1. Nota 15. Continuamos. Haremos una
sugerencia, una recomendación, desde el largo plazo, para todo político liberal
en el que prepondere, sobre sus deseos de lograr, alcanzar y mantenerse en el
poder, el objetivo final de elaborar, impulsar y culminar una reforma
generalizada de liberalización en la economía y en la sociedad.
2. Primeramente, hemos de repetir que, en
todo caso, si ha de pecarse en algo, ha de ser siempre por exceso; es decir, ha
de radicalizar el mensaje hasta el punto de someter a prueba tanto a los
miembros de su partido como a sus conciudadanos. Sólo de esta manera podrá experimentar
y apreciar si de hecho reúne o no cualidades para ser un político perteneciente
al “grupo cuarto”, es decir, capaz de ilusionar y movilizar al electorado en
pos de una política adecuadamente articulada de reformas liberales.
3. Lo peor que puede sucederle es que, como
consecuencia de su toma de posición relativamente más radical, no logre prosperar
en su propio partido, y quede marginado por sus responsables y supervisores más
“pragmáticos”.
4. Pues bien, es precisamente la aceptación o
no de su mensaje y persona en su propia formación política, la prueba
inequívoca y definitiva de si debe seguir o no dedicando sus esfuerzos a la
actividad política: si no es aceptado, es mejor que deje a otros profesionales
de la política menos comprometidos (pertenecientes a los grupos tres y dos) que
tomen temporalmente el protagonismo, pues evitará quemarse en esfuerzos
innecesarios, que serán posiblemente mucho más fructíferos a largo plazo en
otras actividades (no políticas) de estudio y divulgación liberal.
5. De esta manera no perderá el tiempo ni se
agotará en actividades que, por las restricciones del entorno, hacen muy
difícil la persecución del ideal y que, en todo caso, pueden ser llevadas a
cabo por otros profesionales menos comprometidos.
6. Además, siempre es conveniente que quede
alguien “en reserva” por si el día de mañana las circunstancias cambian y ante
necesidades más apremiantes es llamado a mayores responsabilidades de poder
político, en un entorno en el que pueda desarrollar su programa liberal sin
trabas innecesarias de tipo partidista.
7. Existe, por tanto, una evidente relación
entre aquello que permita llevar a cabo
el entorno político y la conveniencia de la implicación personal en el mismo de
un político de fuertes convicciones liberales.
8. Conforme las restricciones sean mayores,
más dificultades tendrá para desenvolverse en ese entorno y más posible es que
otros colegas menos comprometidos ideológicamente (pertenecientes a los grupos
dos y tres) puedan desarrollar adecuadamente su labor.
9. Por el contrario será en aquellas
circunstancias en las que sea posible impulsar un programa más radical en las
que su intervención e implicación personal sea más insustituible, puesto que no
es de prever que otros colegas menos formados y comprometidos ideológicamente
sepan y puedan aprovechar de forma adecuada la oportunidad histórica que se
presente para sacar adelante reformas profundamente liberales.
10. Como es lógico, la evaluación de cuándo nos
encontramos ante una u otra circunstancia depende de la perspicacia e
inteligencia política de cada político liberal.
11. También es admisible, sobre todo en el caso
de políticos profesionales que no puedan o no quieran dedicarse a otra
actividad que, tal y como hemos descrito antes, adopten la táctica de
convertirse en políticos del “grupo tres”, mucho más “pragmáticos” y, por
tanto, menos “radicales” e “incómodos”, a la espera de que cambien las
circunstancias y puedan impulsar reformas más radicales.
12. El principal riesgo de esta táctica es,
desde luego, que termine convirtiéndose en una coartada auto justificativo del
inmovilismo. Dependerá de cada circunstancia histórica cual sea nuestro juicio
respecto del comportamiento en este ámbito de cada político concreto.
13. En estas épocas de control por parte de los
políticos más “tibios” (grupos uno, dos y tres), conviene no obstante no
desligarse totalmente del partido, con la finalidad de ejercer un necesario
papel de conciencia crítica liberal que constantemente marque las
contradicciones y errores de los que detentan el poder.
14. En todo caso, el principal riesgo de la
estrategia recomendada es que el político “grupo cuatro” sea finalmente
aceptado por su partido y, tras presentar su programa y defenderlo con
constancia, fracase a la hora de ganar las elecciones o pierda el poder.
15. Pues bien, incluso en estas circunstancias
tan adversas, que una y otra vez se han dado en la historia, este resultado
negativo no ha de considerarse un fracaso en sentido estricto.
16. Tan sólo sería un verdadero fracaso, desde
el punto de vista liberal, bien haber traicionado los principios, bien haber
pecado por defecto impulsando unas tímidas políticas liberalizadoras cuando las
circunstancias permitían ir mucho más lejos. Tal parece ser el caso del tándem
Chirac-Juppé tras el triunfo de la derecha liberal en unas elecciones generales
francesas.
17. Fuera de estos casos, el no conseguir el
éxito electoral en una circunstancia histórica determinada ha de considerarse,
tan sólo, una derrota táctica en esa larga y difícil lucha por ganar el futuro
a favor de la libertad.-
nelsonmaica@gmail.com
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