La retórica altisonante imperante en el
país, en la últimos catorce años ha dificultado la construcción de espacios
para el entendimiento, dando como resultados: primero los trágicos sucesos del
11 de abril, y el subsiguiente golpe de Estado, el paro petrolero con sus
dramáticas consecuencias, el accidentado referendo revocatorio del 16 de agosto
de 2004, con el desconocimiento de los resultados por los sectores antagonistas
al gobierno, la no presentación de candidatos a la Asamblea por los mismos
actores, en una omisión absurda sin orientación previsible, de nuevo dudas
sobre los resultados del 03 de diciembre de 2006, inexplicablemente por actores
que promovieron y publicitaron su (Blindaje), intento descaminado del régimen de hacer un cambio de
fondo a la Constitución vigente (1999), sancionada entre homéricas
manifestaciones como la mejor del globo terráqueo, acción que fue derrotada en
el referendo del 2 de diciembre de el 2009, sobre los que hay todavía un manto
de dudas, por la denegación de CNE de informar los resultados definitivos,
además descalificados con dureza por el presidente Chávez, y su subsiguiente
desconocimiento al aprobar de forma engañosa un paquete de 26 leyes, el 29 de
agosto, del 2008, contentivas de los articulados propuestos en el frustrado
intento de reforma, luego en el proceso de elecciones regionales, de nuevo los
sectores de la oposición con argumentos desangelados que no vale la pena repetir, falsearon
encuestas, mintieron, en jornadas de ingravidez política afirmando su condición
de simuladores, y frente a la engañosa propuesta de “reforma constitucional”,
con la cual en un contrasentido se le admitió al régimen este despropósito
donde logró con el voto restringir conquistas históricas, especialmente el de
la alternabilidad, implantando en el país un nuevo paradigma tropológico y en
una admisión temerosa los sectores que arbitrariamente se habían abrogado la
representación de incontables fracciones que antagonizan al régimen, se
colocaron en evidencia al demostrar por enésima ves su falta de coraje
político, le consintieron el despropósito al caudillo de turno con una aviesa
pregunta y unos descaminados lapsos).
Hoy más allá del sostenido esfuerzo
desplegado por el Candidato opositor en la capital pero donde los resultados,
no ayudaron en el intento de sumar fuerzas que nos reforzaran en alcanzar un
pico en la búsqueda de zanjar el empate hegemónico. Observamos alrededor de los
partidos y grupos que lo apoyaron, innúmeros de los mismos semblantes que
fueron contundentemente derrotados, en las elecciones nacionales, regionales y
municipales, en el lapso 1998-2012, ayunos de nutrientes básicos para articular
un propósito de país. Así como en el 99, se bajaron las pantaletas en aquella
permisiva decisión un grupo de sombríos magistrados “demócratas”, (y que para
facilitar el proceso) hoy en un cinismo solo visto en tiempos del Monagato y el
Guzmanato, en un caradurismo vergonzoso, El Tribunal Supremo facilita un todo
tipo de atajos a quienes en la tribulaciones por la ausencia de su “Comandante
en Jefe” dan a palos a ciegas, y del reverso de la moneda quienes integran
(Mesa de la unidad), sus mellizos placentarios igualmente enredados en un
voluntarismo de piernas cortas, presos de un táctico alicorto, todos tendrán
que responder al inapelable juicio histórico.
Es indiscutible que la discursividad política
en el ruedo, tiende a simplificar el terreno de lo programático y, esta
arrastra a que la agenda social, económica y cultural del país se transforme en
un cruento campo de batalla, donde distintas acumulaciones de intereses
intentan imponer sus irrenunciables objetivos. (Más allá de inciertos intentos
de diálogo y bienvenidos).
En este sentido pudiera hablarse de una cancelación
de la política; valido para ambos sectores en confrontación. A pesar que
algunas fracciones del bloque opositor han decidido no seguir el plan anterior,
el gobierno acelero la sustitución de la actividad política por un
petro-dirigismo estatal (Karl, 1997), de talante autoritario.
