El presidente Santos continúa ensillando sin traer las bestias. Su
mayoría parlamentaria acaba de aprobar la convocatoria de un referendo que
tendría por objeto someter a consideración de la ciudadanía los probables
acuerdos de paz que se firmen en La Habana.
El Marco Jurídico para la Paz fue expedido para ser aplicado a las
guerrillas en un eventual acuerdo de paz. Quiere decir esto que el Estado
colombiano se atiene a legislar ante una probabilidad, un albur, que, cada día
que pasa, se hace más inviable.
A las Farc nada de lo que ha hecho y concedido este gobierno les ha
llamado la atención. No le hacen buena atmósfera a leyes que contemplen algún
castigo penal o una consulta a la población. Piensan que en una negociación de
iguales, el otro igual, el Estado, no puede imponerles penas. Y de votos, ¡ni
locos que estuvieran! pues saben que llevan las de perder. Tampoco las llena la
actitud regalona e incondicional consagrada en la política de paz que echó a
caminar el presidente y su Comisionado de Paz Sergio Jaramillo.
¿Qué es lo que quieren, entonces? “Refundar el Estado” es lo que han
dicho sus voceros en diversas ocasiones. Eso implica la convocatoria de una
asamblea constituyente con delegados a partes iguales.
El presidente Santos ha perdido, hace buen rato, todo margen de maniobra y negociación en tanto se agota el tiempo para definir si va o no por la reelección. Sabe que para salvar la partida necesita que las Farc le firmen un acuerdo presentable y ellas conocedoras de sus afanes lo tienen maniatado, a su merced y le cobrarán duro, muy duro, satisfacer su demanda.
El desespero del gobierno se puede apreciar en las declaraciones del
jefe de la delegación oficial, Humberto de la Calle, quien reafirmó antes de
salir rumbo a una nueva ronda que las negociaciones en principio no son sobre
la paz sino que buscan acordar un conjunto de reformas a ser acometidas en una
fase de transición de 10 años.
Lo que suena muy curioso es que haya invitado a
la nación a apoyar las conversaciones de paz si lo que se está discutiendo no
es la paz. Y epígonos angustiados hacen circular el falaz argumento de que los
tiempos de las Farc son rurales por tanto lentos, mientras los del gobierno son
urbanos, con el que intentan justificar la falta de acuerdos a la vez que dan
por sentado que las guerrillas representan el campesinado y no un anacrónico
proyecto comunista. La angustia oficial lleva al Fiscal Montenegro a atacar
groseramente a la Fiscal de la Corte Penal Internacional acusándola de rígida y
dogmática en la defensa del derecho internacional humanitario.
No sabemos si, entre las muchas estrategias ensayadas por Santos para
enmendar la plana, hayan apelado a meterle miedo a Márquez, Timochenko y
compañía con el creciente apoyo popular a las tesis del uribismo y la
posibilidad de un triunfo electoral del Centro Democrático, que significaría la
cancelación de la mesa y el reinicio de una gran ofensiva militar. A lo mejor,
puede creer que pintar a Uribe y a sus candidatos a la presidencia y al
congreso como sedientos de sangre y partidarios del exterminio de las
guerrillas, melle la actitud diletante que hasta ahora han mantenido.
Que en el discurso de Santos, de Montenegro y de la Calle, de
congresistas enmermelados y en la publicidad oficial se presenten como enemigos de la paz no a las
guerrillas que exigen 99 condiciones en el segundo punto para seguir en la
tertulia, no a las guerrillas que arrecian en sus ataques terroristas contra la
Fuerza Pública y la población civil, como en Tumaco, sino a quienes con
argumentos políticos demuestran la insinceridad de las Farc, su doble juego, su
aprovechamiento de la ocasión para
fortalecerse, es, claramente, una argucia miserable, un golpe bajo, una
imperdonable mezquindad, porque ese es el primer paso para pasar a usar al
uribismo y a los críticos del proceso como carta de amenaza.
Las Farc, pues, tienen la manija de las conversaciones. Entienden que el
presidente sería capaz de moverse de su posición de aparente inflexibilidad en
mantener el Marco Jurídico para la Paz y el Referendo y es lo que van a forzar y si no lo pueden lograr, les queda la
opción de continuar los diálogos más allá de fines de noviembre, sin ningún
compromiso de firmar un acuerdo y buscando ser protagonistas de la próxima
coyuntura electoral. Al fin de cuentas ya el presidente dio a entender que la
negociación se tomará más de lo previsto. Y, como en la política de paz se
estipula que en función de la misma se justifica tomar medidas extraordinarias,
pues nada raro que nos veamos en un escenario impensado. Para eso tiene de
ministro de Justicia a uno de los más hábiles alfiles del samperismo, fuerza
política que soporta este impresentable experimento.
¿Y qué pasará con el referendo? La Corte Constitucional dará cuenta de
ese esperpento, el presidente es consciente de ello. Así que no vale la pena
analizar su contenido, es que no hay ni habrá nada para refrendar.
CODA: con la elección de Óscar Iván Zuluaga como candidato del Uribismo a la presidencia
se evita el duelo familiar Santos versus
Santos.
Darío Acevedo Carmona, Medellín,
Dario
Acevedo
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