Salgo entusiasta a caminar. A pocas cuadras, un pequeño negocio es "visitado" y su dueño vejado por la GNB, mientras afuera se arremolinan eventuales compradores de las gangas impuestas arbitrariamente, sin cuidar la normativa legal existente, con el fin aparente de reparar delitos cometidos por presuntos comerciantes inescrupulosos en el remarcaje continuo de precios. Los rostros expectantes de algunos clientes reflejan el primitivo instinto de jauría, dispuestos a echarse encima al comerciante y sus mercancías. Guardando las distancias, recuerdo con tristeza los autos de fe, aquellos actos de la Inquisición en los que los acusados eran sometidos al escarnio público y con frecuencia, a la muerte en la hoguera. Los asistentes al acto, siervos de gleba sin derechos ni beneficios de sus señores, se regodeaban con los gritos y el olor a carne chamuscada, satisfechos de saber que no eran ellos los últimos en la escala de la humillación humana. Y no pude menos que reflexionar en la indignidad a que nos hemos degradado en estos 15 años de barbarie. Sigo mi ruta y llego al supermercado. Allá, dos clientes se pelean por un pollo. No hay leche, ni aceite, ni azúcar, ni harina... Me informan que al día siguiente llegará algo, pero entonces estaré en mi lugar de trabajo y no podré salir a hacer colas, esas largas y asfixiantes colas que hemos asumido dócilmente como parte de nuestra vida diaria, en aproximación a las tarjetas de racionamiento de la dictadura cubana. Me viene a la memoria el decir de un cubano cuyo mayor deseo a sus 70 años, era "no hacer más colas, estoy cansado de hacer colas por más de 50 años". En mi recorrido paso por el edificio donde la semana pasada un vecino de 28 años fue secuestrado y asesinado, sumando uno más a los casi 200 mil homicidios ocurridos en Venezuela en los últimos 15 años y de los cuales más del 90% queda impune, víctimas de la violencia propiciada por el régimen como política de Estado. Siento que algo debo hacer para corregir este estado de cosas. Y al ver las calles atiborradas de propaganda electoral, invitando a votar el próximo 8D para elegir nuevas autoridades municipales, pienso que es una sencilla y trascendental oportunidad para expresar nuestra afirmación por un mundo mejor y nuestro rechazo al deterioro material y moral a que nos ha llevado el régimen en 15 años de imposición de una pseudo-ideología caduca y ruinosa. Una pequeña pero formidable contribución a aumentar el número de alcaldías y concejos municipales en manos de la unidad democrática y demostrar con el número total de votos, que somos mayoría. Por encima de los obstáculos, con la certeza de que hemos ido creciendo sin pausa bajo el cobijo de la Unidad Democrática, la cita del 8D es obligatoria para quienes deseamos la civilización y no la barbarie, la democracia y no la dictadura, como norma de vida.
GIOCONDA
SAN BLAS
gioconda.sanblas@gmail.com
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