La
verdad que uno no sabe cómo llamar a la camarilla que -mientras tanto- ocupa
Miraflores. Usualmente uno se refiere a ellos como “el gobierno" aunque
esté consciente que en Venezuela no hay tal cosa.
En efecto, quienes
deberían gobernar no se ocupan de los problemas del país sino que están
dedicados exclusivamente a disimular las pugnas internas y mantener en el
poder a Nicolás Maduro, quien está sentado en una silla prestada y con solo dos
patas. Las abusivas cadenas y todas las maromas confirman que no hay
gobierno, acentúan la crisis de legitimidad y evidencian inseguridad,
mucho temor.
No
es apropiado hablar de "oficialismo” cuando la mayoría del país no les
reconoce como legítimas autoridades y tal condición la otorgue una institución
tan cuestionada como el CNE. Tampoco
podemos hablar de una "revolución" pues si nunca lo fue, ahora mucho
menos. Ni siquiera podemos referirnos a ellos como "chavismo" toda
vez que Chávez no está y como decía Lina Ron, interpretando a los auténticos
seguidores del hombre de Sabaneta: "Con Chávez todo, sin Chávez
nada". Y pensar que "la nada" fue como en algún momento
el difunto llamó a la oposición democrática. ¡Que ironía!
Llamar
a esto "madurismo" es equivocado pues Nicolás Maduro no es un auténtico
líder sino una circunstancia, sus carencias hablan con elocuencia.
Además, el término podría ser una afrenta para Diosdado Cabello, jefe del
PSUV y según decía Luis Tascón, indiscutible cabecilla de la muy corrupta
"Derecha endógena". Por cierto, esa jefatura del Tte Cabello no solo
debe resultarle incómoda a "El Ilegítimo" sino también a Rafael
Ramírez, que es quien paga la cuenta.
A
todas estas, la familia Chávez está ausente de la escena, exceptuando al
oportunista yerno, dizque Vice Presidente y al hermano botado de Corpoelec para
ser reenchufado en otro cargo. Hasta
Hugo Chávez está en el olvido, quedó solo para la retórica burocrática que
justifica los desmanes y marramucias del "gobierno", escrito entre
comillas por las dudas ya expuestas. Lo que rigurosamente se preserva de los
tiempos del chavismo -además de la ineficiencia y la corrupción, hoy
exacerbadas- es el rasgo militarista y el entreguismo a los cubanos, todo
agravado con la presencia en Miraflores de un sujeto pusilánime, tremendamente
débil y asustadizo, al punto que -según el humor popular- los 50 millones de
rollos de papel higiénico que importó han resultado insuficientes.
Tenía razón Lina Ron, el chavismo sin Chávez no existe, lo que tenemos al frente es otra cosa. Algo más pervertido e inmoral. Una confederación de naturaleza hamponil por sus propósitos, intereses y actuaciones. Un régimen boqueando que se deshilacha al ritmo de las agujas del reloj. En contrapartida, en Venezuela se consolida la unidad en torno a Henrique Capriles, un líder democrático que actúa con responsabilidad y cada día se fortalece mas. ¡Recuperar al país también es cuestión de tiempo!
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