En
el paso de Jesús de Nazaret por esta tierra tuvo una amistad con tres hermanos,
María, Marta y Lázaro, quienes vivían en la aldea de Betania. Cuentan las
Sagradas Escrituras que Lázaro cayó enfermo y sus hermanas enviaron un mensaje
a Jesús que nos permite deducir claramente lo real y profundo de esta amistad:
_ El que amas está enfermo. La respuesta del Señor no se hizo esperar: - Esta enfermedad
no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el hijo de Dios sea
glorificado por ella. Y para confirmar esta clase de amistad a continuación el
narrador, el apóstol Juan declara: - Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a
Lázaro. (Juan 11). Es una historia realmente conmovedora y llena de detalles;
sin embargo, quisiera que enfocáramos nuestra atención en el vínculo que unía a
Jesús con esta familia y en la manera cómo levantó a Lázaro de la muerte.
Cuando
el Señor llegó a la aldea ya no había esperanzas en María y Marta. Habían
pasado ya cuatro días desde que Lázaro estaba en el sepulcro. Jesús pidió que
lo llevaran al lugar y al llegar allí lloró; por lo cual los judíos que estaban
presente dijeron: - ¡Mirad cuánto lo amaba! Y nuevamente, como para exaltar la
clase de vínculo que unía a Jesús con estos hermanos, el narrador hace énfasis
diciendo que Jesús estaba profundamente conmovido. Entonces, el Señor dice: _
Removed la piedra. Pero Marta le explica que por los días que han pasado su
hermano hiede. Y Jesús le contesta: -¿No te he dicho que si crees verás la
gloria de Dios? Inmediatamente después, la piedra fue removida y Jesús alzando
los ojos a lo alto elevó una oración al Padre, para luego decir a Lázaro: -
¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió envuelto en el sudario que
usaban en la época. Entonces, Jesús pidió que lo desataran y lo dejaran ir. A
causa de este evento muchos de los que habían ido a acompañar a María y a Marta
por la muerte de su hermano, creyeron en Jesús.
Muchos
nos encontramos como Lázaro metidos en el sepulcro. Familias enteras,
instituciones y en mayor escala, nuestra nación, se encuentran detrás de la
piedra, sin vida. ¡Los que nos rodean ya no tienen esperanza! Han pasado muchos
días y la muerte se ha enseñoreado de nosotros, de nuestro país. El hedor que
percibimos aquí y allá nos lo confirman. ¡Pero Jesús aún no ha desistido de
nosotros! ¿Recuerdan el amor con que amaba a Lázaro y a sus hermanas? Esa es la
misma clase de amor con el cual Dios nos ha amado. En su evangelio el apóstol
Juan nos expresa claramente el propósito de la venida de Cristo a esta tierra.
En el capitulo 3, en los versículos 16 y 17 nos muestra que la manera en que
Dios nos amó fue tan profunda que nos dio a su Hijo para que creyendo en Él
pudiéramos, al igual que Lázaro, salir de nuestro sepulcro. ¡Caminar de las
tinieblas a la luz!
A
pesar de toda la oscuridad que nos rodea; a pesar de la decepción y de la
angustia; a pesar de la mentira y la falsedad. A pesar de haberle visto el
rostro a la maldad; a pesar de la abundante cosecha de odios; a pesar de la
destrucción y la desolación, hoy es el tiempo de la esperanza. Hoy es el tiempo
de creer, hoy es el tiempo de unirnos como hermanos, de elevar al unísono en
cada hogar, en cada iglesia, en cada institución una oración por nuestra
patria, por nuestras familias, por nuestros hijos. Hoy es el tiempo de remover
tu piedra y escuchar el llamado de Jesús:
-
¡Venezuela, ven fuera!
Rosalia
Moros de Borregales
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB
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