Tras
un proceso electoral fraudulento, marcado por un ventajismo sin precedentes, se
abre un nuevo escenario político, en medio de lecturas contradictorias. Las
fuerzas deberán asumir sus responsabilidades y reordenarse.
El
oficialismo, por su parte, deberá enfrentar las graves consecuencias que sobre
la economía nacional y la vida del país tendrán las nefastas medidas populistas
adoptadas y ejecutadas con fines electoreros durante la campaña. La oposición,
por la suya, deberá reestructurarse y reorganizarse, de la manera menos
traumática, con la inclusión de todos
los sectores del país en una nueva Mesa de Coordinación y redefinir una
estrategia que vaya más allá de lo simplemente electoral.
De
nuevo se habla de diálogo, un ejercicio propio de la democracia, pero en medio
de graves contradicciones. El hecho de estar ante un régimen sui generis que ha
abandonado el orden constitucional y los principios y valores democráticos y
que centraliza el poder y recurre a los procesos electorales para legitimarse,
complica la situación. Enfrentamos un régimen que si bien es cierto no surge de
un golpe militar tradicional, aunque su origen se funda en los intentos de
golpe de 1992, es el producto de una distorsión en la que los revolucionarios,
con indudable audacia y acierto, han utilizado los medios que ofrece la
democracia para desmontar un sistema de libertades que se había forjado durante
décadas, en especial, desde 1958, cuando el pueblo y los militares
institucionalistas derrocan la que se creía era la última dictadura en el país.
El
diálogo exige una agenda mutuamente convenida, sin imposiciones. Si el régimen
aceptara un dialogo franco, lo que parece difícil por no decir imposible,
habría que incluir los temas medulares que han debilitado el sistema
democrático, entre los cuales, la liberación inmediata y sin condiciones de los
presos políticos; la democratización del espacio mediático y el cese del acoso
a los medios y periodistas independientes; el respeto absoluto de la voluntad
popular, anulando los nombramientos ejecutivos que disminuyen las competencias
y las funciones de las Alcaldías; la transparencia del sistema electoral y la
designación de nuevos rectores, en forma justa y equilibrada; el cese de la
violencia física, judicial y verbal y
del apartheidpolítico que acorrala el libre pensamiento y el derecho de los
venezolanos a expresar sus convicciones y participar libremente en la vida
política nacional; la erradicación de la corrupción administrativa y la
aplicación imparcial de la justicia; la
revisión de la gestión financiera del Ejecutivo, del BCV y de PDVSA lo que
implica la inmediata designación de un Contralor independiente y eficiente; y,
finalmente, entre otros, la renovación
equilibrada del Tribunal Supremo de Justicia y la reorganización y profesionalización
del Poder Judicial.
Maduro
pretende limitar su “diálogo” al Plan de la Patria, lo que es inaceptable. Se
trata de un documento partidista, meramente político, cuyo análisis corresponde
solamente al partido oficialista, como un ejercicio interno, pero no como
instrumento aplicable a la gestión del Estado. El Plan de la Patria es
inconstitucional y como lo han señalado en forma clara los académicos
“…está destinado a imponer u oficializar
una sola concepción de las relaciones del Estado con la sociedad y de estos
últimos con los individuos, así como del papel de lo público o estatal y de lo
privado en el campo socioeconómico”. Además, el Plan busca “encuadrar a la
sociedad dentro de una sola ideología (…) un plan que nos afecta a todos
nosotros como venezolanos y nos obliga a seguir un camino único que va
encaminado a hacer penetrar el socialismo en todos los espacios de la vida
política, económica y social, como la producción y la economía; la educación;
la recreación; el trabajo; la familia; los medios de comunicación, entre otros
ámbitos.” El Estado comunal, definitivamente, contradice abiertamente la
Constitución, lo que es absolutamente inaceptable.
Ante
las reveladoras declaraciones de quienes hoy mandan podemos concluir que el
régimen difícilmente aceptará un diálogo democrático y de interés
verdaderamente nacional.
Ya
Maduro había anunciado que solo daría apoyo a los alcalde socialistas, la más
fiel expresión de un aberrante apartheidpolítico, el mismo contra el cual
luchó, en dimensiones absolutamente diferentes, Nelson Mandela hoy abrazado por
el totalitarismo criollo, mientras que Aristóbulo amenaza con gobiernos
paralelos, a los alcaldes que no se plieguen.
vitoco98@hotmail.com
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