Venezuela dejó de ser un país normal. Ni
siquiera es un país subdesarrollado. No se puede decir tampoco que estamos en
crisis. Venezuela es un país en depresión, está en el foso, en las
profundidades más oscuras. Venezuela está en el averno y sufre el peor de los
castigos.
Si es desde el punto de vista social, los venezolanos sufren del odio, del enfrentamiento de clases, del atentado contra la vida, de la amenaza constante de la muerte, de las enfermedades terminales que los colocan en las puertas de los estertores.
La inseguridad es su acompañante de día y de noche, en la casa y fuera de ella. Se sabe que amanece. No se tiene certeza si se llegará al descanso nocturno. Los venezolanos no nos toleramos.
Nos volvimos agresivos, ofensivos y hasta peligrosos. Nos tenemos miedo, en vez de confianza. Si la enfermedad nos invade, el pronóstico es reservado.
La atención pública médico asistencial es deficiente y contaminante.
Las clínicas se volvieron inaccesibles. Sólo queda encomendarse al Santísimo.
La educación se masificó, pero se deterioró. Las universidades públicas, con autonomía financiera relativa, son cercadas presupuestariamente. Las insuficiencias son notables, tanto en infraestructura, dotación de insumos y material didáctico, como en calidad investigativa. No aparecemos ni cercanamente en el ranking de las mejores universidades del mundo.
Los conflictos laborales están al día en la protesta de calle. Los sindicatos perdieron fuerza y el paralelismo sindical oficial acabó con las justas reivindicaciones laborales.
Si es desde el punto de vista económico,
debemos hasta el alma “in saecula saeculorum”. Una deuda eterna impagable
hipotecó al país con un gravamen que dejó en pañales al reclamado por Luis
Herrera. Y es una deuda improductiva, porque no se generan ni rubros agrícolas
ni productos industriales propios.
Vivimos de la importación, si es que podemos decir que vivimos dignamente.
La inflación fundió hasta el último centavo y la subasta cambiaria nos puso en la puja del postor especulativo de divisas. Nos sometemos a la humillación más grande con el racionamiento salvaje de los productos básicos de consumo masivo.
Vivimos de la importación, si es que podemos decir que vivimos dignamente.
La inflación fundió hasta el último centavo y la subasta cambiaria nos puso en la puja del postor especulativo de divisas. Nos sometemos a la humillación más grande con el racionamiento salvaje de los productos básicos de consumo masivo.
Si es desde el punto de vista político, hay
dos Venezuela. La una definida en la Constitución como un Estado democrático,
pluralista, libre, de derecho y de justicia, protector de la dignidad humana,
sometido al principio de legalidad. La otra sojuzgada por un Estado paralelo
comunal, castro comunista, dictador, ilegítimo, perverso, centralista y
corrupto, divorciado e irreconciliable con los postulados de la Carta Magna.
Las instituciones públicas secuestradas y entregadas al poder omnímodo del Ejecutivo, con la orientación fidelista. Una Asamblea Nacional que convirtió el hemiciclo en una burbuja, desconectada totalmente de la realidad social y un Poder Judicial que criminalizó el ejercicio y goce de los derechos fundamentales, así como el reclamo individual y colectivo de la justicia.
Las instituciones públicas secuestradas y entregadas al poder omnímodo del Ejecutivo, con la orientación fidelista. Una Asamblea Nacional que convirtió el hemiciclo en una burbuja, desconectada totalmente de la realidad social y un Poder Judicial que criminalizó el ejercicio y goce de los derechos fundamentales, así como el reclamo individual y colectivo de la justicia.
Con dos bandos enfrentados, uno idiotizado e
hipnotizado por la verborrea irracional oficial y el otro completamente
indiferente, cansado, acéfalo de líderes y en espera de algún milagro sideral,
Venezuela no sabe cómo vivir en este infierno.
El petróleo no nos enseñó a enfrentar la ruina, la miseria, el hambre. Y eso es lo que se avecina con el mayor rigor, la más cruel calamidad y de manera ineludible.
A las vacas flacas ya se les descarnaron las costillas. Es la Venezuela rudimentaria, desértica, en estado primitivo.
El petróleo no nos enseñó a enfrentar la ruina, la miseria, el hambre. Y eso es lo que se avecina con el mayor rigor, la más cruel calamidad y de manera ineludible.
A las vacas flacas ya se les descarnaron las costillas. Es la Venezuela rudimentaria, desértica, en estado primitivo.
isaacvil@yahoo.com
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.