Durante los últimos tres meses, el país ha
vivido un sinnúmero de eventos; unos muy graves y otros solamente graves. Pero,
de inmediato, ha surgido un trapo rojo desviando la atención del problema y,
sin que la ciudadanía se dé cuenta, cosas graves pasan desapercibidas y el daño
se acentúa.
Es por eso por lo que ya es común escuchar la
opinión general de que los ciudadanos deben seguir al zorro y no a la “Z”
marcada en el trapo, descubriendo la innegable habilidad de apelar a los trapos
rojos, de la más extraña manufactura, para centrar el interés colectivo en lo
efectista, mientras que lo trascendente y relevante se minimiza, hasta que lo
nuevamente grave se hace presente.
En conversaciones con distintos grupos y en
varios ambientes y lugares, lo que abundan son las preguntas sobre la actual
situación. Obviamente, los problemas son muchos. Y cada persona tiene su propia
escala de ubicación del tipo de problema en su vida individual, o en aquella
que lo relaciona con el entorno en el que se desenvuelve.
La inflación galopa y castiga todos los
bolsillos, especialmente a los de aquellos que menos tienen capacidad de
compra. El consumidor ya no sólo no consigue el producto deseado y necesitado,
sino que, además, encontrarlo se le traduce en dos alternativas: adquirirlo al
precio que establece el mercado negro, o no llevarlo a la casa por su alto
valor o inexistencia.
0tro de esos problemas es la devaluación de
la moneda y los altísimos índices de inflación, acompañados de una ya crónica
escasez o de un desabastecimiento ante el que las autoridades se niegan a abrir
los ojos. Se trata de los peores castigos a los que puede ser sometido
cualquier país con sus ciudadanos de parte de quienes gobiernan, y que están
esos cargos para impedir, precisamente, que suceda lo que está pasando
actualmente.
Los hogares de bajos y medianos recursos ya
están cambiando los hábitos de consumo, hacia alimentos más baratos, que
lamentablemente son los menos nutritivos y de alto contenido de carbohidratos:
los que más inciden en la acumulación de grasa corporal y que hoy mantienen en
Venezuela en el segundo lugar de obesidad en Latinoamérica, después de México.
¿Y cuál es la respuesta en general que
ofrecen las autoridades para que la ciudadanía no perciba detenidamente lo que
está sucediendo en cada hogar venezolano?: trapos rojos. El caso que hoy
captura mayor centimetraje y tiempo efectivo en los medios, sin duda alguna, es
el de la subasta de dólares. Pocos saben quiénes reciben esas divisas después
de una subasta a la venezolana. Y aquellos que los han recibido, consideran que
son realmente insuficientes. ¿Y cuánto tiempo le ha dedicado Venezuela durante
los meses de junio y julio a tratar de entender dicho sistema, y a adivinar
porqué unos son favorecidos y otros excluidos?. Habrá que esperar por los
resultados de la siguiente subasta, y ojalá que no sea para escuchar más
acusaciones, más dudas, más suspicacias.
Para hacerle frente al comprometedor problema
de la inseguridad, una vez más, se hacen anuncios, a la par de cambio de
autoridades responsables de convertirlos en hechos reales, y se pone a la
Guardia Nacional en la calle en plan de institución ganadora. Pero el enfermo
no mejora.
Mientras tanto, sigue inalterable el
gravísimo problema en el sistema educacional y, antes de plantearse soluciones
estructurales verdaderas, se trata de desmentir las causas. Nunca país alguno
se ha desarrollado sin darle prioridad a la Educación, dotándola de recursos,
docentes de gran calidad, muy bien remunerados y llenando el país de escuelas,
universidades e institutos técnicos.
Seguidamente, se atacan las instituciones
médicas privadas acusándolas de especuladoras, se regulan los precios de sus
servicios unilateralmente, sin convocarlas a discutir y a buscar soluciones.
Mientras tanto, los hospitales y
servicios médicos públicos, que tienen el doble o más camas para internar
enfermos que las instituciones privadas, no son capaces de asumir el rol que
les correspondería, según lo que la Constitución le establece al Estado: evitar
que las privadas atienden más del 60 % de los enfermos hospitalizados a nivel
nacional, a partir de un servicio de salud médico hospitalario de primera.
Desde luego, sobre los costos públicos por cama, comparado con los privados, la
mejor opinión la deberían tener la instancia contralora de la Asamblea Nacional
y la propia Contraloría General de la República.
Para hacer más dramáticas las comparaciones,
a las instituciones privadas se les obliga -so pena de graves sanciones- a cumplir
con todo el entramado legal laboral. ¿Quién en Venezuela puede objetar el hecho
de que las leyes le obligan a mantener una nómina permanente por inamovilidad
laboral, independientemente de la eficiencia o cumplimiento de obligaciones por
parte de quienes ofrecen su fuerza de trabajo?. ¿Y sucede así en el sector
publico?. Allí lo que acontece está descrito en las protestas públicas a
diario, reclamando hasta lo más legítimo, como es el pago de sus salarios,
meses de salarios caídos, ni hablar del bono alimentario o de los incumplidos
aumentos salariales decretados hasta con años de antigüedad.
Simultáneamente, se plantea un pleito con
Colombia, los Estados Unidos y con Chile por recibir al dirigente político
venezolano Henrique Capriles, sin que fuera del territorio nacional se pueda
entender realmente a qué obedece semejante reacción gubernamental.
En Venezuela, no hay soluciones de la
jerarquía y con la prontitud que demanda la multiplicidad de problemas que
agobian a los venezolanos. Pero abundan las " Z ", los trapos rojos.
A cien días de desempeño del actual Gobierno,
la cosecha popular por excelencia de esa manera de gobernar es la
incertidumbre. Esa misma administración le hizo un llamado al sector privado,
para dialogar y promover ciertas soluciones, al menos en lo referente a la
generación de respuestas concretas por las ineficiencias en materia de control
de cambio y de precios. Y hubo una respuesta satisfactoria ante el hecho de que
dicho llamado lo estuviera haciendo el nuevo Ministro de Finanzas, Nelson
Merentes. Esa exhortación fue calificada de positiva y los participantes
salieron de los encuentros, confiados en que surgiría un plan de recuperación.
Hasta el presente, sólo se han aplicado
paños calientes que distan mucho de ser la solución.
Es indispensable elaborar un nuevo Plan de la
Nación, con metas definidas y tiempos; ubicar los capitales necesarios;
convocar a los más capaces; olvidar el eterno enroque de Ministros y
funcionarios. Porque ya no hay más
tiempo para seguir experimentando, y convertir falsos resultados en glorias
políticas, cargadas, además, de sistemas de defensa, apelándose al ya oxidado
procedimiento de que quien no lo ve bien, lo hace forzado por alguna rebuscada
vocación antigubernamental, antivenezolanista.
¿Debe seguir esperando la sociedad
venezolana, para que el Gobierno levante la bandera del entendimiento y ofrezca
un diálogo serio y sincero?. ¿0 le corresponde a los administrados,
reconociendo la ventaja de vivir en un país de oportunidades, asumir la responsabilidad
histórica de dar ese paso y llamar la atención acerca de que la tarea la tienen que asumir todos los
venezolanos, incluyendo a quienes gobiernan?.
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