Nuestros revolucionarios endógenos tienen
mucho que temer; de hecho, ser revolucionario viene ligado a vivir con miedo,
pues el mismo principio violento del que surgió la revolución es el mismo que
alimenta la contrarrevolución y toda revolución tiene un final; eso de la
revolución permanente es sólo un deseo infantil, como soñar con la
inmortalidad.
Ese miedo que los acogota, producto de los
calamitosos resultados de su gestión como gobierno, de los crímenes y abusos
que cometieron contra una importante parte de la población, para establecer su
“diferencia” con los demás gobiernos, de su arrogante sed por una quimérica
justicia igualitaria, que arruinó a muchos venezolanos, y de lo que dejaron de
hacer en aras de una ideología desvencijada e inhumana… en fin, las cuentas que
tienen por pagar son muchas y, digan lo que digan, la venganza es un plato que
se come frío y esa venganza es consecuencia necesaria de toda revolución.
De ese temor surge la sospecha, de la
sospecha las inseguridades y desconfianzas, y de éstas, la agresividad con la
que se distinguen los mandatarios y los gobiernos asustados hasta de su sombra.
Por ello es muy fácil caer en el gravísimo
error de considerar a su propio pueblo como un enemigo y tratarlo como tal,
creando organizaciones policiales para mantenerlo bajo control, usando espías
para vigilarlo, estableciendo la censura para que no se diga algo inconveniente
para el régimen, tratando de militarizarlo para imponer su obediencia y
respeto; eso ha sucedido varias veces en la historia, a Luis XVI le sucedió,
luego a Napoleón, Stalin fue un claro ejemplo, Pinochet lo ilustra en nuestro
continente.
Maduro y su gobierno ilegítimo está calcando
el mismo patrón autoritario y policial; la creación de esa morisqueta
totalitaria llamada el CESPPA, o Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria, es un
claro ejemplo del temor revolucionario convertido en pánico; con innumerables
errores de fondo y forma, este ejercicio de legislación presidencial es
huérfano de una instancia jurídica que le enmiende la plana a quienes cocinaron
tamaño despropósito.
El CESPPA asume
las funciones de solicitar, organizar, integrar y evaluar: "las informaciones de interés para el nivel estratégico de la
Nación, asociadas a la actividad enemiga interna y externa, provenientes de
todos los organismos de seguridad e inteligencia del Estado y otras entidades
públicas y privadas, según lo requiera la Dirección Político-Militar de la
Revolución Bolivariana"; violentando
toda la estructura del estado de derecho,
Maduro subroga la actividad de
seguridad del Estado a un organismo inexistente en la norma constitucional y
manejado de manera discrecional por los militares.
Esta Dirección
Político-Militar de la Revolución Bolivariana es, lejos de toda duda, un
apéndice del partido de gobierno, el PSUV, y habiéndolo involucrado en este
decreto como órgano rector para las actividades de seguridad y defensa de la
nación, lo que ha hecho es privatizar uno de los pilares del poder político del
país, otorgando a un grupo de interés privado funciones que competen a la
Presidencia de la República, cargo que Maduro ocupa por circunstancias
extraordinarias y muy cuestionadas.
Ante los graves
escándalos de corrupción en el seno de la institución militar, que venía
encargándose de la materia de defensa y seguridad del país por mandato de este
gobierno socialista, al permitir la penetración de elementos cubanos y del
narcotráfico en su interior, sumando la adhesión de su alta oficialidad al
proceso revolucionario socialista, que le ha reportado un duro golpe a su
credibilidad, y el haber permitido que sus cuadros y oficiales compitan
deslealmente con la sociedad civil, incluso en áreas tan ajenas a sus funciones
como el manejo de medios de comunicaciones, operación de supermercados y
campañas políticas, la Fuerza Armada aparece disminuida en su efectividad real
y confundida sobre su verdadero rol.
¿Cuál es la
lectura de ese garrafal error? Que Maduro y su gobierno ya ni siquiera confían
en las instituciones del propio Estado; que todo ese “constructo” del que han
venido hablando - de guerra total económica, de conspiraciones del Imperio, de
saboteo del enemigo interno… - o se lo están creyendo, o están muy desesperados
con la crisis que generaron.
El darle ese
poder a la Dirección Político-Militar de la Revolución Bolivariana – repito, un
órgano inexistente en la Constitución Nacional – se traduce en una renuncia
expresa de atribuciones presidenciales, delegadas en una institución ilegal y
fuera del espacio público.
¿Puede el
estamento militar, los cuerpos de seguridad del Estado, las instituciones, las
empresas, el ciudadano, por un decreto del supuesto presidente, obedecer
requerimientos de ese organismo? Se trata de una instancia de poder que nadie
sabe quiénes lo conforman, excepto este militar, exjefe de los servicios de
inteligencia, que ahora, por un acto chimbo de magia socialista, está por
encima de la Presidencia de la República, tendrá poderes de censura y de orden
público, la capacidad de aplicar el poder de las armas, de privar de libertad a
los ciudadanos, de tomar empresas e instalaciones privadas, de acusar a los
traidores a la patria, de “neutralizar al enemigo” y de mantener informado al
presidente, mandando bien largo al carajo el artículo segundo de nuestra carta
Magna, ese que dice que somos un Estado democrático y social de Derecho y de
Justicia…
¿Puede la
seguridad y defensa de un país ser entregada a una sección de un partido
político? Aún en los momentos más difíciles, en las situaciones más complicadas,
se espera de quien se dice presidente de un país un poco de respeto, de decoro
y majestad en el ejercicio de su cargo, en lugar de dejarse llevar por el
pánico y la histeria, nombrando a diestra y siniestra defensores de la
revolución, a la que, sin duda, le llegó la hora de rendir cuentas. –
saulgodoy@gmail.com
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