Este parece ser
el marco dentro del cual debe analizarse la confrontación en torno al control
de la industria petrolera, primero por el desmantelamiento culposo por parte de
el gobierno de la Estadal Petrolera y segundo por los ataques a la cual ha
venido siendo sometida, especialmente por actores tanto externos como internos,
igualmente desde el régimen la ofensiva despiadada contra los núcleos de la
economía privada en el país llevó a una peligrosa escasez. Si no hay un
parteaguas el resultado de ambas posiciones antagónicas puede ser, insistimos,
la cancelación de la política y su sustitución definitiva por un autoritarismo
asentado sobre el carácter rentístico del Estado venezolano.
Es necesario resaltar que esta tendencia se
ve reforzada por el hecho de que el chavismo en sus quince años de ejercicio
gubernamental, ha privilegiado una visión instrumental del Estado; vale decir
una agencia que puede ser conquistada y ocupada por el partido mayoritario,
después de las elecciones y ser empleada como dispositivo al servicio exclusivo
de sus intereses.
En este cuadro de frágiles circunstancias que
vive el país, importa relievar la vocación que profesan los venezolanos por los
valores democráticos, (Ver entre otros Informe I, de Valoración de la
Democracia, Centro Gummilla) que trascienden el juicio negativo que la
población tiene sobre los partidos y el histórico pésimo desempeño del aparato
del Estado. Desestimar esta tradición del comportamiento del venezolano, es una
grave omisión teórica; sustituirla por una visión maniquea de la política,
autárquica o corporativa y constituye un craso error de carácter estratégico.
Las relaciones políticas, no deben ser estructuradas en términos del binomio
amigo-enemigo.
Pareciera que hay factores quienes intentan
facticamente darle un manejo radical en el contexto, que sólo la destrucción
del “otro” proporcionaría salida al conflicto social y político en Venezuela.
A manera de desenlace, pudiéramos
caracterizar la lógica dominante en la actual coyuntura política venezolana.
Primero: se esta operando una reformulación de las fronteras políticas, que
definieron el espacio democrático del país en la segunda mitad del siglo XX.
Segundo: los antiguos “marcadores” han sido sustituidos por una polarización
que se expresa en bloques políticos mutuamente excluyentes. Tercero: cada vez
es más reducido el ámbito para el despliegue de formas hegemónicas de la
política. (Restringida solo a los grupos políticos) Cuarto: esta situación de rigidez pudiera ser
propicia para el cultivo de salidas antidemocráticas de cualquier signo.
Quinto: lo fundamental en la coyuntura actual es la restitución de la vialidad
democrática de la sociedad venezolana.
Desde luego, lo anteriormente descrito
constituye una breve introducción a un intento harto complejo (relación cultura
y política). Al que se hace forzoso darle continuidad en un trabajo más
ambicioso.
En definitiva se pudiera resumir lo que hemos
señalado en lo siguiente: distintos rasgos de racionalismo han dominado el
espacio público de la política venezolana. En sus distintas versiones,
romántica, liberal, democrática, revolucionaria con su debido correlato
Socialdemócrata, Socialcristiana, Marxista-Leninista. Y hoy (según El Informe 1
del Centro Gumilla, Valoraciones de la Democracia, Socialista moderada). Esta
lógica no ha podido articular efectivamente la dimensión de la cultura con la
política.
Esta dislocación cuenta para decodificar las
“razones” de la inestabilidad política venezolana a lo largo de los siglos XIX
y XX la primera década del siglo XXI. Los opuestos abundancia/escasez aún están
presentes en la construcción social de la realidad venezolana. El Estado
venezolano lo expresa en sus políticas.
La naturaleza es percibida como abundancia a
ser maximizada en términos de renta. Esta lógica, a su vez, se encadena con una
visión que privilegia elementos valorativos como solidaridad, igualdad e incentiva
una relación paternalista hacia el ciudadano. Igualmente, en la formulación de
estas políticas prevalece una visión racionalista que califica de
mágico-religiosa la conducta del venezolano.
Se atribuye a esta circunstancia la
responsabilidad por las dificultades que impiden el surgimiento de una
razonable cultura cívica en el país.
