comprender el fenómeno y controlarlo, sino para
eximir al gobierno de su responsabilidad. Ahí no solo hay ignorancia sino mala
fe y franca crueldad frente a las víctimas, que al ser desconocidas son
doblemente agredidas.
Vanessa
Davies, directora del periódico gubernamental, financiado con recursos de la
república, Correo del Orinoco, ha dado pruebas de lo disímil (en realidad,
opuesto) que puede ser el abordaje de la violencia desde las trampas del
funcionario astuto y, en el otro extremo, desde la angustia del conocedor cuyo
objetivo es el debate franco de un flagelo. Ella misma hizo las dos cosas.
Hace
unos días apareció en el Correo del Orinoco una entrevista con Alejandro
Moreno, psicólogo, teólogo, filósofo, sacerdote salesiano, director del Centro
de Investigaciones Populares, hombre que lleva décadas con la oreja y el corazón
pegados al acontecer popular.
En
ese diálogo periodístico, Moreno abatió todos los mitos difundidos por el
régimen para zafarse de su responsabilidad por el aumento de la violencia (y
culpar a otros). Dijo que el asesinato de la pareja Berry-Spear “no es de lo
más atroces; más bien es casi común”. Dijo que “hemos entrado en una espiral de
crímenes sin suficiente motivación: le dieron un pisotón, sacó la pistola y
disparó”. Dijo que la subcultura del matar para demostrar el poder sobre las
víctimas “se ha ido formando lentamente, debido -entre otras razones- a la
práctica de la violencia sin consecuencias o con consecuencias banales”. Dijo
que hay “una impunidad que viene de la justicia”.
Y
dijo que “en todos los gobiernos hubo lenidad y no hubo compromiso, pero en
este gobierno no ha habido ninguno. En estos años ha sido desastroso, por unas
razones supuestamente teóricas: porque dicen que son víctimas de la sociedad,
son pobrecitos, son del pueblo. Pero […] Lo que hemos encontrado en nuestras
investigaciones es que no tiene nada que ver la pobreza de origen con su
conducta criminal, lo cual no quiere decir que la pobreza no sea un ambiente en
el cual se pueden fomentar ciertas cosas, porque establece límites, cierra
posibilidades; más que la pobreza personal, la pobreza ambiental. Pero no hay
una relación directa, porque si no, todos los pobres serían malandros. Y desde
el punto de vista ideológico, si tú eres de izquierda y estás diciendo que es
por la pobreza, estás acusando a todos los pobres”.
Señaló
la incumbencia de “las autoridades de mayor prestigio” que “han atacado de
palabra, pero de una manera sumamente violenta, han mostrado públicamente la
violencia” con palabras y gestos. “La psicología social nos ha enseñado muy
bien que la mayoría de las conductas se aprenden por el modelaje” y que “las
personas de mayor prestigio: un futbolista, un gran artista, un literato de
importancia, un presidente, un gobernador, son las que tienen mayor
probabilidad de que sus conductas sean reproducidas”.
Y
dijo con toda claridad que en 1998 hubo “un cambio completo” de los índices de
violencia; y a partir de entonces “sube”. Más claro, imposible.
En
las antípodas de las declaraciones que le dio Vanessa Davies a la periodista
Gaby Arenas de Meneses para el libro La comunicación desarmada. Aportes sobre
el rol de la comunicación en procesos de desarme(2012) donde Davies hace
afirmaciones (sobre todo para acusar a los medios de comunicación) que el padre
Alejandro Moreno abate.
Y,
lo que es más flagrante, contra toda evidencia y, a contravía de lo que Moreno
afirma por haberlo comprobado en la realidad, Davies se permite decir que
“Chávez ha hecho un gran esfuerzo para que haya un clima por mínimo de
convivencia, porque si él no estuviese gobernando la situación sería de guerra
civil abiertamente”.
Mayor
manipulación (con ánimo de lisonja al poderoso), imposible.
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Algunas causas de la impunidad: falta de verdadera voluntad de eliminarla, lenidad de las leyes penales, exceso de psicoanálisis (lombrosismo) en la defensa del criminal y una idea confusa de los derechos humanos. Las taras psicológicas del criminal no le quitan capacidad de autudterminación, salvo en casos muy raros. Frecuentemente, por por alguna alteración de su personalidad el criminal recibe un castigo irrisorio o es absuelto. En cuanto a derechos humanos: decir que no los pierde nadie, ni el peor de los delincuentes, es una afirmación falaz; yo sostengo que quien irrespeta un derecho humano, pone el suyo correspondiente en entredicho, si es que no no lo pierde. Hoy se dan casos en que se aplican los derechos humanos a los delicuentes y se los desaplican a las víctima, como ocurre en muchos crímenes cometidos por ETA. Cuando un asesinato es perpetrado con los principales agravantes de la ley (mucho más si son todos), la única sanción que satisface plenamente a la justicia es la ley del Talión. Ante una hija violada y asesinada a los 18 años, treinta de prisión no es nada, máxime si se considera que nunca se cumplen completos. Dejar con vida a un asesino equivale a conceder al ladrón el derecho de propiedad sobre lo que ha robado. (ramis4@hotmail.com).
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