Si bien no inaudito, tampoco era usual recibir una llamada de Sabrina y menos aún un sábado por la mañana.
Fuimos compañeros de trabajo y nos comunicamos vía mensaje de texto muy de vez en cuando para saber que se está vivo y bien de salud. Más que un saludo, parece un reporte. Atendí su llamada no exento de intriga. Después de un breve saludo me pidió el número telefónico de un maestro de obras con quien alguna vez trabajé. Me comprometí a buscarlo y enviárselo.
Terminé de vestirme y salí a desayunar, algo tarde por ser sábado de vacaciones. Me hallaba aun degustando el suculento platillo mañanero, cuando Sabrina me urgía vía sms por el número solicitado. Me explicaba que la premura se debía que un amigo de ella había sido presuntamente secuestrado y la última persona con quien se le vio era sobrino del maestro. Yo le había escrito al ”profe”, quien conocía el número pero sin recibir respuesta todavía. Ante la exigencia de la situación le llamé y sin mayor explicación lo obtuve y lo envié a Sabrina por sms.
Me desconecté del asunto hasta que ayer domingo, pasado el medio día, el profe me escribió. Había recibido llamada del maestro informándole que el ingeniero presuntamente secuestrado, fue hallado muerto. Llame a Sabrina. Resulto ser cierto. El amigo secuestrado era además, colega de ella. Fue a cobrar un cheque el viernes para pagar la nómina y nunca más se supo de él hasta aparecer su cadáver.
Horas más tarde una amistad me informaba de su arribo al país, procedente del extranjero donde reside, a fin de compartir con su familia las festividades navideñas. Eso sí, había una novedad. Pese a haber plastificado las maletas, habían sido abiertas y le robaron todos los obsequios que traía. Por lo menos le dejaron la ropa. Le sugerí que ni se molestara en reclamar.
Cada día escuchamos relatos como estos. Unos más espeluznantes que otros y como puedo dar fe, en ocasiones más de uno por día. Lo que me aterra, lo que me asombra, es que le causan a uno alteraciones mínimas. No hay sobresalto, ni alteración del pulso, ni subida de tensión. El crimen, el delito, el abuso, se han vuelto más rutina que, por ejemplo, una llamada de Sabrina.
Quisiera poder decirles que les deseo una feliz navidad, pero sería un deseo hueco, vacío, casi que falso. Y es que la frustración que me abraza desde el 8 en la noche, no ha querido soltarme. Me tiene agujereado el optimismo, como las carreteras nacionales. Me tiene la esperanza, como las reservas internacionales, deficitarias. Me tiene la fe algo así como devaluada.
Tampoco puedo decirles que les deseo un año nuevo próspero y venturoso, pues sinceramente creo que la ventura y la prosperidad serán en el 2.014, más escazas que el papel tualé o la leche en polvo.
Lo que sí puedo pedir a Dios todopoderoso y de todo corazón es que a esta altura del año entrante nos hallemos, sino coleando, por lo menos vivitos. Extensivo claro esta a sus seres queridos. Incluidos los abstencionistas que le hicieron el juego a los rojos. Incluido los que propugnan emigrar. Incluido los que patológicamente esparcen pesimismo y afirman que “esto no sale con votos” , aunque jamás hayan empuñado una gomera, siquiera. Incluido a los malcriados que solo aceptan una salida fácil e inmediata. Incluidos Leopoldo y María Corina. Y finalmente, incluidos, los que hoy día excluyen a la otra mitad del país.
Y como solía decir mi mamabuela, que Dios y la Virgen los amparen y
los favorezcan.
Alejandro Millan
alejandrormillan@gmail.com
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Yo comparto totalmente su sentimiento de frustración, yo tampoco tenía ánimos para desearle a nadie feliz navidad y próspero año nuevo, porque estoy segura que ésto no va a mejorar, pero se los desee de todas formas porque si no te catalogan en el renglón de pesimistas.
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