El régimen se atragantó de “chicharrón” desquiciándolo de tal forma que convirtió sus intenciones en intimidaciones y sus acciones en perturbaciones.
Con tan excéntrica denominación, no se busca
ofender el sentido gastronómico que ostenta el chicharrón como gustosa comida
extraída de la fritura de la piel del cerdo con o sin carne, o de la dilución
de la grasa del cerdo. Sin embargo, en tanto parte de la cultura de los
distintos pueblos hispanoamericanos donde figura éste como complemento o parte
de platos que confieren sentido y sabor a la mesa popular, arrastra distintos cuestionamientos
que ponen en duda su calidad como exquisitez dado el excesivo contenido graso
el cual incita, peligrosamente, formación de colesterol al interior del sistema
cardiovascular.
Su ingesta, tiene un parangón en política que
igualmente aviva enfermedades. Pero esta vez, enfermedades sociales derivadas
del torrente populista que mantiene un país en atroz retroceso. Es el caso
venezolano, donde una horda de gerentes derrochadores e incompetentes,
desbordaron sobre la nación toda una suerte de inconclusas ejecutorias que
después de casi quince años en el poder, siguen socavando preceptos políticos
con el único propósito de trasegar los vicios y resabios de un socialismo
trasnochado a las realidades nacionales.
Mientras que países adscritos a la onda de la
globalización se plantean esfuerzos para depurar un desarrollo económico y
social en el marco de la llamada “sociedad del conocimiento”, Venezuela se
pliega al extenuado círculo de países que siguen apostando a ilusas
expectativas sembradas por un comunismo animado en las postrimerías del siglo
XIX y deshinchado en la medianía del siglo XX. A consecuencia de equivocadas
decisiones, que además fueron encubiertas por un plan político de gobierno de
oscuras intenciones, se fraguó un sentimiento de miedo que se prestó no sólo
para intimidar reacciones que contuvieran algún hito de protesta. También, para
inhibir objeciones que pudieran dar cuenta de la tramoya que desde el alto
gobierno venían instándose a manera de conspirar contra el Estado democrático y
social de Derecho y de Justicia y justificar así la aplicación de un pretendido
y burdo “socialismo del siglo XXI”.
En consecuencia, el país vio sumergir sus
valores de libertad, igualdad y paz, y lo que constitucionalmente exaltó el
magno texto cuando describe que Venezuela exhortará “la preeminencia de los
derechos humanos, la ética y el pluralismo político”. En contrapartida con la denominada “sociedad
del conocimiento”, emergió la “sociedad del riesgo” como calificó Ulrick Beck,
sociólogo alemán, a esa fase de desarrollo de la sociedad moderna atrapada por
los riesgos sociales, políticos, económicos e industriales que tienden cada vez
más a profundizarse ante un vacío político e institucional. Una sociedad donde
el reparto e incremento de los riesgos sigue el mismo proceso de desigualdad
social. Donde la ciudadanía sufre de atrofia, pues quedan debilitadas las
fuentes colectivas que dan realce a la sociedad.
A los desafueros de este régimen, sembrado a
la sombra de la impunidad, la corrupción y la ilegitimidad, deben sumarse
vetustas y novedosas afecciones producidas por el exagerado engreimiento de
poder por cuyas ostentaciones se instituyeron mentiras con nombres de leyes y
odios con palabras de discursos presidenciales. Es decir, el régimen se atragantó
de “chicharrón” desquiciándolo de tal forma que convirtió sus intenciones en
intimidaciones y sus acciones en perturbaciones. Tanta consternación impulsada
por causa de proposiciones que terminaron en desviaciones, sólo puede decirse
que fue producto de políticas forjadas en el resentimiento. En ideas que no
alcanzaron a parecerse al matiz de un pueblo necesitado y casi desarraigado en
su bienestar y progreso. Todo se estableció desde una política “de chicharrón”.
