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jueves, 11 de julio de 2013

NELSON CASTELLANO-HERNÁNDEZ, EL GATOPARDO

Es el título de una novela escrita por Giuseppe Tomasi di Lampedusa, entre 1954 y 1957, el titulo original Il Gattopardo haCo dado origen a una definición de actitudes dentro de la política conocida como “Gatopardismo”.

Conducta definida dentro de la novela, donde uno de los personajes Don Fabrizio asiste con distancia y melancolía al final de una época. Los burócratas y las nuevas clases sociales emergentes son quienes sacan provecho del nuevo régimen. El personaje se indigna al saber que su sobrino es lo bastante oportunista para intentar aprovecharse de la situación y adaptarse al nuevo sistema político.
Desde entonces se suele llamar “gatopardista” al político que aparenta realizar una transformación a través de una política revolucionaria, pero que en la práctica sólo altera la parte superficial de las estructuras de poder, conservando intencionadamente el elemento esencial de estas estructuras.
En Venezuela se ha aparentado una revolución pero en el fondo se aplica la máxima de la novela “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”, en realidad el resultado beneficia a los que nunca quisieron cambiar los beneficios de las clases poderosas, tan solo buscaban convertirse en los nuevos dueños del poder y continuar con los mismos atropellos de antes.
En la práctica se simula cambiar todo, para que nada cambie, al contrario la nueva clase dirigente llega al poder sedienta de venganza y de riquezas, dispuesta a aprovechar al máximo la oportunidad, lo que dispara la corrupción y la arbitrariedad.
La ceguera los impulsa a no actuar con recato y cuidado, el resultado final en una situación desbocada, sin freno y sin ley. Que solo cambia a los beneficiarios del sistema, solo que ahora la improvisación, la poca idoneidad de los funcionarios y la falta de profesionalidad acrecienta al máximo las desviaciones del sistema.
La actitud “gatopardista” implica también la actitud de muchos ciudadanos, quienes desarrollan una capacidad para adaptarse a los distintos gobernantes y la intención de importantes sectores de la sociedad para aceptar trabajar, de manera pública u oculta con la supuesta “revolución unificadora” y así conservar sus bienes, su influencia o su poder.
Como en la novela aquí no se trata de transformar las estructuras, sino de sustituir una elite por otra, un “quítate tú pa’ ponerme yo”, aunque no esté preparado y cause la ruina del país. Así como en el texto citado esa nueva elite necesita acaparar para sí todo el poder político, recurriendo incuso al fraude electoral bajo una apariencia democrática.
Una frase del protagonista lo define bien: “Nosotros somos leopardos y leones, quienes tomarán nuestro lugar serán hienas y chacales”.
Lo que sucede aquí no puede llamarse revolución, en Venezuela no se ha producido una transformación radical y profunda respecto al pasado.
Tan solo se ha librado una batalla inocua para que todo siga como está, solo buscaba cambiar protagonismos, solo que mucho más primitivos, terminaron por resolver su incapacidad entregando la conducción del país a una potencia extranjera.
Los ciudadanos conscientes, los partidos políticos debemos entender la dimensión del compromiso. La realidad que vive Venezuela a pesar de que nos ha transformado en muchos aspectos, no ha evitado que sigamos arrastrando nuestros problemas.
Todos incluyendo los grupos de oposición contra el régimen autoritario que vivimos, debemos asimilar la lección. Aprender a actuar con civismo y madurez, a trabajar de verdad en equipo, lo que es muy diferente a tomar decisiones colectivas, por eso de que lo colectivo no debe nunca estar por encima de los derechos inherentes al individuo como ser humano.
La oposición no debe permitir que los argumentos respetuosos se sustituyan por apetencias personales, ni que se reproduzcan en su seno las conductas chavistas autoritarias; rechazamos la indecencia de los falsos dirigentes, quienes actúan como déspotas tan solo por contar con un puesto de decisión, debemos rechazar todo eso que representa lo que queremos cambiar.
Todavía se siguen buscando “padrinos”, mayorías accidentales, acuerdos de última hora para imponerse sobre los otros, aunque no se esté preparado, sin que las aspiraciones estén avaladas por una acción, una formación o por una real capacidad, una especie de lucha ridícula por insignificantes cuotas de poder, por un falso protagonismo.
Terminemos con eso de buscar un “chivo expiatorio” como si no fuésemos responsables de lo que acontece. Basta de echarles la culpa a los otros, sin querer reconocer que lo que ha sucedido en Venezuela, sea por acción o por omisión, es culpa de cada uno, y que su solución nos compete a todos.
Lo cierto es que la Venezuela actual es consecuencia de cada corrupto; de los políticos que se endiosaron, de aquellos que votaron por los partidos que gobernaron el país, los que no exigieron responsabilidades y siguieron votando por ellos; aquellos que escribían solo cosas negativas en la prensa sin proponer cambios o soluciones; de los universitarios que convirtieron los centros educativos en reductos de partidos que existían gracias a los presupuestos universitarios; de los artistas que se acomodaban con el sistema o se aprovechaban de los recursos; de los que no asumieron el desafío; de los que no hicieron nada aparte de hablar; de los que por castigar al sistema votaron por Chávez y ayudaron a llevarlo a la primera magistratura sin medir las consecuencias.
De los que solo criticaban, destruyendo lo que habíamos logrado, sin diferenciar lo positivo de lo negativo que teníamos. Pero sobre todo de estos 14 años de tragedia administrativa en la que no ha sumido el régimen actual.
Si reconocemos esto con humildad tendremos posibilidad de salir del caos, tendremos la fuerza y la convicción para realizar el verdadero cambio que Venezuela merece.
La utilidad y el valor de un luchador se miden en las dificultades; su actuación es producto de los valores en los que cree. Tenemos que reaccionar de una vez por todas, aunque nos cree problemas, no podemos continuar sin definirnos, cerrando los ojos y volteando la cara, ¿Cuánta gente de talento permanece en silencio a la espera de momentos que le sean propicios?
Es la hora de enarbolar un discurso para todos, de tolerancia y de reunificación. Se trata de tener claro cuáles son las razones para continuar, para alcanzar la Venezuela que aspiramos, democrática y libre, de acabar con esta pesadilla, de encontrar un camino hacia la paz, un camino para alcanzar el país donde se quiten las máscaras, un país donde se “juegue limpio”.
El compromiso es con la patria, es desde hoy que debemos asumirlo; la situación es urgente y mañana puede resultar demasiado tarde. En Venezuela la sociedad civil está luchando con sus manos, con sus caminatas, con sus pitos y canciones, con sus votos, con su cuerpo y su vida.
No hay excusas para continuar indiferentes frente a lo que está pasando, para sentarse a esperar cómodamente a que otros realicen el trabajo. O hacemos algo por el país o lo perdemos como lo perdieron los cubanos hace 50 años.

nelsoncastellano@hotmail.com
Ex Cónsul de Venezuela en Paris
Presidente de Venezuela-Futura, Francia

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