Las
Olimpíadas Matemáticas comenzaron en Venezuela en 1975 bajo el auspicio del
Ministerio de Educación, a través del Centro Nacional para el Mejoramiento de
la Enseñanza de la Ciencia que organizó y fomentó la actividad a nivel
nacional, también en química y física, con ánimo de estimular el talento en los
jóvenes. Hasta que en 2003 el ministro A. Istúriz las eliminó porque su
presunto elitismo iría a contravía de la igualdad exigida por la ley.
Trocando
escollos en retos, un decidido grupo de profesionales mantiene las olimpíadas
matemáticas, con modesto apoyo de entidades privadas. Son muchas las preseas
obtenidas, a tal punto que las 3 medallas de plata y 11 de bronce ganadas en
certámenes mundiales entre 1988 y 1998 crecieron a 3 de oro, 10 de plata, 20 de
bronce, 18 menciones y dos copas en el período 1999 a 2006.
Las
pruebas internacionales son ahora más exigentes y por tanto, también lo es el
entrenamiento de dos años exigido a los jóvenes. No obstante, los logros han
sido sustancialmente menores en el período 2007 a 2013: 2 medallas de plata, 11
de bronce y 21 menciones, esto mientras países vecinos (El Salvador, Colombia,
Ecuador) suben peldaños en la clasificación olímpica, en buena medida
entrenados con el material colocado en red por nuestros docentes para el
estudiantado venezolano.
Mientras
la Federación Mundial de Competencias Matemáticas Nacionales reconoce los
méritos de estos profesionales al otorgar el premio Paul Erdos en el año 2010
al Presidente de nuestra asociación local, sus esfuerzos no se reflejan en los
resultados finales.
Contra
la creatividad requerida de los concursantes conspira la baja calidad de la
enseñanza de las matemáticas, que sólo exige la memorización de conceptos y más
recientemente, el declinante compromiso de los competidores y sus familias al
arduo entrenamiento requerido para concursar con éxito.
Es
como si poco a poco nos acostumbramos al mínimo esfuerzo como motor de nuestras
vidas, dando al traste con cualquier empuje dirigido a desenvolvernos en la
sociedad de conocimiento del siglo XXI.
Cuando
la Constitución nos habla de que "toda persona tiene derecho a una
educación integral de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y
oportunidades" (art. 103), el régimen sólo lee hasta allí, sin percatarse
de que lo que sigue: "sin más limitaciones que las derivadas de sus
aptitudes, vocación y aspiraciones", es la nuez diferencial entre el
rasero del igualitarismo por lo bajo y la oportunidad de crecimiento a través
de la equidad.
El
régimen cree estar ganando la partida en lograr una sociedad chata, de
autómatas sin disciplina ni deseo de superación. Pero mientras existan
soñadores dispuestos a hacer realidad sus ideales, como los entrenadores
olímpicos, siempre habrá esperanza de resurgir hacia la sociedad pujante que
merecemos.
*Presidente
de la Asociación Venezolana de Competencias Matemáticas
gioconda.sanblas@gmail.com
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