No bien iniciada la década del `90, el
célebre politólogo de Harvard Samuel Huntington publicaba La tercera ola, un libro
dedicado al análisis de la difusión de la democracia contemporánea en el mundo.
Su tesis, expuesta de forma sintética, dice más o menos así: los movimientos de
la democracia emulan al movimiento marítimo, por cuanto la historia mundial
registra tanto olas de democratización (entendidas como contextos propicios
para el florecimiento democrático), cuanto contraolas autoritarias (entendidas
como contextos perjudiciales para la democracia).
Huntington asevera que –al momento de
escribir su libro– las olas democráticas son tres. La primera se inició en
1828, con la asunción de Andrew Jackson a la presidencia de los Estados Unidos
y la posterior difusión que tuvo el sistema democrático norteamericano en
Europa. Pero la contraola autoritaria no tardó en llegar con la aparición de
los totalitarismos modernos –comunismo, fascismo y nacional-socialismo– en la
primera mitad del siglo XX. Concluida la Segunda Guerra Mundial, una nueva ola
democratizadora alcanzó incluso a naciones de tradición autoritaria como Japón,
Italia y Alemania. Sin embargo, una segunda contraola llegó como producto de la
Guerra Fría, los golpes de Estado y los movimientos guerrilleros. Finalmente,
el profesor de Harvard entendía que el mundo estaba asistiendo a la tercera ola
de democratización tras ir cayendo de a poco los distintos regímenes
autoritarios del mundo, proceso que desembocó en la definitiva implosión
soviética al cierre de los ‘80.
La idea de “ola” que propone Huntington no es
arbitraria. Los datos empíricos le demuestran que cada ola democratizadora
llega más lejos que la anterior, tal como ocurre con el movimiento del mar,
abarcando una cantidad mayor de naciones que deciden incorporar el sistema
democrático a su vida política. En 1922, finalizando la primera ola, las naciones
democráticas eran apenas 29. Pero en 1990, en pleno auge de la tercera ola, las
naciones democráticas ya eran 58 y pronto se irían sumando muchas más.
¿Qué nos aporta la tesis de este reconocido
politólogo más de veinte años después? Aporta, en concreto, un marco desde el
cual observar, analizar y repensar la realidad política que nos toca vivir como
país y como región. ¿Qué movimiento ha dado la democracia latinoamericana en
los últimos años?
La tercera ola de Huntington duró lo que un
suspiro. Su optimismo –equiparable al “fin de la historia” de Francis Fukuyama–
encontró un límite en el inicio de la tercera contraola autoritaria que provino
con la aparición del llamado “socialismo del Siglo XXI”, una ensalada
ideológica condimentada con elementos del “socialismo del Siglo XX”, dosis de
chauvinismo, localismo y nacionalismo, y aderezos populistas en cantidades
empalagantes. El arquetipo regional de esta contraola fue Hugo Chávez. Los
exponentes argentinos fueron los Kirchner.
Vale subrayar que las contraolas siempre van
perdiendo su fuerza, y la tercera no fue la excepción. En efecto, el populismo
no ha arremetido contra la democracia procedimental como el viejo autoritarismo
lo hacía, sino que se ha valido de ella para destruir la democracia sustancial.
Aunque sea como parodia, el caudillo populista contemporáneo debe maquillar su
gestión de cierta “institucionalidad”, mientras arma y desarma, maneja y
controla los poderes del Estado a su antojo y conveniencia, vulnerando el
sistema republicano que consagra límites al poder político. La tercera
contraola significa, en este orden de ideas, un azote indirecto para la
democracia, porque a ésta le repercute el golpe que recibe en concreto la
República.
