El
16 de agosto de 1888 el Dr. Pablo Rojas Paúl, a la sazón Presidente de la
República de Venezuela, exteriorizando sentimientos de honda raigambre social,
dispone la fundación de un Hospital Nacional, ¨de construcción análoga y
régimen semejante al del Hospital Lariboissiere de París¨ y que habría de
llamarse Vargas –a secas-, como homenaje al sabio reformador de los estudios
médicos en el país, Dr. José María Vargas. Tres meses más tarde, en terrenos
conocidos como Potrero Pulinare y donde se ubicaba el ya clausurado Cementerio
de San Simón y Las Mercedes, la muerte dio paso a la vida cuando los trabajos
de banqueo de los terrenos, turbaron la paz de los sepulcros.
Un
día 1º de enero de 1891, se ve al fin realizado el caro sueño del entonces
Ministro de Obras Públicas, Dr. Jesús Muñoz-Tébar, quien habiendo puesto lo mejor
de sus esfuerzos en su proyecto y ejecución, lo entrega listo para su
inauguración. Y es así como el Hospital Vargas recibe por vez primera, la
visita de un jefe de estado, y en esa ocasión, en compañía del Gobernador del
Distrito Federal, General Neptalí Urdaneta, en sencillo acto lo da por
inaugurado. Ello patentizó la visión futurista de aquellos hombres al poner en
funcionamiento aquél centro, que al decir de sus detractores era, ¨de imposible
mantenimiento por sus deformes proporciones¨ y que durante más de sesenta años
se constituiría en el Hospital General más grande de Caracas, y en centro de
referencia por excelencia donde llegaban pacientes desde todos los puntos
cardinales de la geografía patria.
Pero
no es sino hasta el día 2 de julio de 1891 cuando es acogido en su seno su
primer paciente, Antonio Rodríguez, un humilde labriego que encontró en él
protección y ayuda para su dolor, y tras sí, miles y miles de desheredados de
la fortuna, de la salud y de la protección social, han traspasado sus umbrales para recobrar la
alegría de vivir, encontrar alivio para su pena, o en el peor de los casos,
ayuda en el duro trance de la muerte. Y a medida que el tiempo devoró
calendarios, el Hospital Vargas fue marcando la pauta en la Medicina Nacional
en sus aspectos asistenciales, docentes, de investigación clínica y
experimental, o en proyección a la comunidad en momentos de epidemias o crisis
de salud.
De
sus salas emergieron una pléyade de hombre, unos ya fallecidos, cuyos nombres
recordamos con admiración, respeto y justo reconocimiento, y cuyas ideas y
actuaciones son una invitación a la emulación: Luis Razetti, José Gregorio
Hernández, Br. Rafael Rangel, Pablo Acosta Ortiz, Santos Domínici, Manuel
Dagnino, Emilio Conde Flores, Gilberto
Morales Rojas, Gabriel Trómpiz, José Ignacio Baldó, Miguel Ron Pedrique,
Fernando Rubén Coronil, Augusto León, Francisco Montbrun y muchos otros paladines
de la lucha contra la injusticia y el dolor. Otros aún vivos, Otto Lima Gómez,
Herman Wuani, Carlos Hernández, y todavía más, esparcidos por el territorio
nacional dando lo mejor de sí en su noble misión.
A
la par que transcurre su vida, en el año 1936 acaece en el país un hecho de singular
significación trascendencia, la creación del Ministerio de Sanidad y Asistencia
Social que como órgano rector de la Asistencia Pública debía dedicarse por
entero en el terreno preventivo y curativo, a las múltiples endemias y
epidemias que azotaban la Venezuela rural.
El
tiempo pasó y el progreso, que no se detiene, avasalla todo lo que no es
renovado. La población de Caracas, en continuo aumento, rebasó con creces la
capacidad de la vieja casona. Ocurrió así en 1956, la apertura del Hospital
Universitario de Caracas, que moderno y monumental, pareció querer dar al
traste con una gloriosa y útil trayectoria. Muchos médicos ilustres emigraron a
la nueva edificación. Otros, más románticos pero no menos ilustres y soñadores,
no quisieron abandonarlo ni se resignaron a verlo transformado en un centro de
segunda categoría.
