Se han generado cadenas de acciones regresivas que acentúan el retroceso que viene dándose en nombre de un socialismo incapaz de encarar los desafíos pautados por la globalización alentada desde realidades trazadas por la incidencia de nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
¿QUIEBRE INSTITUCIONAL?
Más allá de lo que puede significar el
agotamiento del modelo de desarrollo que intenta aplicar el actual régimen, a
pesar de la ilegitimidad que lo marca, el país está asfixiándose por causa de
distintos problemas que parecieran ser deliberados dado el curso de acontecimientos
y decisiones que está advirtiéndose en medio del tinglado que, desde el
Ejecutivo Nacional, ha venido armándose.
Además de verse al país sumido en una
grave tribulación derivada del tipo de gasto de recursos que sigue la
administración pública, no hay dudas de
otras desventuras por las cuales, de no salir de las mismas, Venezuela
estará a un tranco de caer en un estado de masivo empobrecimiento y conflicto
cuyas proyecciones la devolverían a etapas del opresor colonialismo.
A decir por los escollos que a todas luces
han alcanzado un grado de insólita desvergüenza, debe hablarse de apenadas
crisis que tienen trancado el juego de la democracia, paralizado el desarrollo
económico nacional y estancada la movilidad política. Se trata de tres crisis,
todas relacionadas entre si en términos de sus proporciones e implicaciones.
Una crisis de objetivos y de orientaciones
por cuyas consecuencias se ha perdido la visión de compromisos que venía
cumpliendo el país en virtud de importantes exigencias que planteaba el nivel
de competitividad que aproximaba el país al ámbito determinado por la
geopolítica latinoamericana.
Una crisis de información para la toma de
decisiones por la cual el país ha venido imbuyéndose en engorrosas situaciones
debido a la falta de información por parte de quienes manejan determinaciones
de incisiva repercusión para el desarrollo nacional. Este problema ha generado
cadenas de acciones regresivas que sólo denotan el retroceso que viene dándose
en nombre de un socialismo incapaz de encarar los desafíos pautados por la
globalización animada desde realidades trazadas por la incidencia de las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación. Pero también, por la
correlación de poderes políticos y económicos cuyos dominios no pueden obviarse
por cuanto, de alguna forma, señalan las tendencias de los mercados mundiales y
sus horizontes de cooperación hacia economías con desventajas comparativas y
competitivas.
Y una crisis de los esquemas de organización
y coordinación de la administración del
Estado venezolano por cuyos secuelas se ha tejido un desorden de tal naturaleza
que ha incitado una incapacidad de la estructura social de proveer a
importantes sectores de la población lo necesario para lograr metas de la
sociedad proyectadas bajo la formalidad de planes de desarrollo. En medio de
estos hechos, se ha dado una aguda disociación entre objetivos animados desde
el populismo que ha impregnado el diario discurrir político, y el acceso de
parte considerable de la población a los medios necesarios para satisfacer
condiciones inmediatas de vida social.
Es la razón de los problemas que colman la
escena nacional tales como el desabastecimiento, abusos y hasta la violencia de
calle lo cual habla de esa ruptura de normas sociales que tiene mal al país en
todas sus dimensiones. Es eso, deplorablemente, lo que está alentando a que se
llegue a un cuadro de zozobra generalizada, resultado de lo que pudiera ser un
quiebre institucional.
VENTANA DE PAPEL
PATRIA “INSEGURA”
Con el repetido cuento del Plan “Patria
Segura”, el Ejecutivo Nacional busca nuevamente engañar la población a partir
de la idea de garantizar la seguridad que en catorce años de régimen, nunca se
vio. Luego de proceder a desarmar a las policías regionales, constreñir a las
policías municipales, estimular la delincuencia o cualquiera de sus formas por
aquello de que “es malo ser rico” y por tanto había que despojar al rico de sus
pertenencias para dárselas a quien nunca se preocupó por forjarlas, ahora quiere
“tapar el sol con un dedo”. Es decir, el régimen busca “enmendar la plana”
mediante un plan cuyo elemento pivotante es la Fuerza Armada Nacional.
