Leopoldo López acaba de declarar
urbi et orbi que es un socialdemócrata.
Por cierto, una confesión nada
novedosa. Recuerdo haberlo oído entrevistado por Vladimir Villegas - cuando
hacía dúo con Kiko Bautista - contando desde España sus emociones al participar
en un encuentro de socialdemócratas españoles y/o europeos. Creo, pero puede
que me equivoque, en compañía de Henry Falcón y Eduardo Semtei. Y desde luego
muy en relativa cercanía a Henrique Capriles quien, a pesar de su militancia en
un movimiento de ascendencia socialcristiana y filo liberal, no ha dejado de
coquetear con el mismo movimiento. Imagino que conscientes ambos de que en
Venezuela, la izquierda – así sea la deslavada de una supuesta socialdemocracia
- es el único manual de navegación
aceptable para una sociedad estatólatra, populista y clientelar hasta la médula
de sus huesos. Digamos: lo que el común de los mortales nacidos después de
Gómez tiene a bien considerar socialdemócrata.
De
modo que en esta carta que le dirige ahora, meses después, a sus anónimos y
eventuales congéneres no hace más que reafirmar su voluntad de encuadrarse bajo
las banderolas de ese movimiento político, bajo los principios ideológicos de
quienes ya a fines del siglo XIX tuvieron la feliz ocurrencia de cortar de raíz
con el marxismo, renunciar a la vía violenta y dictatorial para imponer el
socialismo e integrarse a la sociedad política dominante sin pretensiones
escatológicas, mesiánicas y milenaristas – como los comunistas de la III
Internacional fundada por los bolcheviques - para batallar por los derechos de
esos amplios sectores marginados decididos a conseguir mejores condiciones de
vida para trabajadores, artesanos y pequeños funcionarios.
No quisiera creer que esa “carta a los
socialdemócratas”, que comprendo como una búsqueda y una oferta de
entendimientos, vaya a convertirse en un
nuevo “mensaje sin destino”, otra voz en la botella del naufragio, debido a las airadas reacciones que ha
despertado en importantes personeros del partido que detenta formalmente la
franquicia venezolana de lo que hoy por hoy constituye la llamada Internacional
Socialista. Me refiero a Acción Democrática. Por cierto, una franquicia que no
fue cara al padre fundador de dicho partido, Rómulo Betancourt, quien tenía
tanto que ver con Carlos Marx o Federico Engels como con Otto Bauer o Eduard
Bernstein, los padres de la socialdemocracia. Si alguna ideología está detrás
de AD es el betancourismo, esa particular forma de enfrentar la problemática
venezolana – desde los problemas agrarios a su analfabetismo, y desde el
petróleo al desarrollo de una sociedad civilista y anti caudillesca – con una
visión inmanente a nuestras tradiciones culturales y políticas pero por sobre
todo radicalmente distanciada del bolchevismo que Rómulo conoce en su juventud
y del que abjura nada más verle las entrañas al monstruo de la III
Internacional desde el Partido Comunista de Costa Rica. Tan estricto y celoso
era en la vertical venezolanidad de su proyecto de sociedad, que ni siquiera
reconoció la influencia que el aprismo, de la mano de Raúl Haya de la Torre, o
los demócratas, de la de su gran amigo Muñoz Marín, pudieran haber tenido en su
desarrollo conceptual. Revísense los siete tomos de sus obras completas
publicados hasta ahora y se verá cuánto le importó la socialdemocracia como
ideología y práctica de acción o como movimiento de articulación política
internacional en cuya vicepresidencia sesiona hoy el secretario general de lo
que ha llegado a ser el partido del pueblo.
Lo cierto, para ir al grano, es que
no comprendo el celo canino con que algunos adecos, como mi querido y respetado
amigo Antonio Ecarri Bolívar, desde Carabobo o Justo Mendoza, desde Lara, le
han enseñado los colmillos al nieto de ese gran demócrata venezolano que fue
Eduardo Mendoza Goiticoa, amigo personal de Rómulo como Julio Pocaterra y otros
eminentes venezolanos de alcurnia hoy escarnecidos por la estulticia plebeya de
una dirigencia política miope y pretenciosa, castrada de toda grandeza. Y con
algunos de los cuales pude disfrutar de memorables encuentros, junto a Pompeyo
Márquez y Ramón Jota Velásquez, que Dios nos los cuide. Pues si de algo
adolecen los herederos de la obra monumental y magnífica de Rómulo es de ímpetu
juvenil, desenfado ideológico, apertura existencial, generosidad y
desprendimientos a toda prueba y decisión de romper todos los esquemas de una
tradición política estofada en el sahumerio del pasado, revenida de tanto
burocratismo malsano, adormecida en la comodidad de sus administradores Por decir lo menos.
Leo la carta de Leopoldo López, y
me imagino un revuelo de juventudes, un imantado llamado al reencuentro de los
más jóvenes como el mismo Leopoldo, como David Smolansky y sus compañeros de
quinta con los socialistas democráticos mayores, los más grandes entre los
grandes, como mi amigo y compañero Antonio Ledezma, en plena madurez
intelectual y política, como Arnoldo Gabaldón, como Octavio Lepage, como Héctor Alonso López, como Carlos Canache Mata,
como Américo Martín, como tanto compañero que dejara el marxismo para abrazar
el socialismo democrático, como lo hicieran Andrés Velásquez y Alfredo Ramos y
tanto y tanto adeco, masista y causaerrista retirados a sus cuarteles de
invierno, con un inmenso bagaje en experiencia y sabiduría política escondidos
en el baúl de los recuerdos. Pienso en Pompeyo Márquez, a quien sólo un obtuso
podría negarle el derecho a considerarse un tribuno de la socialdemocracia
venezolana.
Digamos: pienso en una
socialdemocracia rediviva, despierta, sacudida de rémoras y telarañas.
Asumiendo el desafío de enfrentarse a la canalla de una izquierda pervertida
por la corrupción, el militarismo, la concupiscencia. Un sentimiento que, como
una brasa incandescente, duerme en el rescoldo de los mejores frutos de nuestra
historia moderna. Me imagino que a ese rescoldo se dirige la misiva de Leopoldo
López. La tomaré en cuenta.
@sangarccs
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La pena que siento es que todavía nos falta distancia por recorrer, en el hilo de la historia, para reconocer que mientras estemos encuadrando nuestra conducta política dentro del marco de las ideologías --¡izquierda, derecha!-- seguiremos perdiendo el tiempo para no ubicarnos en el mundo --Siglos XXI y XXII-- donde son la evolución, la innovación, la transformación, la expansión los adjetivos que justifican el saber y el conocimiento para entrar al desarrollo. Da verguenza que continuemos citando la referencia de Carlos Marx para mirar al espejo de nuestra conciencia, atados a un pasado remoto, históricamente ineficaz y contrario a los mandamientos de la modernidad. Nací adeco. Luché y viví, en mi cabeza, por el socialismo decadente, pero la vinculación a un elemental racionalismo, que da la edad, me obligaron a ser pragmático y ver el futuro que merece Venezuela por otros rumbos distintos a los de la confrontación ideológica. Rafael Grooscors Caballero, grooscors81@gmail.com.
ResponderEliminarEstimado Antonio Sánchez: creo que usted está soñado despierto. Mientras aquí exista el sistema electoral ahora vigente y la ayuda de estadistas extranjeros, con una oposición meramente virtual, en Venezuela habrá comunismo por cuatro o cinco generaciones, es decir, en lo que resta de siglo.
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