El
debate acerca de la oportunidad y mérito de una Constituyente podría
convertirse en una Babel de lenguas confundidas que aparte de solapar todo lo
demás, incluido el trascendental reto del 8 de diciembre, induzca un fenómeno
de enajenación colectiva y de pugnas absolutamente gratuitas. No es raro.
Estamos en Venezuela y para peor: en medio de una revolución que nos ha hecho
retroceder a un ritmo despiadado.
Creo
que lo primero es definir para qué hacer una apelación al soberano originario
precisamente cuando las dos aceras van a medirse voto a voto y no tiro a tiro.
Hablaré
ahora por mí.
La
Constituyente no es para tumbar gobiernos. Una pequeña franja de sus seguidores
la conciben como instrumento para salir de un régimen cada vez más reacio a
aceptar la voluntad popular expresada a través del sufragio. Y en esto guarda
mucho parecido con los amigos del “350”. El gobierno –dicen- no entregará el
poder por las buenas y por lo tanto perdemos el tiempo metiéndole el pecho a
las elecciones municipales, como ayer a las presidenciales del 14 de abril. En
lugar de “engañar” a la gente con esas fruslerías hay que convocar la
Constituyente o invocar el mágico 350, vestidura legal de eso que vagamente
llaman “desobediencia popular”.
El
solo hecho de llamar al 350 lograría lo que el voto de millones no puede. Como
por arte de magia las masas saldrían a la calle dirigidas por la Libertad del
cuadro de Eugene Delacroix.
Que
la MUD ignore ese artículo es la prueba palmaria de que está negociando a
escondidas quién sabe a cambio de qué.
En
la misma dirección va la creencia de que la Constituyente es el arma ideal para
destruir el dispositivo ventajista y manchado de fraude que ha montado el
sistema. Si la MUD se tira por ese camino la verdadera patria se salvará, si lo
ignora se entregará como inocente cordero en las manos peludas del régimen.
El
350 no es nada y la Constituyente tampoco sin una correlación de fuerzas
claramente favorable a una de las opciones en competencia. Párese a gritar en
una plaza: 350, 350, 350 y pronto tendrá a su lado, no masas rebeldes, sino dos
camilleros que lo enfundarán en una camisa de fuerza.
Pero
la magia de las palabras es invencible en nuestra atormentada Venezuela. La
salida es calle, calle, calle. Sólo por decirlo arderán las aceras y estallarán
barricadas y adoquines.
II
No
obstante la Constituyente podría tener su lugar una vez revelada la fotografía
del 8 D. Si el país se libra de la rémora del derrotismo, saldrá a votar. No
hay nadie –de gobierno o de oposición- que no sepa del desastre en que se hunde
el bloque político en el poder. Y no es un asunto de incompetencia o de
ignorancia monda y lironda de funcionarios como Maduro, Jaua, Cabello y
Ramírez, que son los auténticos amos de la revolución; se trata del fracaso del
modelo, el llamado socialismo siglo XXI, al cual ya ni se refieren. Las cifras
son escandalosas.
Los
venezolanos, al igual que aquel célebre monarca frigio de nombre Midas, no
pueden beneficiarse del Orinoco de dólares vertido sobre el país por la
incesante bonanza petrolera; si bien están sentados sobre una fortuna, su nivel
de vida se confunde con la miseria. ¿Culpa acaso de los asaltantes de caudales
públicos? Sí, han proliferado como nunca en la historia, pero no al punto de
determinar el colosal desastre del régimen. ¿Se trata de malos administradores
en todos los niveles del hacer gubernamental? Sí, brotan como hongos al paso de
la estatización y el engorde de la incontrolada Administración, pero tampoco
son la causa principal del problema sino más bien una de sus consecuencias.
III
Lo
determinante es el modelo que han querido imponer a golpes de martillo contra
la razón y la voluntad del país. Ese necio intento de construir una economía
“solidaria” no basada en el lucro y la competencia, sepulta a la nación varios
metros debajo del mar. No hay la más remota posibilidad de salir a flote sin
cambiar profundamente esta primitiva forma de concebir la economía, la
administración y la participación.
Para
mí –pa´mí como decía Joselo- la Constituyente sería quizá la causa movilizadora
que pide la recuperación de Venezuela. Lo sería una vez que la oposición se
ponga en marcha para obtener una limpia victoria el 8 de diciembre, cuyas
consecuencias serían múltiples: una de ellas, la ratificación de quién es
mayoría. Si el 14A el sumiso CNE hubo de admitir cuando menos una relación
50-50 y el desplazamiento de centenares de miles de votos del gobierno a la
oposición, el empeoramiento de la gestión gubernamental enredado el poder en
una pugna interna digna de ser presenciada aviándose de cotufas y refrescos, no
hay razón para que el fenómeno no se repita, con más fuerza incluso.
