El presidente Maduro inició la búsqueda de una quinta
ley habilitante. A lo largo de estos quince años, bueno es recordarlo, el poder
legislativo ha "habilitado" al ejecutivo en cuatro ocasiones. Bien,
el martes 8 de octubre anunció que solicitará poderes especiales para legislar
contra la corrupción y combatir la "guerra económica". Invitó al
pueblo venezolano a "batallar sin descanso hasta lograr extirpar este mal
de raíz".
Es paradójica esta declaración. Pretende combatir lo que su
modelo económico y sus políticas públicas
han creado a lo largo de estos últimos quince años. Pareciera, entonces, que el presidente va a "batallar sin descanso" contra
sus propias políticas y ministros. ¿Sería Merente un victima propiciatoria?
Esta visión, desde luego, no es compartida por los
enchufados que diseñan las políticas del gobierno. Estos analistas profesan una
religión populista. Un marco de creencias que les impide tomar decisiones que
contradigan las verdades económicas contenidas en su recetario macroeconómico.
Resulta sorprendente como repiten recetas económicas que ya han sido
practicadas si éxito en otros países.
Rudiger Dornbusch y Sebastian Edwards, en su libro, Macroeconomía del populismo en América Latina,
explican las distintas fases que atraviesan estas políticas hasta llegar al
colapso final. Ilustran su argumentación con los ejemplos de Chile de Allende y
Perú de Alan García. Si bien fueron realidades políticas distintas, ambas
experiencias compartieron el mismo marco de creencias macroeconómicas. Estos
autores afirman que el modelo populista es una reacción contra las experiencias
monetaristas. Distinguen cuatro fases. No se asuste amigo lector. Ciertamente
no voy a describirlas, ni pienso atiborrar este escrito con argumentos
sofisticados de teoría macro económica. Si me interesa resaltar que hoy, en el
país, estamos experimentado la última de
estas etapas. Sus rasgos económicos más gruesos son los siguientes: aceleración
extrema de la inflación, fuga de capitales, desmonetización de la economía,
déficit presupuestario, escasez, desempleo, corrupción generalizada. El salario
declina y se debe "a un hecho
sencillo: el capital puede atravesar las fronteras, pero los trabajadores
no". Desde luego, todos conocemos el desenlace político de ambas
situaciones. Golpe de estado y represión masiva.
Hay un aspecto que deseo subrayar. ¿Cómo explicar esa
repetición de errores y estrategias económicas mal concebidas? ¿Podría
atribuirse a una falta de "memoria" de las élites políticas oficialistas? ¿Incapacidad?
¿O, serán estas estrategias subsidiarias de un determinado marco cognitivo?
Esta última interrogante precisa un aspecto vital para comprender la
imposibilidad del populismo socialista de dar marcha atrás: la dimensión
cognitiva de sus políticas públicas. Este es un tema que es ineludible abordar
en el contexto de la formulación de un pensamiento progresista.
Veamos. Esta religión populista se encuentra anclada
al interior de un mapa cognitivo, de una visión del mundo. Esta perspectiva
proporciona los principios que orientan su acción pública y su práctica
política. En conjunto conforman un sistema estructurado de instrumentos
conceptuales y analíticos. En breve un aparato ideológico. Este sistema de
creencias los condena inexorablemente a una marcha sin retorno posible.
Retroceder o propiciar un viraje, significaría la descomposición y la pérdida
del poder político. Esta cartografía, entendámoslo, no es susceptible de
modificaciones. Aquí reside la tragedia de la revolución socialista del siglo
XXI y los peligros que acechan a nuestra precaria democracia.
En fin, esta
macroeconomía del populismo se encuentra articulada, igualmente, a una práctica política específica. Cuyas
características sobresalientes son, por ejemplo, autoritarismo centralista, uso
faccioso de la administración pública y la demonización del adversario. Es
evidente, entonces, que el federalismo (discursivo, económico y político)
constituye la alternativa política a esta religión populista. Sin embargo,
hasta ahora esta opción no es percibida así por el bloque opositor. Lo cual
añade fragilidad a la situación política que confronta el país. Son peligrosos
los tiempos que se avecinan.
acostnelson@gmail.com
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