La patria es
también espiritual presencia que nos acompaña donde estemos, es el añorado
sitio donde queremos vivir, el último sitio donde aspiramos morir.
La patria
está en las indefinibles sensaciones de aquel primer instante, en esa de unión
maravillosa que nos identifica con el lugar donde nacemos.
¡Patria...! Palabra subyugante, misteriosa, atrayente, pero a la vez, breve,
rotunda, singular, que ordena y estremece, voz que alarma y señala, que exige
el superior deber e invita al sacrificio, pero también convoca a una vida en
paz.
La patria es la más lejana y esencial memoria de la vida: la luz, el aire, el
agua..., las cosas con las que la naturaleza nos enseña lo que es y lo que en
ella somos.
Patria es, igualmente, la primera lección, la paternal presencia que nos guía y
exige caminos por andar, para que sea honroso el porvenir.
La patria es el hogar, que reúne a los hijos en el amor y el bien.
Encontramos la patria en la escuela aquel día en que la descubrimos en su forma
geográfica, haciendo parte inconfundible y única en la gigantesca esfera del
mundo, que la buena maestra nos enseñó a mirar.
Junto al propio nombre, aprendimos el suyo, entre aquellas palabras familiares
con que habla el hogar.
La patria fue tan hermosa cuando la dibujamos..., y qué amplias sus costas, qué
grandes sus montañas, qué extendidos sus llanos, infinitos sus ríos, asombrosos
sus bosques, sus rostros, sus colores, sus caprichosas nubes y claro el cielo
azul.
En su mapa, aprendimos a encontrar a sus pueblos, sus ciudades, sus regiones,
sus límites...; igualmente, buscamos sus paisajes, esos que vimos en los viajes
y que nunca olvidamos.
La patria significa algo más..., es honor, es deber, es virtud..., está en el
nombre propio de sus héroes y en sus grandes acciones: Miranda, Bolívar, Sucre,
Páez..., La Carraca, Carabobo, Ayacucho, Las Queseras..., Libertad, República,
Igualdad... Bello, enseñando a su joven alumno; Rodríguez, ¡escuchando sus
ardientes promesas por nuestra libertad...!
La patria está en los sueños... surge allí en la leyenda y en las tradiciones,
se hace vivencia mágica y embrujadora cada vez.
La patria que sufrió el terremoto y que luego emigró, se abalanzó a los mares,
marchó por caminos distantes, forjando la interminable lista de sus heroísmos:
Araure, La Victoria, San Mateo, Bocachica, Juncal..., El Yagual, Mucuritas, San
Félix..., Las Flecheras, Calabozo, Maturín..., Carabobo, otra vez...; triunfar
en Boyacá, en Pichincha, en Junín..., glorificarse en Ayacucho, mientras su
nombre proclamaba el que fue Mariscal...
Aquella patria de los grandes hechos, de la virtud civil, del patriotismo y del
honor, bendecida en el templo, surgida en los Congresos escribiendo la ley:
justicia, igualdad, democracia y paz... Una República que defendió su
independencia y su soberanía, su derecho y su libertad, y en la que todos
éramos por igual: ciudadanos y venezolanos.
La patria en la Constitución de 1830, enfrentó al caudillismo; en el Decreto de
1863, afirmó las garantías ciudadanas; en la de 1947, aprobó el voto universal;
en la de 1961, aseguró estabilidad política y sentido democrático.
No obstante que ella era la patria, le salieron al paso señores y
caudillos, jefes y villanos para someterla a la ilícita ambición y a la
estéril lucha, regando con su sangre los llanos y los montes al grito de:
"¡Vivan las Reformas!", las que nunca se dieron; "¡Viva la
República!", que después se perdió; "¡Viva la Constitución!", la
que tantos violaron; "!Viva la Revolución!", falsa y
destructora.
La patria en manos de tiranos y déspotas, se reveló con dignidad en momentos de
conciencia y valor. Burlada tantas veces por sus opresores, traicionada por los
ingratos hijos que la entregan a cambio de su propio provecho, siempre se
enalteció al final: el sacrificio de Miranda, la constancia de Bolívar, las
virtudes de Sucre, las lecciones de Vargas, Toro, Acosta... La patria contra
sus dictadores en la templanza de Guevara y Lira, en la dignidad de "Pío
Gil", en la guerrilla de Arévalo Cedeño, en la muerte de Alvarado Franco...
La patria que recobró el derecho a vivir sin barbarie en el magisterio de
Gallegos, y en el fraterno encuentro que logró Andrés Eloy, supremos mandatos
que nos auspician caminos mejores.
"Potius mori quam f dari": "primero morir que traicionar",
expresó aquel adagio de un patriota valiente, de un noble ciudadano, de un
soldado ejemplar, porque lo: "sagrado y divino es la patria" como
indicó Luciano.
¿Qué diremos de aquél que traiciona a la patria a la sombra de la confianza pública? ¿De aquél que la engaña y corrompe? ¿De aquél que no la sabe honrar o la deja a la merced de otros? ¡Ni la historia, ni sus conciudadanos, ni la conciencia patria, los absolverán...!
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