Sólo los elegidos conocen los convenios con China, Cuba, Brasil, Bielorrusia, Rusia
En
su discurso en el Campo de Carabobo el 24 de junio, Nicolás Maduro calificó la
corrupción como un azote al que su gobierno debe combatir porque está
"destruyendo la Patria".
Desde entonces el dirigente del PSUV insiste
en el tema cada vez que se presenta alguna oportunidad. Su intensidad forma
parte de la estrategia dirigida a golpear los grupos que apoyan a Diosdado
Cabello, señalados de haberse enriquecido de forma obscena a la sombra de
negocios ilícitos, comisiones, tráfico de influencia, y de socavar las bases
del poder de Maduro.
Sus palabras en Carabobo fueron pronunciadas luego de un
gesto insólito de descortesía con quien se supone es el Comandante en Jefe de
la Fuerza Armada. En ese acto, el comandante que dirigía el desfile le pidió
permiso a Maduro para presentarle el parte militar (batallones, tanques, armas
que se desplegarían) al presidente de la Asamblea Nacional. Este comportamiento
desconsiderado, nada casual, lo enfureció.
Anécdotas
e intrigas palaciegas aparte, la cruzada contra la corrupción emprendida por
Maduro luce fingida e incoherente. El conflicto con Cabello no puede librarlo
de forma abierta porque pondría en riesgo la unidad del régimen, aspecto
esencial para su sobrevivencia. Toda diferencia interna se subordina a la
necesidad de mantenerse cohesionados, y, sobre todo, parecer que lo están. Esa
apariencia no es necesaria con la oposición. A ésta hay que tratar de
aniquilarla.
El "combate" a la corrupción apunta a aniquilar a
Henrique Capriles, Henri Falcón y Liborio Guarulla, los tres gobernadores del
campo opositor, tal como antes hicieron con Manuel Rosales y, parcialmente, con
Leopoldo López. En la mira están Pablo Pérez y Richard Mardo. Como guillotina
cuentan con un Poder Judicial obsecuente y una Contraloría, sin contralora
designada por el Parlamento, sucursal de Miraflores. El ariete de esta
operación destructiva es Pedro Carreño. Sin comentarios.
Si
el régimen desease obtener resultados impactantes tendría que adoptar
iniciativas ambiciosas. Debería comenzar por levantar progresivamente los
controles de cambio y de precio, y eliminar las excesivas regulaciones y normas
punitivas aprobadas. Parte significativa de la descomposición se encuentra
asociada al régimen cambiario. Inmensas fortunas se han amasado al amparo de un
mecanismo perverso que incentiva el tráfico de influencias y las coimas, y que
solo se justifica por el dominio político que el régimen quiere mantener sobre
los empresarios y la actividad económica.
El control de precios es otra fuente
de distorsiones. Eduardo Samán yerra cuando invoca la moral revolucionaria para
preservar la pulcritud del esquema. Los precios regulados, en realidad
congelados, representan un mecanismo perverso que deforma todo el sistema de
precios, el cual debe estructurarse a partir de la libre competencia y la
relación entre demanda y oferta. En todos los países socialistas, sometidos a
férreos controles estatales, la corrupción campea. El socialismo del siglo XXI
no es la excepción de esa ley universal.
Hay
que desincentivar la corrupción. Crear motivos para que los funcionarios no
delincan. Un Poder Judicial profesional, meritocrático y autónomo, capaz de
perseguir, castigar e impedir la impunidad, razón principalísima de la
corrupción, es una pieza clave de esa lucha. El sistema judicial forma parte de
la red de complicidades que alimentan la corrupción. Los tribunales sirven para
criminalizar a los opositores y proteger a los seguidores del Gobierno. Las
investigaciones objetivas naufragaban en ese Mar de los Sargazos. Ningún caso
de corrupción que comprometa seriamente al Gobierno, se examina. Por eso el
Plan Bolívar 2000, Pdeval, el maletín del Antonini Wilson, la quiebra de las
industrias de Guayana, los abusos electorales, forman parte de la historia de
la picaresca criolla. Se castiga solo a los huérfanos, quienes sirven de chivos
expiatorios.
La
opacidad en la forma como el Gobierno otorga las licitaciones y los contratos
forma otro capítulo de esta larga novela. Los convenidos con China, Cuba,
Brasil, Bielorrusia, Rusia, son secretos tan bien guardados que solo los
elegidos los conocen. Las firmas se estampan en el mundo del misterio. El país
ignora arreglos irresponsables, entre ellos la compra de armas, firmados por el
Ejecutivo, que comprometen el presente y el futuro de la nación.
Lo
medular de la lucha contra la corrupción no se orienta a adecentar el Estado,
sino a destruir la oposición.
cedice@cedice.orgve
@cedice
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