Nada más peligroso y dañino en algunas actividades de la vida cotidiana que las obsesiones. El DRAE define el sustantivo “obsesión” como una “Perturbación anímica producida por una idea fija. 2. Idea que con tenaz persistencia asalta la mente”. Según esta definición de dicha palabra la “obsesión” constituye una “perturbación anímica”, y además la “idea obsesiva" es capaz de “asaltar la mente". Ambos vocablos, “perturbación” y “asaltar”, en este contexto son muy significativos, y contribuyen a darles a las “obsesiones” aquel carácter de “peligroso” y “dañino” con que abrí estas reflexiones. Es más, tales vocablos inducen, al menos en mi caso, a pensar que en el concepto de “obsesión” hay algo patológico.
Dije que las “obsesiones” son peligrosas y dañinas en algunas actividades de la vida cotidiana. Podría agregar que lo son en todas las que realiza el hombre. Sin embargo, en algunas de ellas el peligro y el daño que conllevan es mayor que en otras. En la política, por ejemplo. Gobernar obsesivamente es uno de los peores males que se les pueden causar a un país o a un pueblo. Y no solo gobernar propiamente. Todo lo que se hace dentro de la política, como conducir un partido, ejercer un cargo en los poderes públicos, incluso opinar sobre los asuntos políticos, se hace mal cuando se obedece a obsesiones. Ello es obvio, porque las obsesiones son por definición irracionales, y nada más ajeno a la irracionalidad que la política. Dicho sea sin dejar de reconocer que entre los llamados políticos abundan precisamente los seres irracionales.
Lo que condujo al fracaso de Chávez como gobernante, al cabo de catorce años de ejercicio del poder, fue justamente que su actuación se fundamentaba en ciertas obsesiones que, al parecer, lo acosaban desde siempre. Una de ellas fue la idea de parecerse a Bolívar, y aun de ser su continuador y perfeccionador de su obra. Otra fue la de creerse un líder universal, capaz de dirigir una revolución mundial que acabase con el imperialismo, enfocado este casi solo y de manera obsesiva en el imperio estadounidense.
Otra de las peores obsesiones de Chávez fue creerse destinado a rescatar el socialismo del fracaso de este después de setenta años de existencia de la Unión Soviética y del mal llamado “socialismo real”, que era ciertamente “real”, pero no socialismo.
Lo peor es que las obsesiones de Chávez no murieron con él. Sus herederos o supuestos descendientes pretenden mantenerlas y gobernar con arreglo a semejantes obsesiones.
Alexis Márquez Rodríguez
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