IN MEMORIAN
Hugo Chávez, su antecesor, no fue un personaje
fácil y sigue siendo, tras su tortuosa y prematura muerte, igual de complejo.
Quiso Dios que “El Comandante”, por su expresa voluntad,
se convirtiera en paradigma viviente de las contradicciones y de los nuevos
tiempos que campean por los fueros de la República, hoy constitucionalmente
Bolivariana, de Venezuela.
Desde mi sencillo punto de vista, nunca entendí
claramente cómo alguien tan apegado a los procesos conductuales más
emblemáticos del capitalismo y el liberalismo, pudo vendernos su muy particular
visión cosmogónica del “Socialismo del Siglo XXI”, que además nunca logró
imponer con la contundencia con que se expresaba en otras facetas de su agitada
vida y que –como corolario de rimbombo- no practicó en lo personal, ni en sus
relaciones más trascendentes como Jefe de Estado.
Pero el presidente Chávez murió y con él partió
esa visión tremendamente personal (por ello difícilmente trasladable) que tenía
de Venezuela, la gente, la política y el mundo.
Por simples razones de solidaridad humana (y
desconocimiento de lo que ocurrió en el Cimeq cubano) quiero pensar que murió
como un ser humano normal de los que existimos cerca de siete mil millones en
el mundo: rodeado de atenciones y el cariño de su familia y amigos.
Pero antes de eso, en cadena de radio y televisión
le pidió a sus seguidores –los de él- que votaran por usted para hacerlo
Presidente.
EL SIGLO XXI
No es mi función de hoy, tampoco mi intención, opinar sobre los
pormenores de su elección, las particularidades de su origen, su procedencia
familiar, educación o lo que hizo antes de llegar a la Primera Magistratura de
la República.
Simplemente creo que un Estado moderno y serio, como de seguro es y
debe ser la Venezuela Bolivariana, le ha exigido y usted satisfecho todos los requisitos
de ley que obliga e impone la nación para ser el Presidente de todos los
venezolanos. Así lo asumo y paso, para ganar.
En mi época de estudiante en el Liceo Andrés Bello, había una de tantas
frases lapidarias que rezaba que Venezuela entró tarde al siglo veinte debido,
entre otras razones, al dominio hegemónico y tiránico de Juan Vicente Gómez
sobre el país, sus instituciones, sus factores de poder y su gente.
Una vez fallecido, a Gómez le sucedió el General Eleazar López
Contreras, su Ministro de Guerra y Marina, también recomendado por el Benemérito
como digno (y único posible) delfín de sí mismo.
Nada, por supuesto, hacía pensar a la embarrancada y estática clase política,
militar, económica y civil de entonces –y al supuestamente adormilado país- que
las cosas pudieran discurrir por fuera del camino que había previsto el
gendarme con bigotes antes de morir.
Pero ocurrió: las cosas cambiaron. Y mucho. Pausadamente (con calma) y
contenidamente (con cordura).
CALMA Y CORDURA
López Contreras se dio cuenta casi de inmediato que el camino impuesto por
su General Gómez no ajustaba bien en aquella Venezuela que quería –y merecía,
según el criterio que expuso- destinos mejores, más brillantes que los vislumbrados
por el antes todopoderoso hombre de Capacho.
Eleazar, presidente Maduro, vislumbró que tenía sólo dos posibilidades:
o continuaba forzando una obra que pudo haber sido loable alguna vez y ya no lo era, o rectificaba
el rumbo marcado por la obsolescencia real y evidente, en una audaz jugada
política que le permitiera, a él mismo y a Venezuela, ingresar al nuevo siglo de
pleno, quizás con paso tímido en un principio pero vigorosamente después.
Por esto último optó con meridiana claridad, ponderación, grandeza y
–supongo- no pocas dudas.
Tal decisión le permitió no sólo ingresar con nombre propio a la
historia de Venezuela sino que dio a esta tierra un impulso civilizador, un nuevo
y vital aliento que nos ha permitido llegar hasta aquí.
Estamos ahora, de nuevo, en un momento donde es necesaria –para la paz
y estabilidad de la nación- la participación de un hombre providencial que mire
más allá de sí mismo y entienda el futuro.
ES SU TURNO,
PRESIDENTE.
No creo casual que esté usted allí, en la Presidencia de la República,
ahora.
Por eso no perderé el tiempo, como dije antes, en preguntarme sobre su
competencia para ejercer el más alto cargo institucional del País.
Demos por sentado que tiene los méritos y los votos. Punto y aparte.
Ocurre entonces que Dios y la historia lo han colocado a usted, en
pleno siglo veintiuno, en el mismo lugar, con similares diatribas y
dificultades –tal vez peores, ahora, por el grado de desarrollo de los tiempos- y casi noventa años más tarde, con las que
recibió a López Contreras en los albores del siglo veinte: continuar con una
obra que tal vez (las ejecutorias y resultados no son halagadores) tuvo su
justificación en un momento histórico o, en contrario, divisar un nuevo horizonte de libertad plena,
de paz, progreso y estabilidad para la patria que aún se nos debe a todos, como
incluso desde el seno de su propio partido se dice cada vez más fuerte, cada
vez más seguido.
Interprete la Historia, Presidente. Sacuda los yugos a los que está
sometido por su alto cargo –usted sabe cómo- y mire a su alrededor. Llénese de
realidad. Mire al pueblo, a todo el pueblo.
Y al País.
Observe cual es el destino que tienen y han tenido todos, sin
excepciones, los países que adoptaron el modelo socialista radical de gobierno,
del estilo y forma como se trató de imponer en Venezuela y que cada vez más
personas abandonan a la luz de los pobres resultados obtenidos y del déficit de
felicidad que ha logrado.
Todos sabemos, es un clamor nacional, que se ha llegado a un punto de
no retorno.
Usted como nadie debe estar preocupado por el difícil y dramático devenir que toma la economía; los
índices de pobreza y criminalidad.
La sustentabilidad operativa de la República y los muy menguados resultados
en salud, alimentación, infraestructura, vivienda y educación son cada vez más
precarios.
En algún momento entre hoy y un futuro cercano, tal vez cuando le
corresponda entregar su cargo, el sistema implosionará. Pareciera una verdad
incuestionable. Habrá fuerzas populares, aún de su propio partido como ya
ocurre, que en algún momento emergerán y le indicarán, ojalá que por las buenas,
que ya no hay más allá.
¿Por qué empeñarse en llegar a eso, si ya todos saben que el sistema que
le ha tocado defender en nombre de otros, simplemente no funciona?
Pase a la historia, Presidente Maduro, brillando con luz propia.
Si en éste momento la mitad de la población –supuestamente- lo quiere,
pero resiente las dificultades inocultables y la otra mitad lo adversa de forma
militante, haga como el General López Contreras y una a la República
Bolivariana de Venezuela en torno a usted.
Permita que de su mano lleguen la Libertad, la Democracia y la
convivencia sana y de progreso para todos los venezolanos.
Para todos los venezolanos,
eso sí.
¡Cambie el rumbo, Presidente. Es su oportunidad histórica!
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Amigo Casale, su artículo esta realmente excelente.!!! El problema es como dicen en nuestro pueblo: Mucho camisón pa' Petra. Usted me entiende verdad? Lamentablemente el "señor" si es que se le puede llamar así, que tienen por presidente no tiene NEURONAS suficientes para entender su brillante artículo, Ahi, le dejo eso al MABURRO"a ver si CAPTA.
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