No
digo que automáticamente proceda la Constituyente. Es una instancia para
reorganizar el país, si fuere posible reunificando banderas. Una causa, como en
los años 1950, contra la dictadura. No para suprimir al otro porque no sería
Constituyente, sino para consultar a todos detallando sus aspiraciones.
En
20 puntos las ha resumido Enrique Colmenares Finol. Está allí plasmada la
Venezuela del cambio, de la paz, del reencuentro y del uso de la mayoría no
para aplastar y odiar sino para reunificar y lograr -como en la famosa novela
de Jan Valtin- que la noche quede atrás.
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Muy pertinente y esclarecedor me parece este artículo de Américo Martín.
ResponderEliminarFORTUNATO GONZÁLEZ CRUZ, TIEMPOS CONSTITUYENTES (COMENTARIO SOBRE EL ESCRITO DE AMÉRICO MARTÍN) POR LA CALLE REAL
ResponderEliminarAmérico Martín hace analogía entre constituyente y artículo 350 y no es así, porque la constituyente no sería para tumbar el gobierno sino para darle una salida democrática a la grave situación que vivimos los venezolanos mediante un nuevo pacto social o proyecto de país para la reconciliación, el reencuentro en torno a unas bases fundamentales para la convivencia. Coincido en que la prioridad es el 8 de diciembre y que de los resultados depende mucho la agenda futura incluida la constituyente.
La Constitución vigente debiera ser expresión de un pacto social pero no es así porque la mayoría de los venezolanos no votaron a favor de ella (véase la página web del CNE), porque muchos de los que votaron tenían serias observaciones a normas que desdibujaban el Estado Federal que anhelábamos construir, y porque al final resultó un texto en el que ni los proponentes estuvieron satisfechos puesto que plantearon su reforma 7 años después, y pese a que el pueblo la rechazó la han impuesto de manera arbitraria por vía legislativa y de hecho para crear un Estado Comunal ajeno al modelo de Estado consagrado en ella. Cuento 14 años de docencia del Derecho Constitucional y es cada vez más difícil explicar el contraste entre sus disposiciones y una realidad que interpela al profesor y a los estudiantes.
La Constitución del 99 tiene grandes valores y principios, una declaración de derechos humanos generosa, garantiza la iniciativa privada y una economía solidaria. Sobre estos aspectos existen consensos; pero un diseño de Estado hipertrofiado ha devenido en un monstruo que ha devorado la sociedad y desconocido aquellos principios. Los conceptos jurídicos indeterminados han servido para que políticos y juristas al servicio del régimen hayan hecho de la Constitución una piltrafa. La Constitución del 99 ha sido ineficaz por el irrespeto de quienes tienen el deber de defenderla y aplicarla, la han manipulado a su antojo e interpretado a conveniencia de su modelo ideológico totalitario.
En el espíritu del 58 y mucho más del 99 estaba, como ahora, el anhelo por municipios fuertes capaces de representar a sus colectivos, estados cargados de recursos y competencias para impulsar el desarrollo, un Estado Nacional para la suprema dirección de los asuntos públicos, y una sociedad libre y emprendora. Son grandes frustraciones que tarde o temprano tendrán que ser satisfechas. Los venezolanos aspiramos a vivir tranquilos y a prosperar como lo señala el artículo 4 de la Constitución pero al grupo que gobierna le interesa el ejercicio abusivo del poder y la riqueza que asegura el entramado jurídico y la corrupción.
Más temprano que tarde el pueblo soberano tendrá la oportunidad de recomponer tanto disparate revolucionario, tanta palabrería soez, tanto atropello y rediseñar instituciones para la convivencia, la libertad, la democracia y el desarrollo. Serán útiles los valores y principios de la Constitución de 1999, una veta para el reencuentro entre los venezolanos que tendrán la tarea de desarrollarlos y expresarlos en normas que le abran espacios a la sociedad y pongan al Estado dentro de sus límites.
Nota de la Redacción: En anteriores oportunidades Américo Martín había expresado que con la propia Constitución de 1999 una nueva Asamblea Nacional podrian asumir la tarea de reconstruir al el país. Tiene todo el derecho de asumir una Asamblea Nacional Constituyente que tenga como objetivos la reconciliación nacional así como las reformas que sean necesarias. Así mismo otros demócratas podrían asumir lo contrario o posiciones intermedias.
Fortunato González Cruz