Es posible postular que el significante
democracia juega un papel central en las representaciones colectivas del
venezolano. En tanto construcción simbólica, establece relación con múltiples
referentes. Por ejemplo, en la actual coyuntura política se ha formulado un
plan político que ambiciona establecer equivalencias connotativas entre
democracia, igualitarismo y solidaridad.
Sin embargo estos ensayos se llevan a cabo en el marco de una visión
colectivista, distributiva y maniquea que intenta dividir el campo de lo
político entre Honestos-patriotas-pobres vs.
Corruptos-antipatriotas-ricos.
La consolidación de una democracia en
Venezuela ha de ser el resultado de articulaciones entre principios políticos
(libertad, igualdad, justicia, participación, y demás). Es impostergable
imbricar su política con su cultura. Esta relación no es fácil. Como ya lo
hemos señalado las tradiciones populares son vistas por el racionalismo político
y en el caso nuestro, lleno de temáticas marchitas, como obstáculos para la
modernización. Sin embargo, el mundo rural, el urbano, el sincretismo
religioso, la diversidad indígena, el discurso popular, el mestizaje y otros,
son fuerzas actuantes en el presente, que pueden proporcionar las creencias que
las libertades políticas deben proteger. Asimismo esta modalidad política se
articularía al entreverado de tradiciones, costumbres y creencias que
suministrarían atributo a nuestro pueblo, que se trace el ejercicio del poder
desde la perspectiva de una genuina cultura política democrática. Es decisivo que las actuales dirigencias
reconozcan, que la sociedad los ha desbordado y que su concepción de la
democracia es precaria, ya no satisface las demandas de la mayoría, que
desistan de repetir un discurso sostenido en estereotipos conductuales que
inducen a la irresponsabilidad, colmado de contenidos gastados, que han
contribuido a forjar y mantener a la base social del actual nuevo mandatario,
con todo y los quince años de inconsistentes logros, en su profetizado
Socialismo del siglo XXl. El desafío para la democracia a la que aspiramos la
mayoría de los venezolanos, es una de inclusión social. El conjunto de la
mayoría del país alternativo no participo en las perversidades en sus
expresiones ultimas del poder político y económico que licuaron el ideal que
encarnaba el modelo de democracia
representativa, y siguen aferrados todavía como náufragos en alta mar a la visión
de cuello corto que adoptaron a finales del siglo XX. Es obligatorio para
quienes quieran presentarse como opción con la intención de construir una nueva
plataforma política deben desmarcarse de quienes siendo responsables de aquel
sinnúmero de inconsistencias éticas, que arrojaron a la nación a un estrepitoso
fracaso, y que fueron rebatidos en las urnas en diciembre de el 98,
electoralmente además con raciones
repetidas en 17 de 19 elecciones, donde el país demostrando una bondad infinita
y les ha tributado una y otra vez su voto, y ellos en una pasmosa y frívola
actitud, jamás han susurrado una frase admitiendo por lo menos uno de sus
reiterados desaciertos, lo que confirma la sospecha generalizada de que
dinamitaron los puentes con la realidad vigente. Lo que esta en juego es
demasiado grueso para abordarlo con esa retórica plana, están en liza los
valores transcendentes alcanzados por todos los venezolanos, a pesar de sus
precariedades, fue un esfuerzo muy duro, para los diversos sectores que se
sacrificaron, para avanzar en búsqueda de mejores oportunidades. Por eso no
pueden primar, grupos, emblemas, símbolos, ni económicos, ni políticos, ni
viejos, ni nuevos, ni grupales, ni particulares. Hay que debatir a fondo temas
como el de la inclusión, el de la representación, que es una de las debilidades
aun en las democracias avanzadas, La inclusión es esencialmente un reto
político, sin ella esta en juego la estabilidad de la república misma. Ni el
enfoque de la derecha de cuello corta, (la que lincho a Pérez) cuando su
ministro de economía les propuso un esquema de capitalismo moderno) con el que
podríamos estar en desacuerdo, pero que no le contrapropusieron otro,
especialmente la derecha nuestra de cada día suyo pensamiento está todavía por
revelarse, el presente hacen esfuerzos para algunos planteos pero surgen de su
