¿Es
necesaria una Ley Habilitante para enfrentar la corrupción? Por supuesto que
no.
En
el país existen suficientes leyes e instrumentos que podrían ser mejorados y
ampliados si existiera verdadero interés en afrontar el asunto.
Pero la
solicitud de Nicolás Maduro es parte de una operación mediática orientada a
capitalizar el tema y colocarlo en el campo opositor. La corrupción, como se
sabe, es propia de los funcionarios que manejan el dinero público, que es de la
nación y en consecuencia, de los ciudadanos.
La
estrategia oficialista revierte el asunto y trata de ubicar las
responsabilidades de estos actos en personalidades y líderes críticos. Las
recientes y deplorables sesiones de la AN, que la convierten en una instancia
inquisitorial alejada de sus verdaderas funciones, y que ha permitido el
allanamiento de la inmunidad del diputado Richard Mardo y seguramente de otros,
se remata ahora con la propuesta de “poderes especiales” para el Presidente.
Durante
años, la corrupción se asimiló a las dictaduras, pero a partir de 1980 con el
caso Sierra Nevada, que supuestamente comprometía al expresidente Carlos Andrés
Pérez, ésta se convirtió en un negocio político. Desde entonces, los
gobernantes siguientes debieron pagar el costo de acusaciones, generalmente no
comprobadas. Varios ministros de Luis Herrera Campins abandonaron el país bajo
señalamientos de malversación de fondos, sobornos y sobreprecios en millonarias
operaciones; Jaime Lusinchi permaneció varios años en el exterior por las
mismas razones que condujeron al golpe constitucional contra el segundo
gobierno de Carlos Andrés Pérez, en 1993; y algunos funcionarios del segundo período
de Caldera también fueron condenados al exilio. Mientras tanto el oficio de
“denunciantes profesionales” se hizo altamente rentable en el Parlamento y en
los titulares de la prensa.
Desde hace 14 años la situación es distinta. El proyecto chavista es estructuralmente corrupto, si se toma en cuenta que ejerce el control de todos los poderes, que no existe una Contraloría eficiente, que se ha banalizado la investigación parlamentaria y que se han impuesto restricciones a la libertad de expresión. Sin contar con que ha sido el período de mayores ingresos fiscales en la historia del país.
Curiosamente
ahora se trata de colocar a la oposición (un hecho verdaderamente insólito)
como culpable del robo y el enriquecimiento ilícito.
Lo incomprensible es que ante
esta operación, factores opositores facilitan el juego del chavismo con su
comportamiento en las sesiones de la Asamblea Nacional y al aceptar un debate
sobre la materia, como lo ha anunciado Capriles Radonski, lo que simplemente
significa suscribir la estrategia oficialista y por otra parte, distraer la
atención de los verdaderos y graves problemas que confronta la población.
@Manuelfsierra
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