Hace
días, el programa que veía fue interrumpido por un flash informativo: ocurrían
serios desórdenes en Córdoba; las masas soliviantadas, aprovechando la inacción
de las autoridades, entraron a saco en los comercios, e incendiaron lo que no
pudieron robarse.
Unos
clics en el control remoto y conecté un canal bonaerense. Las imágenes eran espeluznantes: incendios
por doquier, escombros en las vías, lumpen cargando con artículos robados. Vinieron a mi mente unos versos de “Il
Trovatore”: “Stride la vampa! La folla indomita
corre a quel fuoco lieta in sembianza; urli di gioia intorno echeggiano! Cinta
di sgherri donna s'avanza! Sinistra splende sui volti orribili la tetra fiamma
che s'alza al ciel!” (¡Crepitan las llamas!
¡La indomable multitud corre hacia el fuego, contenta en apariencia;
gritos de alegría en torno
resuenan! ¡Rodeada de secuaces una mujer
avanza! ¡Amenazadoras brillan en las
caras horribles las tétricas llamas que se elevan hacia el cielo!).
Lo
que comenzó en Córdoba —porque los malos ejemplos se pegan— se fue repitiendo
en otras provincias y hubo hasta muertos.
Para el día doce, todavía había pillaje en varias ciudades. Eso empañó los festejos organizados por el
gobierno para celebrar el trigésimo aniversario de democracia
ininterrumpida.
La Kristi, buena
discípula de Boves II, le echó la culpa a la oposición y negó responsabilidad
alguna del gobierno por los desenfrenos.
Fiel a la receta populista tan de moda entre los miembros de la ALCA, no
criticó para nada a las turbas que no se contentaban con saquear sino que, de
seguidas, incendiaban los locales.
Uno,
desde hace muchos años, no deja de maravillarse. Argentina llegó a ser una potencia
internacional en razón de los logros que tuvieron en educación, civismo y
producción a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Los
esfuerzos de Sarmiento por hacer escuelas y abrir fábricas fueron el
comienzo. Este quería educar a todos los
habitantes porque para la construcción de la nación era una tarea
indispensable.
Fue
quien explicó:
"El
poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad
industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen. Y la
educación pública no debe tener otro fin que el aumentar esta fuerza de
producción, de acción y de dirección, aumentando cada vez más el número de
individuos que las posean".
Buscaba
una educación que no se agotara en las profesiones tradicionales como derecho o
medicina, sino que apuntalara la producción.
Para él, la educación debía ser utilitaria, racional y científica.
Gracias
a esos esfuerzos civilizadores, ya no hubo más caudillos ni guerras civiles en
Argentina. A eso hay que sumarle la
llegada de inmigrantes extranjeros, la creación de una red ferrocarrilera que llegaba
hasta los confines, la instalación de empresas industriales y el comienzo de
las exportaciones de trigo y carnes. Se
conformó una clase media fuerte y se logró una estabilidad institucional y
política como nunca antes. Que duró
hasta que, ya bien entrado el siglo XX —cuando estaban de moda los regímenes
totalitarios en Europa— llegó el caudillo populista por antonomasia:
Perón. De ahí en adelante, y hasta hoy,
se puede decir que Argentina ha estado gobernada por una mixtura de tiranos y
gánsteres.
El
kirchnerismo es solo la más reciente.
Por un lado, se apoyan en grupos violentos para atemorizar a los
antagonistas políticos; y, por el otro, roban a dos manos. Si no, pregúntenle a Lanata, quien viajó
hasta las Islas Seychelles siguiéndole la pista a los dineros birlados por
Néstor y Kristi.
Pero
no les bastó eso; también se esmeran en aplicar la receta del Foro de Sao
Paulo: dividir a la sociedad y enfrentar a esas dos mitades para poder medrar
mejor. Y, de paso, horadar la
institucionalidad. Mandaron a las
escuelas a los de La Cámpora para que, a la fuerza, reemplazaran a los maestros
y adoctrinaran acerca de su particular manera de ver la política y la
sociedad. A todos los próceres de la
historia les encontraron tachas; solo Perón y Evita eran impolutos.
Ahora,
la Kristi ha adoptado el histrionismo que tan buenos resultados le han dado al
adalid sabanetense y su heredero. Sus
discursos son una mezcla de mentiras estadísticas, anécdotas personales y
denostación de los adversarios. Muela,
muela y cero ideas de cómo retomar el camino del progreso. Como solo saben aumentar las dádivas al
“pueblo”, incrementar la nómina oficial y favorecer la pereza, la economía se
derrumbó.
Cito
lo que dijo una periodista argentina, Gabriela Pousa, en Perspectivas
Politicas: “Esto de saquearse unos a otros no es hambre. Es carencia. Carencia
de referentes, de ejemplos. El primer saqueo lo sufrió la pirámide social
cuando el gobierno destruyó jerarquías y autoridad (…) En democracia lo
esencial es el respeto por las diferencias, no la igualdad que termina
equiparando al hombre decente con el delincuente. Hace diez años que la ignorancia es política
de Estado. Hace diez años que el modelo es la impunidad. Si los funcionarios
pueden llevarse el país puesto; robarse un plasma o un electrodoméstico
pareciera una nimiedad”. Es que la clase
política actual nunca leyó a Sarmiento: "Las masas están menos dispuestas
al respeto de las vidas y de las propiedades, a medida que su razón y sus
sentimientos morales están menos cultivados".
Pero,
por lo menos en Argentina, la presidenta hace una crítica —aunque pequeña y
direccionada contra sus antagonistas— a los que organizan los saqueos. Aquí, los estímulos para los desvalijamientos
y la rapiña vienen desde lo más alto. Y
en cadena de radio y televisión…
hacheseijaspe@gmail.com
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