A
los morochos: Necesito blindarlos del ambiente primitivo en el que les estoy
obligando a vivir
Hace algunos años escribí esta carta a mis hijos y tuve que leérselas porque no sabían leer. Hoy quiero volver sobre ella y lo haré mil veces más, con la esperanza de que ahora puedan leerla, lo entiendan y les acompañe siempre.
A
los morochos:
Qué
pena que su entorno esté lleno de discursos agresivos, expropiaciones,
populismo, promesas de repartir lo que otros han creado, control grosero de instituciones
e inseguridad complacida y lo peor, buenos y malos mezclados en todos los
bandos. En este punto, que va a empeorar, quiero compartir con ustedes unas
líneas escritas hace 60 años, pero nunca con más actualidad. Necesito
blindarlos del ambiente primitivo en el que, por egoísmo o valentía, no lo sé,
les estoy obligando a vivir.
"Miles
de años atrás un hombre descubrió cómo hacer fuego. Probablemente fue quemado
en la misma estaca en la que había enseñado a encender a otros. Seguramente se
le consideró un maldito que había pactado con el demonio. Pero desde entonces,
los hombres tuvieron fuego para calentarse, cocinar e iluminar sus cuevas.
Siglos más tarde, un gran hombre inventó la rueda. Probablemente fue
atormentado con el mismo aparato que había enseñado a construir. Seguramente se
le consideró un transgresor que se había aventurado por territorios prohibidos.
Pero desde entonces los hombres pudieron viajar más allá de cualquier
horizonte. Ese gran hombre, el rebelde, está en el primer capítulo de cada
leyenda que la humanidad ha registrado desde el principio y ese héroe pagó por
su valentía.
Heredamos
los productos del pensamiento de otro. Heredamos la rueda y creamos el carro.
El carro se transformó en automóvil y el automóvil en avión. Pero aquello que
recibimos de los demás es el producto final de su pensamiento. La fuerza que lo
impulsa es la facultad creativa que toma ese producto como un material, lo usa
y origina el siguiente paso. Esa facultad creativa no puede ser dada ni
recibida, compartida, ni concedida en préstamo (mucho menos expropiada).
Aquello que se crea es propiedad del creador. Las personas aprenden unas de
otras pero todo aprendizaje es sólo un intercambio de material. Nadie puede
darle a otro la capacidad de pensar. Sin embargo, esa capacidad es nuestro
único medio de supervivencia. Nada nos es dado. Todo lo que necesitamos debe
ser producido. Y aquí el ser humano afronta su alternativa básica: puede
sobrevivir por el trabajo autónomo de su propia mente o como un parásito alimentado
por las mentes de los demás.
La
necesidad básica del creador es la independencia. La mente que razona no puede
trabajar bajo ninguna forma de coerción. No puede ser sometida, sacrificada o
subordinada a ninguna consideración. A los hombres se les ha enseñado que la
virtud más alta no es crear sino dar. Sin embargo, no se puede dar lo que no ha
sido creado. La creación es anterior a la distribución pues de lo contrario no
habría nada que distribuir. No obstante, se nos ha enseñado a admirar al parásito
que distribuye como regalos lo que no ha producido. Desde el principio de la
historia, los dos antagonistas han estado frente a frente: el creador y el
parásito. El creador, atacado, siguió adelante y guió a la humanidad con su
energía. El parásito no contribuyó en nada más que en los obstáculos. El
"bien común" ha sido la pretensión y justificación de toda tiranía.
Los mayores horrores de la historia han sido cometidos en nombre de móviles
altruistas. Cambian los actores, pero el curso de la tragedia se mantiene
idéntico: un humanitario que empieza con declaraciones de amor y termina con un
baño de sangre. Tomado de "El Manantial".
Nicolás
y Bernardo: nunca se dejen engañar por los parásitos... porque éstos los
esclavizarán.
luisvicenteleon@gmail.com
@luisvicenteleon
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