¿Puede existir la democracia como sistema que
consagra libertades políticas sin un sistema republicano que garantice
periodicidad en los cargos, publicidad de los actos de gobierno y límites al
poder político? Hay gran desacuerdo sobre esto en el mundo del pensamiento
político. Mi tesis al respecto es que las democracias modernas de naturaleza
representativa no pueden garantizar ninguna libertad política (sustancia de la
democracia) sin apoyarse en valores republicanos. Democracia y República, en
este contexto, se confunden. La razón principal es que una democracia
representativa sin límites está en los hechos habilitada para concentrar e
hipertrofiar el poder y ejercerlo dictatorialmente, sumergiéndose en una
paradoja típica de los momentos políticos que vivimos: la legitimidad
democrática de origen no se condice con una legitimidad democrática de
ejercicio. No es llamativo, en este sentido, que el gobernante populista se
sujete más a lo que Max Weber llamaba “legitimidad carismática” que a la
“legitimidad racional”. Y es por esto que la tercera contraola fue antidemocrática
precisamente porque fue antirrepublicana.
Algunos indicios hacen suponer, no obstante,
que estamos próximos al fin de la contraola populista, impulsada principalmente
por el contexto internacional de bonanza económica que disparó el precio de los
commodities (Juan José Sebreli dice que el populismo aparece allí donde hay
para repartir). En efecto, las economías de los países que han padecido el
populismo han crecido, pero no se han desarrollado. Más bien, se han dedicado a
despilfarrar inimaginables cantidades de recursos en clientelismo, dádivas,
subsidios, corrupción y otras yerbas.
Pero hay un dato clave que nos hace confiar
en la llegada de una nueva ola democratizadora: la masificación de Internet y
las redes sociales. No olvidemos que el dato clave de la tercera ola
democratizadora que visualizaba Huntington era el inicio de un nuevo orden
global denominado “globalización”, signado por el desarrollo de las
comunicaciones, los mass media, el transporte y la descentralización económica.
No obstante, Internet y las redes sociales no fueron a la sazón ni por cerca
fenómenos tan masivos como ahora.
Si Edmund Burke, primero en calificar como
“cuarto poder” a la prensa, viviera en este tiempo, no dudaría en caracterizar
a las redes sociales como el “quinto poder” naciente. En efecto, cuando
pensábamos que Argentina ponía de manifiesto todo el poder de las redes
sociales con sus masivos cacerolazos, llegó la experiencia brasilera mucho más
dura y determinante. ¡Y para qué correr la vista hacia Medio Oriente y sus
revoluciones iniciadas desde la pantalla de un teléfono móvil! El hecho es que
las redes han conferido poder a la sociedad civil, y que este poder se ha
dejado apreciar en su versión antipartidaria y contestataria; es decir,
limitante del poder político de turno pero siempre desde la horizontalidad
apartidaria.
La multiplicación de los poderes que propuso
Montesquieu en El espíritu de las leyes obedecía a una idea simple: si podemos
hacer del poder algo divisible de modo que nadie pueda monopolizarlo, el poder
le pondrá un límite al poder (“Que el poder frene al poder”).
Así las cosas, la estabilidad de un cuarto
poder no institucionalizado como lo es la prensa, a menudo condiciona los
desvíos del poder institucionalizado. Y lo mismo está ocurriendo con las redes
sociales, cuyo poder de difusión muchas veces supera con creces al poder de los
mass media y ya empieza a incidir sobre la agenda de los gobiernos populistas
(no en vano el gobierno venezolano desde hace años espía y persigue la actividad
de sus ciudadanos en Twitter).
¿Serán las redes sociales el impulso que la
cuarta ola democrática precisa? ¿Serán las redes sociales la cura de la
enfermedad inducida que padecen nuestros sistemas republicanos? ¿Serán las
redes sociales el sepulcro del populismo? Las preguntas están abiertas. Pero
las respuestas no tardarán en llegar.
agustin_laje@hotmail.com
@agustinlaje
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Estoy muy de acuerdo con este análisis. Gracias al Internet los dictadores del Medio Oriente han caído uno detrás del otro como piezas de domino movidas por su propio peso. En realidad el populismo ya no tiene un lugar seguro porque las redes sociales han ayudado a desenmascarar a esos villanos detrás de este. Todos ahora somos audiencia y participantes gracias a la globalización creada por el Internet. Las mentiras, abusaos y corrupciones de esos tiranos cada vez son mas difíciles de tapar, pero va a depender de los ciudadanos de cada uno de esos piases, incluyendo a Venezuela, de crear cambios políticos y sociales que se ajusten a sus necesidades. @gbensimon1
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