Historia de una lucha entre los que pretendían mandar, desde el centro, y los que no se dejaban, en la periferia.
El
gato en cuestión es nada menos que el gobierno central que recientemente
promulgó decretos mediante los cuales se apropia de símbolos, bienes y
reponsabilidades que pertenecen al municipio Valencia. Y el cascabel es una
forma de obligar al gato a llevar el collar que la constitución le impone: el
cascabel constitucional.
Imaginemos
por un instante que el gobierno del señor Mariano Rajoy, mediante ley
promulgada en unas Cortes donde tiene absoluta mayoría, obliga a la ciudad de
Sevilla a entregar la plaza de toros de La Maestranza (popularmente es llamada
“la catedral del toreo”). El pueblo sevillano -y el de toda España- se alzaría
ante semejante atropello. Las horas de un día serían muchas más de las
necesarias para que el gobierno retrocediera. ¡Con mi plaza no te metas! dirían
a coro taurinos y no taurinos. Quien se atreva a tocar los símbolos sagrados
(“¡La planta insolente del Extranjero ha profanado el sagrado suelo de la
Patria!”, Cipriano Castro, 1902) corre riesgos con resultados difíciles de dilucidar.
Para
los que vivimos en Valencia, taurinos o no, aficionados al teatro o no, nacidos
aquí o no, los símbolos -que no son meramente edificaciones, como se les
pretende señalar- son tan sagrados como para un sevillano su querida
Maestranza. Llama entonces la atención la escasa cultura histórica que muestran
quienes a troche y moche pretenden, de un día para otro, arrebatar a una
ciudad, que no es cualquier ciudad, una ciudad que se precia en decir “¡aquí
nació Venezuela!”, algunos de sus mas visibles símbolos: su plaza de toros, su
teatro municipal, su zona recreacional sur. Y por último, pero no por ello
menos importante, eliminar del control de la alcaldía una buena parte de la
ciudad para convertirla en lo que dicen será la “ciudad Chávez”. Bueno, si,
quitémosle a Sevilla el barrio de Triana y convirtámoslo en “ciudad Franco”.
Incroyable!
Corresponde
al alcalde en primer lugar, por más que no parezca tener muchos ánimos para
entrar en esta pelea, ponerle el cascabel a ese gato que está dando zarpazos
(brazadas de ahogado, dirían algunos). Si, al alcalde; ese que hemos elegido
por mayoría para que nos represente -a los ciudadanos y a la ciudad (en
abstracto). Pues debe ser el señor Cocchiola quien encabece la protesta
ciudadana y quien reclame, (desde luego educadamente, en el mejor estilo
europeo, pero con fortaleza y convicción) lo que ya los vecinos venimos
reclamando. Al fin y al cabo, el sabía muy bien que al meterse en política le
corresponderían días difíciles. Pues bien, ahora que es alcalde, que se monte
en ese gato y que lo arree. Que nadie le obligó a ser alcalde; y que ahora
cumpla con su obligación de defender su ciudad con la misma fuerza y energía
con que conquistó el corazón de quienes votaron por él. ¡A cumplir, ciudadano
Cocchiola! Para eso, entre otras cosas, te elegimos. Porque creemos que tienes
carácter, convicciones, talento y amor por esta tierra que te ha abierto los
brazos. ¡Defiéndenos!
Señor
alcalde: los valencianos lo acompañaremos en estas luchas; y juntos haremos lo
que tengamos que hacer para que no se nos despoje de lo nuestro (“Valencia se
hará respetar”); pues nos corresponde, como sociedad civil (si, esa de la que
un desafortunado día alguien dijo “¿cómo se come eso?”) defender desde nuestras
respectivas trincheras lo que haya que defender.
Los
primeros fuegos artificiales ya están en el cielo, ya están avisando. El 19 de
diciembre un nutrido y representativo grupo de ciudadanos, representando los
más diversos estratos de la sociedad valenciana, se pronunció en la declaración
de Valencia y se constituyó en “Junta para la defensa de la ciudad de
Valencia”. Esto nos trae al recuerdo la “Junta suprema conservadora de los
derechos de Fernando VII” (1810), que fue el momento a partir del cual
Venezuela comienza su emancipación y que culmina un año después con la
Declaración de la Independencia. ¿Será que la Junta para la defensa de Valencia
logrará la emancipación de nuestro estado? La historia lo dirá. Si se le pone
el cascabel al gato o no.
Valencia,
dos siglos después, nuevamente, da una lección de civismo y defiende, con amor,
con entusiasmo, con patriotismo, y con el mismo ardor de entonces, lo que más
le duele: sus símbolos y su patrimonio. Y no solamente los propios, los de este
estado; sino también los de otros estados que, igualmente, están siendo
despojados de sus derechos. Y rechaza al invasor caraqueño que pretende,
mediante decretos y otras triquiñuelas, despojar a la ciudad y a sus ciudadanos
de lo que legítimamente les pertenece. Esta, amigos, es una nueva lucha por la
independencia regional, por las autonomías, que tanto hemos proclamado desde
este Observatorio. Y a la que, sin duda, se sumarán otras regiones igualmente
ariscas.
Al
pueblo valenciano le asiste la razón y exige justicia. O mejor dicho, trato justo.
No acepta, como no aceptó en el pasado, imposiciones centralistas desde una
Caracas lejana y que desconoce la idiosincracia y las características
culturales de esta patria chica que es Valencia. Que Valencia también es
Patria, como lo es Maracaibo, o San Cristóbal o Barquisimeto, cada quien desde
sus peculiaridades y óptica particular. Y tomo la palabra de Nelson Acosta:
Venezuela no existe; Venezuela existe en tanto seamos caraqueños o andinos o
maracuchos o margariteños. Unidad dentro de una diversidad regional que no
puede ser manejada ni dominada por un gobierno centralista que no toma en
cuenta las diversidades regionales, que despoja y expropia la provincia como si
fuéramos sus vasallos, sus súbditos y no lo que somos: ciudadanos autónomos,
aptos para gobernarnos sin imposiciones.
Es
interesante remontarnos a la proclama de Cipriano Castro, quien el 9 de
diciembre de 1902 dijo:
“Venezolanos:
El
sol de Carabobo vuelve a iluminar los horizontes de la Patria y de sus
resplandores surgirán temeridades como las de las Queseras del Medio,
sacrificios como el de Ricaurte, asombros como el del Pantano de Vargas,
heroísmos como el de Ribas y héroes como los que forman la constelación de
nuestra grande Epopeya.”
Esperamos
que Cocchiola esté a altura de las circunstancias.
Terminaremos
diciendo que no quisiéramos estar ni en el pellejo de Cocchiola ni en el de
Ameliach. Si el primero nos falla, si no entra en la lucha, si le tiembla el
pulso, los electores se lo cobrarán en la siguiente vuelta del carrusel. Por
tanto, tiene que entrar en la lucha, quiéralo o no. Y si Ameliach nos falla, si
no ayuda al retroceso al que está obligado, si su fidelidad a Caracas es mayor
que la fidelidad a su terruño, pasará a la historia como un Carabobeño que
ayudó de despojar y a violar a su propia madre.
¡Valencia
se hará respetar!
Observatorio
Venezolano de las Autonomías
autonomiaspoliticas@gmail.com
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.