No
nos sorprende, pero sí duele e indigna, el cerco del gobierno a la Universidad
Autónoma para someterla e imponer el estatismo “socialista”. Parece
incomprensible a primera vista que un profesor cualificado gane tres o cuatro
veces menos en Venezuela que en Colombia.
Esto antes no era así, pero lo ha impuesto el gobierno en la década de
la mayor bonanza en los precios petroleros. En consecuencia, con salarios
iniciales cercanos al mínimo, la universidad autónoma venezolana no puede
retener y menos conseguir nuevos académicos docentes e investigadores bien
preparados.
Este empobrecimiento de la Universidad no se resuelve con el actual
aumento, que sólo parcialmente repone el deterioro salarial de los últimos
cinco años: todavía se le debe a toda la comunidad y se mantiene
el cerco en espera de su rendición total.
El objetivo del asedio es la
sustitución de la actual universidad autónoma por otra sometida a la imposición
“socialista“ del Gobierno-Estado-Partido. Algún ingenuo podrá pensar que esto
no es así, pues la autonomía está garantizada por la Constitución vigente en su
artículo 109 que luego de reconocerla precisa: “Las universidades autónomas se
darán normas de gobierno, funcionamiento y la administración eficiente de su
patrimonio bajo el control y vigilancia que a tales efectos establezca la ley”.
Este párrafo de la autonomía universitaria es válido, o debe serlo, para todo
tipo de universidad, también para las “experimentales” y las “privadas”.
Pero
desde hace unos años el Régimen para controlar a las universidades no aplica la
vigente Constitución, sino la “revolucionaria” y “socialista” derrotada en el
Referéndum de 2007. Es absurdo creer que en Cuba pueda haber universidades que
piensen y enseñen algo distinto de lo que dice Castro. Esto no es una calumnia
nuestra, sino un orgullo y sello de identidad del régimen comunista y también del
“socialismo del siglo XXI”. Desde esa perspectiva los “revolucionarios” de un
plumazo convierten las universidades autónomas en agentes del imperialismo y
formadores de la “derecha fascista”, que bien merecen unas bombas y hogueras.
Absurdo sería utilizar los dineros del pueblo para formar universitarios
golpistas o respetar su autonomía y pluralismo de pensamiento, pues “cría
cuervos y te sacarán los ojos”.
La
Constitución cubanoide derrotada es la que efectivamente guía al gobierno
actual. Por eso se hizo una Ley de Universidades escandalosamente
anticonstitucional y anti autonómica, hasta que el presidente Chávez vislumbró
las protestas y no se atrevió a firmarla. Si el castillo no se puede tomar por
asalto se le pone asedio, y se cerca con paciencia para que caiga por hambre.
La estrategia tiene principalmente dos piezas, el cerco presupuestario y el
bloqueo al procedimiento de elección democrática autónoma de las autoridades y
representantes. La propuesta “revolucionaria” de voto universal igualitario para
la elección de autoridades académicas es tan absurda que los egresados de la
UCV tendrían cinco veces más votos que los profesores actuales, los estudiantes
diez veces más y los empleados y obreros también los superarían. Fórmula tan genial no se usa en Cuba, ni en
las universidades venezolanas controladas por el gobierno, pues donde hay dedo
presidencial revolucionario que se quite el voto. Como por vía electoral no
pueden tomar las universidades autónomas (los resultados les desfavorecen al
menos 3 a 1), se impiden las elecciones, se bloquea la renovación de las
autoridades y se siembra violencia.
Pero
la soga principal para ahorcar a la universidad es el presupuesto: les quitamos
el pan y el agua y tendrán que rendirse. Con inflaciones anuales por arriba de
20 puntos bastan 4 o 5 años para que el sueldo se reduzca a menos de la mitad.
Ahora, por miedo a que la presión de calle de los universitarios prenda la
mecha nacional ceden parte del dinero debido, pero sin reconocer a las
autoridades ni a los gremios legítimamente elegidos, ni negociar con ellos.
Lamentablemente
la guerra sigue. La miopía gobiernera y el fanatismo les impide ver que por
este camino “revolucionario” de estatizar y quebrar empresas, importar
alimentos, despreciar la productividad,
envilecer la educación reduciéndola a control e indoctrinación y eliminar la
autonomía universitaria… al final su ceguera se vuelve contra ellos, pues el
malestar invade a la sociedad y ésta le
pasa factura al gobierno que colapsa. ¿Patria o muerte? Más auto-muerte que
patria.
lugalde@ucab.edu.ve
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