Opino a favor de una constituyente como vía
para darle una salida democrática a la grave situación que vivimos los
venezolanos mediante un nuevo pacto social o proyecto de país para la
reconciliación, el reencuentro en torno a unas bases fundamentales para la
convivencia. También que no se trata de una salida tipo artículo 350 para sacar
al gobierno, craso error, sino de apelar a una alternativa constitucional que
puede ser convocada por iniciativa popular dentro del ejercicio de la
democracia que aún queda. Coincido en que la prioridad es el 8 de diciembre y
que de los resultados depende mucho la agenda futura incluida la posibilidad de
convocar la asamblea constituyente.
La Constitución vigente debiera ser expresión
de un pacto social pero no es así porque la mayoría de los venezolanos no
votaron a favor de ella (véase la página web del CNE), porque muchos de los que
votaron tenían serias observaciones a normas que desdibujaban el Estado Federal
que anhelábamos construir, y porque al final resultó un texto en el que ni los
proponentes estuvieron satisfechos puesto que plantearon su reforma 7 años
después, y pese a que el pueblo la rechazó la han impuesto de manera arbitraria
por vía legislativa y de hecho para crear un Estado Comunal ajeno al modelo de
Estado consagrado en ella. Cuento 14 años de docencia del Derecho
Constitucional y es cada vez más difícil explicar el contraste entre sus disposiciones
y una realidad que interpela al profesor y a los estudiantes.
La Constitución del 99 tiene grandes valores
y principios, una declaración de derechos humanos generosa, garantiza la
iniciativa privada y una economía solidaria. Sobre estos aspectos existen
consensos; pero un diseño de Estado hipertrofiado ha devenido en un monstruo
que ha devorado la sociedad y desconocido aquellos principios. Los conceptos
jurídicos indeterminados han servido para que políticos y juristas al servicio
del régimen hayan hecho de la Constitución una piltrafa. La Constitución del 99
ha sido ineficaz por el irrespeto de quienes tienen el deber de defenderla y
aplicarla, la han manipulado a su antojo e interpretado a conveniencia de su
modelo ideológico totalitario.
En el espíritu del 58 y mucho más del 99
estaba, como ahora, el anhelo por municipios fuertes capaces de representar a
sus colectivos, estados cargados de recursos y competencias para impulsar el
desarrollo regional, un Estado Nacional para la suprema dirección de los
asuntos públicos, y una sociedad libre y emprendora. Estos anhelos se han
convertido en grandes frustraciones que tarde o temprano tendrán que ser
satisfechas. Los venezolanos aspiramos a vivir tranquilos y a prosperar como lo
señala el artículo 4 de la Constitución pero al grupo que gobierna le interesa
el ejercicio abusivo del poder y la riqueza que asegura el entramado jurídico y
la corrupción.
Más temprano que tarde el pueblo soberano
tendrá la oportunidad de recomponer tanto disparate revolucionario, tanta
palabrería soez, tanto atropello y rediseñar instituciones para la convivencia,
la libertad, la democracia y el desarrollo. Serán útiles los valores y
principios de la Constitución de 1999, una veta para el reencuentro entre los
venezolanos que tendrán la tarea de desarrollarlos y expresarlos en normas que
le abran espacios a la sociedad y pongan al Estado
morochodos@gmail.com
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