Después de haberse intentado 20 veces, el
régimen sigue sin entender que estos planes antidelictivos, con la presencia de
militares, fungiendo de policías, nunca han funcionado. Por el contrario, la
toma militar de ciudades consideradas como espacios asediados por la
inseguridad, en todas sus manifestaciones, no garantiza soluciones que corrijan
dicho flagelo social. Según la opinión de expertos, la presencia militar sólo
desplazará las bandas de malhechores a lugares cercanos. Pero que en todo caso,
variarán sus medios y modos de acción con el fin último de continuar el
hostigamiento por el cual rinde frutos tan perverso oficio. Lejos de lo que la
toma de ciudades por parte del Ejército puede lograr, esto no es más que un
gesto de demagogia con lo cual pretende desviarse la atención de los problemas
que el régimen tiene sobre sus espaldas mediante la intimidación o miedo que
ello causa en el ambiente social.
Además es inconstitucional, por cuanto la
Carta Magna exhorta la movilización de la fuerza militar hacia propósitos que
vulneren la soberanía y la territorialidad. Sin el más mínimo conocimiento de
seguridad ciudadana y criterios de uso progresivo de la fuerza, como en efecto
maneja la Policía desde su ámbito institucional, este remedo sólo servirá para
deslucir la imagen del estamento militar ya aporreado al colocarlo en situación
de vendedor de pollos, Su discordancia operacional, hará que sea visto como el
plan Patria “Insegura”.
POR DESEQUILIBRIO SE CAE CUALQUIERA
El sectarismo acusado por el régimen
representado por Nicolás Maduro, es insólito. Aún cuando no sorprende. Las
dictaduras lo utilizan como recurso para defender el desparpajo propio de cada
uno de sus actos y determinaciones. Razón asistía a Benjamin Disraeli, político
británico (1804-1881) cuando dijo que “el ejercicio de la política puede
definirse con una sola palabra: disimulo”. Ya Napoleón había calzado con la
verdad cuando expresó que “nada anda bien en un sistema político en el que las
palabras contradicen a los hechos”. Esto es exactamente lo que explica el
porqué las cosas andan de mal en peor en el país que liberó Simón Bolívar. Y
cómo no andar mal, si el régimen actúa apegado a la ley del embudo. Es decir,
busca que la amplitud favorezca su actitud, mientras que la estrechez se la
aplican a quienes se resisten a sus dictámenes. O sea, lo ancho para el régimen
y lo angosto, para el ciudadano demócrata. Es ahí cuando se advierte la
injusticia de sus ejecutorias pues sus decisiones desdicen de lo que pauta la
Magna Ley, en todo momento contradicha.
La premeditada y alevosa orden de amenazar la
libertad del dirigente Leopoldo López, coordinador nacional de Voluntad
Popular, frente a lo que significa la retahíla de actos dolosos y acompañados
del más terrible sentido de ilegalidad cometidos por afectos al proceso
revolucionario, evidencian no sólo el carácter de arbitrariedad que hay en
buena parte de sus decisiones. También, la impunidad que acompaña sus acciones.
Cuantiosas son las arbitrariedades, desafueros y delitos de estos personajes.
Pero paradójicamente, no hay sanción alguna para ellos. Sin embargo, basta que
alguien de la oposición se apropie de una gallina o desconozca la luz de un
semáforo, para que le caiga todo el peso de la ley mediante sentencia firme y
rauda del Tribunal Supremo de Justicia. O acaso ¿ha sido otra la razón para que
el TSJ haya considerado inadmisible el primero de los seis recursos
contencioso-electorales interpuesto por considerarlo “totalmente indeterminado,
genérico y confuso”?
Han apelado a sórdidas excusas para encubrir
las barbaridades que incriminan abiertamente a Mario Silva. Encima de esto, invocan
infundadas argumentos para arremeter contra diputados opositores. No obstante,
indultan o eximen de toda culpa las probadas acusaciones que pesan sobre
conspicuos dirigentes del PSUV quienes tienen cargos en su contra. Incluso,
reposando en tribunales internacionales. Lo que el régimen debe comprender, es
que también por debilidad, extenuación o por desequilibrio se cae cualquiera.
“Construir patria, no necesita cuarteles. Pero si de universidades”
antoniomonagas@gmail.com
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