Los sistemas totalitarios que pretende imponer una
relación “esclava” de las personas con el Estado van destruyendo
progresivamente cualquier espacio público o privado autónomo de activismo
social y político, desmontado, en consecuencia, la cultura de derechos que
identifica a la sociedad democrática que es el sustento de la ciudadanía y su
organización autonómica, para imponer
una legalidad y una cultura de acción
social difusa que conduce hacia el colectivismo y la dependencia estatal donde
se reprime y restringe la iniciativa individual y la organización social independiente.
En ese proceso de destrucción de las instituciones autónomas
mediante leyes antidemocráticas, inconstitucionales, intervienen a la familia,
a la escuela, a las universidades, a las ONG, sobre todo, a las instituciones
fundamentales de la sociedad civil que hasta el momento han desarrollado una
organización sustentada en la iniciativa privada o particular en
actividades como la política, la economía, la educación,
la salud, la cultura y la vida comunitaria, actividades que son en una democracia espacios donde los
ciudadanos pueden libremente alternar con el Estado sin perder su
singularidad.
En estos 15 años del régimen, autollamado revolucionario,
hemos visto que el Estado ha intervenido la sociedad civil despojándola de
derechos y competencias propias de los ciudadanos organizados. En la política
se han venido cercando a los partidos políticos, limitando su participación en la Asamblea
Nacional, en el CNE, eliminando el
financiamiento publico, al mismo tiempo, que restringe y penaliza el apoyo
privado para el desarrollo de sus actividades, criminalizando y persiguiendo
sus acciones, destruyendo mediante propaganda oficial sin ética la dignidad de sus lideres al colocarlos al
escarnio y al odio publico, así como inhabilitarlos o despojarlos de la
libertad utilizando expedientes amañados. Hoy en Venezuela hay todo un plan
para destruir la actividad política disidente al Estado Socialista., o sea a la
libertad para la asociación partidista. .
En la actividad económica, el régimen en la búsqueda de
imponer el paradigma de la economía socialista; - el control de los medios de
producción -, han ido desmontando gradualmente la empresa privada mediante leyes que restringen las libertades
económicas, irrespeto al derecho a la propiedad y, con medidas compulsivas,
como control exagerado del mercado de las divisas, regulaciones fiscales
persecutorias, expropiaciones y confiscaciones.
Se ha impuesto la estatización de la economía y, las pocas empresas
privadas que existen están sobreviviendo. Prueba de ello, es que importamos el
87% de lo que consumimos, que han cerrado miles de empresas, que se ha alejado
la inversión extrajera, que sufrimos escasez y desabastecimiento y, sobre todo,
la presencia de una inflación incontrolada que esta llevando a los venezolanos
a la crisis más grave de la historia contemporánea. Pero lo grave es que no hay
intenciones de rectificar.
En la educación, el centralismo y el autoritarismo
educativo propio de los sistemas totalitarios se desarrollan en Venezuela. El
proceso de ideologización en las escuelas y universidades ha sido el signo de estos 15 años, se han introducido
cambios en los pensa de estudios que tratan de imponer una nueva historia, un
nuevo procerato, una nueva visión del mundo y la sociedad que busca la
construcción del “hombre nuevo” para la sociedad socialista, una visión
unidimensional del mundo, contradictorio a la educación para la libertad y la
democracia establecida en la Constitución Nacional. Se ha perdido la autonomía de la institución
educativa, ha caído la calidad y la pertinencia para dar paso a una educación
para el aseguramiento de la permanencia del régimen en el poder mediante
las generaciones futuras que deben ser fieles a su doctrina. La
educación se ha convertido en un instrumento de fortalecimiento futuro del
poder estatal y no de promoción del desarrollo intelectual y de valores
democráticos del individuo
y de la sociedad.
En lo cultural, el Socialismo del Siglo XXI niega toda
expresión cultural que contradiga los postulados reduccionistas del socialismo
totalitario, en este sentido, con el grito de guerra: “muerte a la cultura
burguesa” han intervenido instituciones con más de 60 años de actividad
cultural autónomas como son los ateneos,
museos, escuelas de arte y casas de la
cultura que eran regentadas por la sociedad civil, estatizando la cultura,
definiendo una cultura oficial cuyo eje es la “la nueva cultura”, la cultura revolucionaria. En si, es el fin de la autonomía en la
organización y participación ciudadana.
Juan Carlos Delgado
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