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martes, 6 de agosto de 2013

SAÚL GODOY GÓMEZ, LA FINA ESPUMA,

Así resultó ser la intelectualidad venezolana ante el asalto de la barbarie chavista, como la espuma sobre la superficie, bastó un buen soplido para barrerla sin que nada cambiara en el paisaje, sin que se sintiera la resistencia de las ideas y la reciedumbre moral de las posiciones justas.  Cuarenta años de trabajo intelectual en democracia terminaron por ser un montón de libros que nadie lee y un cúmulo de biografías que se reciben como si se tratara de personajes de ficción, de otro país y no del nuestro.

No hay obras señeras que nos expliquen lo que estamos viviendo, no hay novelas, ni obras de teatro, que nos retraten en grupo, ni siquiera expresiones plásticas que nos hagan tragar grueso o nos ubiquen en la tormenta que estamos viviendo. Hay mucha evasión, eso sí, y recuerdos, mucha historia interpretada y fantasía, pero ya ni siquiera tenemos canciones que se fundan con nuestra rabia o nos hablen de esperanzas; la violencia y el conflicto no tienen repique en el mundo de las ideas, sólo se oye a algunos sacerdotes y sociólogos, que parecen más cronistas de la matanza que descifradores de nuestro destino, como bien lo dijo Ortega y Gasset en su ensayo Ideas y Creencias, “hemos abierto la puerta de nuestra casa con intención de salir y nos encontramos con que la calle, el afuera, no existe, el mundo concluye en el umbral de nuestras puertas”.

Y creíamos que teníamos intelectualidad…  estoy hablando no sólo de las personas cultas y preparadas que elucubran sobre los signos de su tiempo, que tratan de entender el momento y explicarnos su versión del mundo, sino de artistas que, como pararrayos, atraen las ideas y sentimientos que mueven a grupos sociales, con ellos hemos contado hasta hace muy poco, cuando nuestra realidad era diferente, con artistas y acuciosos investigadores, de los más recientes se me vienen a la cabeza: Uslar Pietri, Carlos Rangel, José Ignacio Cabrujas, Simón Díaz, Jesús Soto, ellos están allí, alumbrando como faros al mundo entero, son ya parte de la historia, no de nuestra actualidad.

¿Dónde están los hombres y las mujeres que deben explicarnos lo que nos está sucediendo, ahora, en este momento?... me temo que muchos de ellos están en el extranjero, haciendo de tripas corazón, en sus gabinetes universitarios, tratando de comprender desde la lejanía lo que nos sucede.

Otros, asustados o por conveniencia, sin hacer muchas olas, concentrados “en lo suyo”, dejando que otros hablen por ellos; los más, encerrados en sus torres de marfil produciendo tratados sobre el sexo de los ángeles.  Como algunos me han confesado, “son tiempos de reflexión y de bajo perfil, las grandes obras vendrán después”.

Pero la gente necesita intelectuales ahora, no después. Esa gente que protesta y se cose los labios, los que hacen huelga de hambre, los que tienen que trancar autopistas para ser escuchados, a los que se llenan de perdigones por reclamar sus derechos, los presos políticos que están enterrados en vida por decir la verdad, ellos necesitan que los artistas e intelectuales los retraten en sus penas, que los acompañen porque hacen lo correcto, que alguien los enaltezca y le dé sentido a su lucha, o que les expliquen por qué están equivocados, esa gente necesita verse en una novela, necesita sentirse cantada, pintada, esculpida, actuada.

¿Dónde está el arte en la calle?  No esos grafiteros del Ché, del esclavo José Chirinos y de Bolívar, esos sobran y les están pagando; no esos maromeros, folkloristas y raperos de la revolución, ni tampoco esos salones del arte políticamente correcto que tanto le gustan al régimen, con mucho Pancho Villa, Marulanda y Hussein exaltados de todas las maneras posibles. ¿Dónde están los filósofos?, que no sean esos que se reúnen en los hoteles, con todos los gastos pagos, a discutir sobre el Libro Verde de Kadafi, o las ventosidades que expulsaba Marx cuando escribió el 18 Brumario de Luis Bonaparte.

¿Donde están los intelectuales llamándonos cobardes por no actuar como es debido?, y acusando a los políticos vende patria cuando verdaderamente se lo merecen. ¿Donde están los que piensan?, que no sean esos valientes  periodistas y analistas que ya han “llegado al llegadero”, tratando de ser veraces en un país de mentiras y acomodos, arriesgando el pellejo por cada opinión que emiten ante la intolerancia, o los caricaturistas y humoristas, desde la honrosa trinchera del “pienso y sugiero” o el “río para no llorar”.

En este tsunami ideológico y de manipulación mediática se hace necesario tener puntos de referencia; se han perdido momentos importantes, precisamente, por no tener dirección; se ha sacrificado al pueblo en marchas multitudinarias que sólo terminan en danza terapia o masacres; se logró sacar al tirano sólo para que volviera a las pocas horas más fuerte y vil que nunca; se ha puesto a los jóvenes en la línea del peligro y la muerte sólo para complacer a unos políticos cobardes que únicamente eran buenos para huir cuando les tocaba enfrentar al Leviatán.

Allí tenemos a la música académica arrodillada cobardemente ante el régimen que le da de comer, excepto por algunos músicos valiosos que se atrevieron a componer e interpretar nuestra indignación, son pocos los grupos que se atreven a desafiar la terrible realidad de un estado policial.

A nuestros intelectuales los veo reverenciando y sirviendo a empresas editoriales; a los editores, tratando de controlar la poca contracultura que existe  para sus fines políticos; a los grupos de escritores, asociados en el silencio y sacándole el cuerpo al deber de enseñar y criticar… a la política la tratan con asco, nadie quiere comprometer su “arte”; la palabra, nuestra principal arma en contra del oscurantismo, está empeñada con un humanismo sin alma, lacayo. 

La literatura se fue de paseo, dejaron solos a los periodistas, a algunos estudiosos y opinadores que están a punto de tener su propio Gulag.

Ya les tocará a algunos políticos y dueños de medios enfrentar su responsabilidad histórica por tomar actitudes entreguistas y pacifistas (que más bien cobardes), por ejercer la autocensura en detrimento de las libertades del pueblo. La fina espuma se la llevó el viento ¿O será que hay intelectuales todavía allí… a punto de levantarse en tormenta?

saulgodoy@gmail.com


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