discurso de sumisión ciega a los intereses oscilantes del capitalismo global,
su perspectiva es de cabeza cuadrada, economicista, policial, y
político-militar, garante de un orden injusto que privilegia solo sus
intereses, “ese no es el camino”, tampoco lo es, el que sin respeto a unas
reglas mínimas de convivencia, en un escabroso modelo de
petroditigismo-pretorianismo que conducen sin mediaciones y en amalgama
indigesta entre lo publico y lo privado revelan la articulación de mafias
paraestatales en las distintas instancias de la sociedad. La otra cara de la
moneda que surge en este momento, es como les está estallando en la cara las
evidencias incontestables de su incapacidad, (Los infames eventos del pasado
recientes en la Asamblea Nacional es absolutamente inaceptable) así como las
manifestaciones brutales y visibles de la peligrosa criminalización de la
política, que liquida toda posibilidad de convivencia y lacera nuestro sensible
tejido político. Todos los venezolanos sin excepción debemos trazarnos en esta
hora exigida de la república una ofensiva por su reconstrucción moral, hay que
romperle el espinazo a las manifestaciones de cinismo de las viejas y nuevas
elites, que vulneran nuestra precaria estabilidad como pueblo, eso si con la
gramática adecuada, no existirá democracia sana sin justicia, sin amor, sin
solidaridad, pero tampoco será posible sin tolerancia, sin respeto, sin derecho
a los disensos, al pluralismo a las libertades; sin transparencia sin rendición de cuentas, y esa ofensiva no
puede ser conducida por los Autoubicados ellos en los
buenos pretendendiendo librar, como David frente a Goliat. El combate de
los auténticos buenos (ellos) contra los falsos buenos. En tal postura hay un
monstruoso oportunismo, cinismo, y simulación. Postergados los criterios
ideológicos, es el momento estelar del tráfico cambiario. Esos tales que no les
interesa en lo mas minino nada que tenga que ver con el bien común, sino solo
de apetencia personal y egoísta, esto hay que confrontarlos por las mismas
razones que nos ha llevado a desafiar a los timadores corrompidos que
disfrazados de “revolucionarios” han roto sueños de redención, de los mas
débiles los preteridos de siempre. Hoy empiezan a sentirse frustrados, e
intentan reestimularlos apelando a sus ofuscaciones ambicionando que
vuelvan a suscribir esa opción, pero
esos sectores observan con estupor que se regresa con más impulso al camino
fácil de las corrosivas y añejas practicas demagógicas, al reparto nefasto de
cuotas de poder y de prebendas basadas, no en la voluntad, entrega, honestidad,
y profesionalismo al ejercer una función determinada, sino a la viciada
vinculación con las redes del poder de turno, a la filiación partidista, al
compadrazgo, al nepotismo y esto no apunta para su beneficio, sino al
sectarismo ramplón de la distribución obscena del poder, en función de
mezquinos intereses, personales, grupales y partidistas. La República de
ciudadanos no será posible con el regreso a los viejos vicios; y mucho menos con
la entronización de los nuevos con la falsa etiqueta de virtudes. Las
desviaciones de ayer y de hoy causan las ficciones del mañana. Lo que el país
necesita es la fortaleza virtuosa que los helenos llamaron arete ciudadana y
los cristianos rectitud ética.
Un nuevo liderazgo necesita reflexionar su
relación de subordinación con la lógica capitalista financiera imperante.
Se adapta a la Institución Republicana.
Tolera mal el terrorismo (porque destruye el
mercado).
Hace buenas migas con el despotismo y la corrupción
de la decadencia de los grandes relatos (incluyendo la declinación del relato
liberal de enriquecimiento sine die de la humanidad)
No lo perturba
No prescribe nada.
Esta presente en todas partes, pero más como
necesidad que como finalidad.
Se percibe que global y localmente hay una
tarea decisiva. Esta implica como mínimo, la resistencia al simplismo, a los
slogans a los sketchers, a los reclamos de exigencia y facilidad de restaurar
valores seguros.
La simplificación se nos aparece ya como
bárbara, como reactiva. La “clase política” debe lograr esta decodificación,
sino quiere caer en su cesación y empujar al país en una aparatosa caída.
pgapgarcia5@gmail.com
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