El
político Gonzalo Barrios hace unas décadas sentenció agudamente que en
Venezuela se roba porque no hay razones para no hacerlo. Lamentablemente, los
hechos parecían darle la razón. Más adelante, un Presidente desde su solemne
tribuna “revolucionaria” afirmó que en Venezuela muchos tenían justificadas
razones para robar. Ahora, desde el Gobierno, se dice: “Si no acabamos con la
corrupción, ella acabará con nosotros”. ¿O ya lo hizo?
Es
un chiste decir que Maduro y su predecesor no han podido combatir la
corrupción porque la población y la
Asamblea Nacional no les han dado un especial poder habilitante para legislar.
Corrupción
no es solamente el robo, es también el nepotismo que ha florecido de manera
frondosa y descarada en los últimos años, empezando por la familia
presidencial. Corrupción es el nombramiento de personas incompetentes e ineptas
para los cargos por el mero hecho de ser leales a la “revolución”. En
consecuencia, en sus manos se hundirá esa empresa, ministerio o instituto.
Corrupción es apropiarse del poder judicial para ayudar a los míos y a la
“revolución”, y perseguir a los otros. Corrupción es despojar a la mitad del
país de su condición respetable por no ser del partido oficial, ni comulgar con
el fracasado modelo soviético-cubano, y es elaborar listas para expulsarlos de
su trabajo y convertirlos en delincuentes “fascistas” y “lacayos del
imperialismo”. Corrupción es desviar los ingresos petroleros en lugar de
invertirlos para incrementar la capacidad productiva nacional de bienes y
servicios prioritarios y generar más trabajo fructífero. Corrupción es no
producir para 70% más pobre del país una educación de calidad que les permita
salir de la pobreza y disuadir a los que tienen vocación de educadores con una
descalificada carrera y pobremente remunerada; es dejar que los hospitales
públicos se caigan a pedazos, abandonar las políticas de salud, pagar una
miseria al personal y empujar a los médicos fuera del país. Corrupción es
tratar los bienes públicos como botín privado de un grupo que se los apropia
para sí y los suyos, y con especiales facilidades e impunidad para los que ejercen
altos puestos.
La
corrupción no es una fatalidad sino la falta de voluntad eficaz y competente
para vencerla por su carencia de virtudes públicas, transparencia y sanciones.
Cuando la sociedad y las empresas están ante funcionarios que se compran y
venden, la corrupción se vuelve ley porque, como dijo Guzmán Blanco: “Aquí
ningún negocio prospera sin mi bendición, ni fracasa si yo participo y
respaldo”. La oscuridad y falta de transparencia, cultivadas sistemáticamente
en las finanzas y presupuestos multimillonarios son criaderos de corruptos. Si
además le preparamos el piso cultural haciendo creer que somos un país
riquísimo, donde lo público no cuesta sino que llueve del cielo, fomentamos la
cultura del saqueo y de la corrupción.
Si
los recursos son abundantes como el aire, no es delito despilfarrar, sin
ahorrar, invertir, sin crear, sin rendir
cuentas, sin producir ni administrar bien. Éste es el mejor terreno para que la
población tolere y cultive la corrupción y la apropiación de lo público, siempre
que se deje algo para los demás. Corrupción es impedir que se enseñe en la
escuela el “no matarás”, “no robarás”, “amarás al prójimo como a ti mismo”; es
también anunciar una Constitución como “la mejor del mundo” y violarla cuando
impide adueñarse del poder y perpetuarse en él. Corrupción es obligar a los
medios de comunicación social a deformar y ocultar la realidad o vender lo
falso como verdadero.
Se
me acaba la página y no puedo mencionar los cientos y cientos de casos
escandalosos y multimillonarios que se han denunciado y no han sido
investigados porque son de “nuestro bando” (ver el Estado Delincuente de Carlos
Tablante y Marcos Tarre Briceño).
¿No
les parece una tomadura de pelo decir que con todo esto el Ejecutivo nada puede
hacer sin poderes especiales “habilitantes” para el Presidente y si la Asamblea
no le concede sus funciones de legislar? ¿No sería mejor que renunciara si no
puede?
La
primera fuente de anticorrupción es la responsabilidad ciudadana y el respeto a
la dignidad de los venezolanos con la profunda convicción de que los actos de
robo, corrupción y asesinato son atentados a la vida digna de los venezolanos,
sobre todo de los más pobres. Es lamentable que estas cosas tan sencillas y
evidentes se conviertan en politiquería y nos quieran tapar el sol con un dedo.
lugalde@ucab.edu.ve
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Padre Ugalde.¡Lo felicito carajo! ¿Cómo es posible que este gobierno nos siga tratando como a becerros? Da lástima las miles de oportunidades que ha perdido nuestra Venezuela. ¿Será por el nombre, por lo de la zuela? Dejeme decirle, que atacar la corrupción para la familia Maduro-Flores es lo mismo que para los Ramírez-Cabello: Nunca.
ResponderEliminarsisofre@yahoo.com