Desde
hace tiempo, se viene describiendo que vivimos en sociedades divididas, que se
han fragmentado y que esos enfrentamientos entre individuos hacen cada vez más
difícil la convivencia ciudadana.
Muchos
sociólogos y analistas describen, con bastante detalle, lo que implica esta
división y la dificultad profunda que conlleva al impedir una integración
genuina entre ciudadanos.
En
general, cuando llega el momento de expresar las razones que explican esas
divergencias entre distintos grupos de la sociedad, algunos se inclinan por
intentar esclarecer la cuestión refiriéndose a la división en términos de las
diferencias de clases, socio económicas y de sectores sociales.
Desde
esa perspectiva, se muestra la brecha económica que separa a unos de otros, y
que tiene que ver con su pertenencia a un determinado sector social, en función
de aspectos de índole patrimonial. Así las cosas de un lado están los que
disponen de recursos, y del otro, los que no lo tienen.
Ciertos
especialistas hablan del acceso a la educación. Bajo ese paradigma, de un lado
quedan los ignorantes, que no tienen conocimientos y no pudieron tener
instrucción formal, y del otro, los mas instruidos, preparados académicamente y
que pudieron formarse en instituciones importantes, tal el caso de los universitarios, esos que
lograron continuar sus estudios para alcanzar los máximos estándares deseables.
No
faltan tampoco quienes prefieren explicitar esa división, argumentando que la
misma pasa por cuestiones meramente ideológicas, de preferencia política y
hasta partidaria. Esgrimen que unos optan por los conductores demagogos y otros
por los expertos e idóneos para brindar soluciones.
Es
probable que cada una de estas aproximaciones a la realidad, sean lo
suficientemente ciertas y tengan algún soporte argumental sólido e interesante,
pero resulta igualmente apasionante, incursionar por un aspecto poco abordado y
que tal vez valga la pena brindar mayor atención.
Existen
en la sociedad contemporánea, dos tipos de ciudadanos que pueden encontrar sus
fronteras en aspectos económicos o educativos, pero fundamentalmente se
identifican desde aspectos morales más relevantes.
Por
un lado están aquellos que contribuyen con la sociedad aportándole valor, los
que realmente producen generando proyectos e ideas, los que siendo creativos
contribuyen con soluciones concretas y los que reflexionan mostrando nuevas
aristas, los que prestan servicios a los que los necesitan y los que fabrican
productos, en fin los que suman, los que trabajan y se esmeran haciéndose
merecedores del resultado del fruto de su esfuerzo.
En
las antípodas, se encuentra un grupo cada vez más numeroso, de personas que
creen que pueden vivir a expensas del esfuerzo de otros. Ellos defienden sus
derechos, los multiplican, asociando todo con lo material. Es que cada derecho
que les parece razonable ejercer, implica que alguien tendrá que esforzarse más
para solventar los gastos que permite concretar esos supuestos derechos.
Se
trata de un conjunto de ciudadanos, que aun que trabajen, dicen precisar más
recursos para satisfacer sus necesidades, esas que consideran justas, pero que
al generar recursos que resultan insuficientes, suponen que otros, los que
producen, tienen la obligación de brindárselos.
Al
no conseguir que esto ocurra de modo espontáneo, van por el poder y acceden al
gobierno, para desde allí obligar a los que producen a someterse a sus
designios y aportar coercitivamente lo que ellos requieren.
Estos
saqueadores, como los describía Ayn Rand, pretenden utilizar el monopolio de la
fuerza del Estado, para quitar a los que generan recursos una parte de su
sacrificio personal. Los que producen merecen moralmente gozar del beneficio
que se deriva de su empeño, y regocijarse con la virtud de haber alineado sus
resultados con sus méritos.
Mucha
gente vive con dignidad, disfrutando de lo que han conseguido con esfuerzo, sin
reclamarle que el resto de la comunidad sea saqueada y confiscada para
satisfacer sus ambiciones personales no logradas.
Se
trata de una división conceptual, de orden moral, que poco tiene que ver con el
acceso a la educación o la pertenencia a determinados sectores sociales o
económicos.
De
hecho muchos individuos que disponen de riquezas económicas, las han conseguido
en base a privilegios otorgados por los gobiernos, a influencias, concesiones o
al favor político del poderoso de turno, y no en base a sus propios
merecimientos como generadores de recursos.
La
sociedad del presente está claramente dividida, pero es probable que esta
descripción que muestra de un lado a los parásitos saqueadores y del otro a los
que generan riqueza, sea la menos explicitada.
Es,
seguramente, la diferencia más difícil de superar, porque dejar de lado esta
distancia ya no depende de brindar más educación formal o achicar la brecha
entre ingresos, sino a una aceptación moral de reglas de juego que ponen las
cosas en su lugar, premiando a los que más se esfuerzan y no a los que solo han
elegido el camino de abusar del mérito ajeno.
Existen
muchas formas de ver la división de la sociedad en este presente, pero tal vez
esta que pone de un lado a los saqueadores y del otro a los que generan
recursos sea la más compleja y verdadera fragmentación.
albertomedinamendez@gmail.com
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