VENTANA DE PAPEL
SIMULACRO
DE GOBIERNO
La gestión del presente régimen, ha querido
seguir la inercia sobre la cual se impulsó la demagogia que le imprimió el
presidente Chávez. No obstante, tan absurda pretensión terminó siendo aún peor
puesto que ni siquiera la legitimidad le augura la más mínima cuota de respaldo
político. Todo luce a hipocresía. Cuando menos, pareciera un circo cuyos
payasos no provocan risas, sino llanto. Pero de rabia, por la impotencia que
conmina a todo venezolano que busca levantar su voz de protesta. Cuesta mucho respirar
algún aire de triunfo que anime actitudes que apunten en la dirección de poner
al descubierto los chanchullos de los que se vale el régimen para imponerse en
medio del abuso cuando expropia propiedades privadas, cuando cierra
establecimientos comerciales, cuando sigue sordo y ciego a las demandas
universitarias, cuando desconoce el alcance de las endemias que atacan la salud
del venezolano, cuando disimula seguridad en nombre de una supuesta paz
mientras que alcahuetea robos y violencia de motorizados vestidos a lo
miliciano. O cuando vapulea el idioma para incorporar un léxico que abochorna
el uso culto de la lengua española. Sin embargo, gasta onerosas sumas de dinero
para hacer ver a los ojos del mundo que Venezuela es un paraíso, aunque sin oro
pero con petróleo con el cual compra falsas adherencias. Todo es un espectáculo
ramplón. Un grosero simulacro de gobierno.
SOCIALISMO
SÓLO PROMUEVE CONSTRICCIÓN
Es inaceptable que hayan personas que,
egresadas de una universidad autónoma, crítica y democrática, donde la
universalidad fija la condición ecléctica del profesional universitario, se
presten a favorecer las contrariedades que emanan de la cúpula del régimen
criollo. Ante esta estrujada realidad que favorece la corrupción y la
arbitrariedad operada desde los altos mandos políticos, Luís Manuel Cuevas
Quintero, historiador y profesor de la Universidad de Los Andes, expone su
preocupación sobre lo que esto significa. Por esta razón, eleva una pregunta a
quienes desde el oficialismo continúan pensando en un futuro provisor pero
montado sobre “bases de cartón”. A este respecto, escribe particularmente a los
abogados lo siguiente: “Si entienden lo que es el socialismo, si quieren
renunciar a la autonomía que es también el libre ejercicio del Derecho dentro
de un marco de libertades, apoyar un proyecto político porque se está dentro de
un imaginario instituyente pleno de ilusiones y no de realidades, eso es
condenar el ejercicio del Derecho a su antinomia que es la censura, la
violación de las libertades y la confiscación de la autonomía”. Ya la historia
política contemporánea, está cundida de referencias y narraciones de casos
patéticos que iluminan los errores que se cometieron blandiendo las banderas
del socialismo. Más aún, cuando éste ha degenerado a causa del colectivismo que
anima sus posturas que pretenden ser incitadas por sectores de la población
cuya cultura política carece de la estructuración necesaria para alcanzar lo
que, al menos plantea el utopismo con el cual se describió esta ideología que
acude a la organización social como fundamento de su praxis. Mientras tales
propósitos se vean opacados por el egoísmo y la envidia que hay detrás de todo
grupo social, el socialismo será imposible. Por ahora, este socialismo sólo
promueve constricción.
LA
EDUCACIÓN TIENE UN ÁNGEL
Cuando se piensa en torno al problema que
significa ocuparse de los hijos que hay que dejarle al mundo, más que del mundo
que va a quedarle a los hijos, está estimulándose a reflexionar sobre cómo
impartirle a esos hijos una educación que se corresponda con ideales de
moralidad, ética, dignidad y honestidad. Entre otros valores que igualmente les
brinda una preparación calificada para la vida. Pero para una vida de
tolerancia, respeto, amistad, solidaridad. Y sobre todo, de verdad. La
laboriosa actividad de Mary Contreras de Aranguren, historiadora, docente y
defensora educativa, ha hallado una ruta metodológica que permite a los agentes
de socialización: padres-representantes, educadores, sociedad, allanar tan
importantes espacios. La exposición de Mary Contreras ante el foro de
académicos y miembros de la sociedad merideña, organizado por la Academia de
Mérida no sólo permitió que su brillante tesis llegue a conocimiento de las
instituciones educativas. También, que el país educador se entere del arte y de
la pedagogía que destacan el paradigma que Contreras edifica alrededor de tan
trascendental necesidad. Así, el país podrá hacerse del mismo para garantizarse
un desarrollo conveniente desde la concienciación de los deberes y derechos del
niño. Y es porque en Mérida, la educación tiene un ángel.
“Una Universidad sometida a los arbitrios del poder político, es un cuartel disimulado” AJM
antoniomonagas@gmail.com
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