Venezuela en su aspiración por un régimen
moderno, inició en el año 1945 y con mayor énfasis desde 1958 la perfección de
un modelo económico con destino definido a la luz de dos posibles
orientaciones:
(1) el Estado actuando como capitalista por intermedio de
empresas públicas sin la presencia del mercado; o
(2) el Estado como
conciliador de intereses contrapuestos entre un necesario y naciente empresariado, el mercado y las
empresas públicas.
La escogencia de la segunda alternativa propició en las
siguientes dos décadas (hasta 1978 cuando cae por vez primera el PIB un sólido
crecimiento (sin inflación) impulsado con recursos humanos y financieros
nacionales y extranjeros, que se tradujo en una manifiesta movilidad social y
la formación de una pujante clase media con efecto multiplicador en el mercado
doméstico.
A partir de 1980 (y la primera devaluación en 1983) el modelo mostró
su debilidad implícita: no existió correspondencia con la generación de
tecnologías y medios de producción vinculadas con nuestra realidad y creados en
suelo patrio en aras de impulsar la sustitución de importaciones (insumos y
tecnología), y con el desarrollo de un fuerte mercado interno como condición
para sostener y dinamizar el crecimiento económico; tal debilidad alteró
integralmente el modelo ante los efectos inducidos por la vulnerabilidad del
sector externo de la economía.
Ante la pérdida relativa de su bienestar, se
hace presente en la ciudadanía una confusión sobre su causa (y desesperanza
sobre sus consecuencias) que llevó a una mayoría significativa a “concluir” que
la deficiencia en la administración pública y sus políticas (y más) eran
inherentes al propio sistema político-económico imperante y a la democracia
misma.
Esa confusión se alimentaba igualmente de un
alto nivel de corrupción (que se mantiene) y de una caída en la credibilidad de
los partidos políticos (que se viene superando); todo lo cual propició la
aparición electoral de un nuevo enfoque: un socialismo estatalista, contrario a
la libertad individual y con nuevas formas de generación, apropiación y
distribución de los excedentes económicos; bajo la denominación de socialismo
del siglo XXI con una ideología dogmática y una “doctrina económica” que
sostiene que el Estado y el Gobierno bastan para solucionar las desigualdades y
dificultades en un contexto de reforma social, reflejando una vanidad política apartada
de las leyes económicas (y de la “terca economía”) al extremo de pretender
reducir la democracia a un mero formalismo electoral.
En esa ilusión de tránsito hacia un Estado
Comunal y su correspondiente Sistema Económico Socialista, se crearon en el año
2001 las “zonas especiales de desarrollo sustentable (zedes)” con la finalidad
de promover el desarrollo mediante la
planificación de la economía por zonas (zonas socialistas de producción); en
complemento a la red de distribución socialista
que en 2012 cuenta con 120 plantas procesadoras, 10 centrales y 19.000
puntos para la venta de alimentos; mientras que para 2013 estiman construir 54
Pdval, adquirir 20 carnicerías móviles Mercal (para completar 29), poner en
funcionamiento 5 bodegas móviles Abastos Bicentenario e igualmente 27 sedes de
Farmapatria (para llegar a 120); con el propósito de demoler el mercado (¿?) y consolidar el
Modelo Productivo Socialista, al igual que el hecho comunal que según cifras de
la Asamblea Nacional se habían conformado hasta 2012 unos 43.801 Consejos
Comunales, 3.000 empresas comunales y familiares, 3.200 Consejos de Economía
Comunal, 200 Comunas, 14 Distritos
Motores y 3.150 Comunas (450 por año) para localizar unos 39.000 Consejos
Comunales, y así demoler la iniciativa privada (¿?).
Esa pretensión de demoler
la iniciativa privada y el mercado sin haber estructurado la economía
socialista estatal ni haber ponderado lo difícil de su reemplazo, se ha
traducido en un descalabro económico (que los conductores del “proceso” niegan
y ocultan bajo supuestas “guerras”, acaparamiento y campañas mediáticas),
habida cuenta de la caída en la producción mercantilista con obvias
consecuencias sobre el déficit de producción, inflación y escasez de divisas,
alimentos y bienes en general. En tal contexto, las importaciones durante el
1999-2012 crecieron un 309%, las exportaciones no tradicionales disminuyeron
desde $ 5,5 millardos en 1999 hasta $3,8 millardos en 2012, la industria
manufacturera en 2012 creció un 0,29 % con relación al 2011 versus un
crecimiento poblacional del 27%, una estimación de crecimiento para 2013 menor
al 1% (con peligro de estanflación), en un ambiente de inflación anualizada del
35,2% (con posibilidad de superar el 45% para finales de año), puntual en mayo
del 6,1% una inflación en alimentos del
49,9% y un índice de escasez del 20,5%. En fin, el denominado socialismo del
siglo XXI no ha inducido transformaciones positivas (al contrario) en el ámbito
de la economía permitiendo ratificar que la libertad, la iniciativa privada, la
seguridad personal y jurídica, el mercado, la inversión nacional y extranjera
en un contorno de economía abierta, han de ser los ejes del desarrollo
económico, lo cual no limita en forma alguna adelantar políticas en procura de
alcanzar un socialismo de tipo democrático.
@jagp611
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