Fue
entonces cuando el tesón y la fe de muchos de los que me honraron con sus
enseñanzas y su amistad, pudo hacer, de lo poco que allí quedó, no sólo un
Hospital que mantuviera su jerarquía científica, sino que alentaron la idea e
hicieron posible la creación de la Escuela de Medicina ¨José María Vargas¨ que
muy pronto dio sus frutos en nuevas promociones médicas y más tarde, en
gestación fecunda, enseñanza de postgrado de la más alta calidad.
En
época más cercana acontece un suceso de trascendencia histórica para el país,
signado por el cambio del concepto de carácter benéfico de la Asistencia
Pública por uno más universal y humano, el Derecho a la Salud, que como derecho
ciudadano quedaba asentado en nuestra Constitución, señalando al Estado como
responsable de su implementación y cabal cumplimiento.
Ciento
veintidos años han transcurrido desde la visita del Doctor Andueza y no en
balde. Muchos años de trabajo continuado, intenso y agotador, de fructífera
labor callada, de trayectoria cimera en la Medicina Nacional. Los que llegamos
de último, entonces estudiantes bisoños que nos acercábamos tímidos al hombre
enfermo, que al calor de la huella dejada por grandes hombres y mantenida con
cariño por su predecesores, aprendimos a sentir muy hondo y a querer al viejo
recinto y a su humilde clientela, comenzamos a palpar muy de cerca e
impotentes, como el desdén y la indiferencia iban matando lentamente al
Hospital.
Corrió
parejo un drama similar en nuestro máximo organismo de salud, el Ministerio de
Sanidad, donde al favor de una Venezuela opulenta, sin claras políticas de
salubridad, crecieron cerca de un centenar de grandes y pequeños entes
dispensadores de salud, que como yerba mala proliferaron en alarmante profusión
arrebatándole su supremacía, atomizando responsabilidades, malgastando recursos
y llevando a tumbos la salud del hombre venezolano en medio de una inexistente
coordinación, de carencia de objetivos y metas, de evaluación y autocrítica
sincera y responsable que fue llevando a este caos asistencial de hoy día, en
el que cada uno de nosotros toca una cuota de responsabilidad, sea por obrar a
la ligera, sea por confundir aspectos eminentemente técnicos por otros extraños
a la salud y a la actuación del médico, fuera por expectación silenciosa y aun
cómplice.
En
esta cascada hacia el abismo de los últimos catorce años, en medio de una
bonanza económica nunca antes conocida y precios del petróleo alcanzando cotas
nunca vistas, vemos con gran preocupación como los índices de salud se han
deteriorado a niveles vergonzosos. El Ministerio de Sanidad, ahora llamado de
Salud y Desarrollo Social, invadido de pseudo técnicos cubanos, ajenos a
nuestra idiosincrasia, ha destruido las redes epidemiológicas –comenzando por
la División de Malariología-, ha cambiado a su antojo múltiples veces de
ministros –muchos de ellos, militares ignaros- y ha devenido en una mueca de lo
que alguna vez fue.
