La
proximidad de la Navidad despertó en mi persona, una intensa esperanza de que
todos los buenos deseos que anhelamos, quienes profesamos la fe cristiana y
creemos en la piedad, que es una amorosa aptitud del corazón que nos lleva a
honrar y servir a nuestros seres queridos y demás personas, nos permita
festejar las fiestas de Pascua con alegría, entusiasmo y una esperanzadora
ilusión de un mejor país.
Pero
debo confesar que hay un hecho que mella mi corazón y el de mi familia y no es
otro que la crucifixión en vida a la que ha sido sometido un venezolano, por el
solo hecho de haber cumplido con su deber y pese a no habérsele conseguido
pruebas del delito que se le imputa, fue condenado en cadena nacional por el
finado padre de la llamada revolución socialista, marxista, bolivariana y por
ende comunista, a 30 largos años de prisión.
Un
régimen que subyuga a nuestro país y en el que todos sus altos personeros y
militantes dicen sin falso rubor ser cristianos y católicos, y se persigan con
la mano izquierda, no puede ufanarse de ser tales, pues en la religión católica
la piedad tiene una extensión de la justicia.
Dice San Agustín que el don de la
piedad da a los que poseen, un respeto amoroso hacia la Sagrada Escritura,
entiendan o no su sentido. Nos da un espíritu de hijo para con los superiores,
espíritu de padre para con los inferiores, espíritu de hermano para con los
iguales, entrañas de compasión para con los que tienen necesidades y penas, y
una tierna inclinación para socorrerlos.
Este
don de San Agustín se encuentra en la
parte superior del alma y en la inferior: a la superior le comunica una unción
y una suavidad espiritual que dimana de los dones de sabiduría, de
inteligencia; en la inferior excita movimientos de dulzura y devoción sensible.
Es también lo que les hace afligirse con los afligidos, llorar con los que
lloran, alegrarse con los que están contentos, soportar sin aspereza las
debilidades de los enfermos y las faltas de los imperfectos.
Lo
contrario al don de la piedad es la dureza de corazón, que nace del desordenado
amor a nosotros mismos, un amor que nos obliga a ser insensibles con todo lo
que no sea nuestros propios intereses y sin compasión de las miserias del
prójimo, a no molestarnos en servir a los demás, a no soportar sus defectos, a
disgustarnos con ellos por cualquier cosa, abrigando en nuestro corazón
sentimientos de amargura, de venganza, de odió y de antipatía.
Un
alma que no puede llorar sus pecados, con lágrimas del corazón, tiene o mucha
impiedad o mucha impureza, o de lo uno y de lo otro, como generalmente suele
suceder con los que tienen el corazón endurecido. Es una desgracia infinita
cuando en la religión católica se estiman más los talentos naturales
adquiridos, que la piedad. Esta dureza
de corazón tan contraria al don de la piedad, refleja una falta de fortaleza
del espíritu, pues los frutos del Espíritu Santo son la bondad y la benignidad.
Elevamos
a diario nuestras oraciones por la vida del Comisario Iván Simonovis, tan
deteriorada en los últimos meses y que ni siquiera ha tocado la sensibilidad de
quienes pueden decidir su libertad por razones humanitarias. Su calvario
debería concluir para que tras los largos diez años de ausencia de su hogar
pueda reunirse con su esposa, hijos y demás familiares, que han tenido que
soportar tan horrible pesadilla. Su esposa Bonny estoica guerrera y fiel
compañera en esta dura batalla, Ivanna la jovencita que no tuvo la felicidad de
bailar el vals de sus quince años e Iván el joven que como su hermana perdió
los años más hermosos, por la impuesta ausencia del hogar, de su padre y amigo.
Dura
la vida para esta hermosa familia y estoica la lucha que han venido librando
por la libertad de su ser querido, lucha que ha significado para el pueblo
venezolano una bandera por la conquista de la denegada justicia, y que al mismo
tiempo vindique a quien crucificaron injustamente, aún cuando los años que lo
han mantenido tras las rejas, jamás podrán ser resarcidos por nada ni nadie en
el mundo.
Solo
la justicia divina a la que con devoción se aferra Simonovis, hará posible con
el favor de Dios que obtenga la tan ansiada libertad, que su familia y todo el
pueblo venezolano ansía se le otorgue más pronto que tarde.
Ojalá
tengamos una alentadora noticia, la cual nos estimularía a levantar la copa en
el brindis de fin de año, para festejarlo doblemente: su libertad y nuestro
anhelo por la felicidad, paz, armonía y alegría del pueblo venezolano
Miembro
fundador del Colegio Nacional de Periodistas
(CNP-122)
careduagui@yahoo.com
/ @_toquedediana
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