El pasado 4 de octubre de 2013 ingresó al Hospital Padre Justo de Rubio un familiar muy cercano. Había sufrido un grave accidente colectivo de tránsito, que lo colocó al borde la muerte. Luego de pasar por emergencia fue hospitalizado. El domingo 6 de octubre la médico de guardia de allí se negó a subir a piso a verlo, y tampoco a firmar su salida, a pesar de que el paciente es médico, para remitirlo a otro hospital donde fuera mejor atendido.
Con el consentimiento de mi familiar, con el mío, y sin esperar a ver cuándo se le hubiere ocurrido a la mencionada “medico” dar la salida, lo saqué de allí y lo trasladé al Hospital del Seguro Social, donde ha sido muy bien atendido, tratado adecuadamente en sus múltiples fracturas y traumatismos y hospitalizado para ser intervenido quirúrgicamente. Los traumatólogos y demás personal de guardia del Seguro Social, quienes han sido atentos con su colega, mi familiar cercano, han quedado impresionados, como nosotros, de la pésima atención hospitalaria de Rubio, de la pretensión de colocarle al paciente un tratamiento contraindicado y de la grave omisión de no haberle prescrito ni el toxoide necesario.
Estos hechos me conducen a hacer una reflexión sobre el estado de la medicina de hoy día y acerca de la crisis en la salud pública venezolana. ¿Cómo es posible tanta indolencia, ineptitud e inhumanidad en algunos hospitales públicos de Venezuela? ¿Cómo se explica que esa “médico” de guardia del Hospital de Rubio se niegue a atender a un paciente hospitalizado, incluso siendo éste su colega? ¿Por qué esa “médico” esquivó su responsabilidad para autorizar la salida consentida del paciente, a fin de buscar otra opción de tratamiento? ¿Dónde se graduó esa médico inhumana? Yo soy hijo de dos médicos. Paseaba de chico con mi hermana por los pasillos y salas de consulta del Hospital Central, de la Unidad Sanitaria, de una clínica privada de la ciudad y del propio Hospital Patrocinio Peñuela del Seguro Social, instituciones donde trabajaron por muchos años mi papá y mi mamá. Allí, junto a ellos, aprecié la mística, la solidaridad humana y la entrega de los médicos de entonces. Incluso, visitaban a sus pacientes a domicilio, cuando no podían asistir a la consulta.
La medicina ha avanzado agigantadamente en descubrimientos y en tecnología de equipos, pero algunosmédicos han olvidado lo que se llama la vocación y la deontología médica. Estos “galenos” desconocen queel Código de Deontología Médica les impone, como deber primordial, el respeto a la integridad de la persona y la preservación de la salud de sus pacientes. También olvidan que estos preceptos éticos les obligan a asegurar la atención de los enfermos graves o en condiciones de urgencia. La relación médico paciente, en estos casos, se ha transformado en un trato despótico hacia el enfermo. Llegar a algunos centros hospitalarios, como el de Rubio, es tocar las puertas de la tumba. Estas actitudes violan, flagrantemente, la prohibición constitucional y de ética médica de imponer tratos crueles, inhumanos o degradantes.
Estamos muy lejos de ser un país con excelente atención de salud. Me da tristeza, y a la vez nostalgia. ¿Cuál patria? ¿Cuál atención médica pública? Esta es la patria de la indolencia, de la miseria, del abandono, de la ineptitud, de la condena a la muerte y a la enfermedad. Seguimos reflexionando, denunciando y exigiendo el resguardo de valores supremos como la vida y la integridad. Porque el que tiene salud tiene esperanza, y el que tiene esperanza es dueño de todo.
isaacvil@yahoo.com
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