El
proceso de empobrecimiento del venezolano es largo y se ha acrecentado en forma
grosera durante el gobierno comunista de Chávez y el ilegítimo Maduro. Tal hace
pensar que será imposible alcanzar las Metas del Milenio: Retraso inexplicable
de tres y más meses en las publicaciones del Boletín Epidemiológico Nacional –
creado por iniciativa del Dr. Darío Curiel y presente desde 1938-. La
mortalidad infantil en 2010, se incrementó en 8,7%. La mortalidad materna,
comparativamente con la lograda en 1998 retrocedió más de 10 puntos y es ahora
mayor que hace 20 años. Cada año nacen más de 20 mil niños de madres
adolescentes y si se contaran los abortos, la cifra se elevaría en 20%. El
dengue incrementó sus casos en 110,5 % y así, nos encontramos en medio de la
peor epidemia de últimos 20 años: 104.041 casos (3 veces más que la cifra
alcanzada para la misma semana del año pasado, n: 42.466). Si se mantiene la
tasa de letalidad observada hasta julio de 2010, de entre 0,7 y 0,8 x 1000
habitantes, sin tomar en cuenta el subregistro, el número esperado de
fallecidos hasta este momento se estimaría entre 65 y 75 personas. Contra el
año pasado la malaria acumuló una cifra de 35.863 casos, un incremento de
68,0%. La cobertura de inmunización contra el sarampión se redujo en 2008 fue de 56 %; un porcentaje inferior a
Haití. La cobertura contra la tos ferina en 2007 también fue deficiente: 62 % y
en 2008 de 22,7 %. Otras fuentes oficiales indican que fue de 51 % para ese
año. Las estadísticas en Venezuela indican que en los últimos 6 años se ha
duplicado el número de casos de tos ferina, estamos hablando de 550 casos reportados
en registros de epidemiología del Ministerio de Salud para el año 2000 y 1.380
casos registrados para el año 2007. Otros miasmas acompañantes son el tétanos
neonatal, fiebre tifoidea y la sífilis congénita.
La
tuberculosis, que acompaña al hambre como la sombra al cuerpo: apenas
descendió; triste situación sólo comparable a la Venezuela paupérrima del
gomecismo. La falta de proteínas comienza a producir hordas de venezolanos
famélicos, en ¨chores¨ y descamisados como los cubanos, débiles física y
mentalmente. Una muestra se percibe en los maromeros de los semáforos. Y el
espacio se hace corto para tanta miseria...
A
todo ello se agrega la creación de una escuela de medicina paralela, de
gestación y manejo por personal de la misión cubana para formar el llamado
¨médico integral comunitario¨, nacido malformado, nunca frente al cuerpo
desnudo de un paciente, siempre frente a un computador envenenado de comunismo,
nonato y de partos múltiples calculado en 20 mil… Se atisban momentos muy
difíciles para el pueblo venezolano frente a una plaga de ignaros.
Es
nuestra impresión de que la lenta muerte de nuestro Hospital en pequeño, y el
progresivo deterioro de la Asistencia Pública en el país en grande, que vemos
ocurrir con amargura, es con mucho producto de nuestra apatía, improvisación,
ineficiencia, falta de mística, cobardía
y seriedad de mucha gente, y muy en especial de nosotros, los médicos,
que impertérritos miramos la destrucción. En lo particular, nuestro Hospital ha
ido perdiendo logros que no sin esfuerzo se obtuvieron en el pasado, hasta
llegar a un estado de penosa agonía en medio de una remodelación que raya los
seis años, con pabellones de cirugía sin anestesiólogos, sala de emergencias
desprotegidas del hampa, desmembrados sus postgrados por falta de candidatos,
estudiantes que sólo piensan graduarse para migrar del país, una oferta de
pacientes provenientes de una población marginal donde las salas están llenas
de tuberculosos bacilíferos, en enfermos de sida y una ralea de condiciones emparentadas
con la injusticia social llevada a sus extremos. Todo ello, una vil maniobra
para destruir la medicina nacional y reemplazar a nuestro padre Vargas, por el
sanguinario Che Guevara.
A
la par que la Institución se ha ido deteriorando, y de que múltiples quejas,
reclamos, sugerencias y posibles soluciones son desoídas o ignoradas, este
morbo dañino ha dañado también lo que siempre fue nuestro mayor orgullo, la
mística y vocación de servicio de un cuerpo médico que fue siendo llevado
sutilmente a la desesperanza y frustración hacia lo que hemos llamado, ¨la
resignación depresiva¨, en la que no se levanta ya una voz de protesta, en que
no se sabe con quién hablar, a quién recurrir, en que no se sabe si los
ofrecimientos reiterados no serán más que eso… Pareciera significar esto, que
se desconoce la tragedia nuestra de todos los días, de que la verdad es
ignorada por las autoridades o ha sido ocultada, y de que nuestros problemas no
van a ser resueltos…
Rafael Muci
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
Dr. Muci lo felicito por su excelente artículo, de contenido muy triste, nos sentimos unidos a usted en esta mala hora de la patria.
ResponderEliminar