Síntesis del contenido del libro DESAPARECIDOS. Autor Coronel Alfonso Plazas Vega con Prólogo del ex. Ministro Fernando Londoño Hoyos.
Ante una situación como la que se vive
actualmente en el Hemisferio Occidental, en el cual todos sus pueblos están
sufriendo los embates del Castro comunismo es necesario que se conozca la verdadera historia de lo sucedido durante
la toma del Palacio de Justica
colombiano, por parte del M-19 (Movimiento guerrillero) en connivencia
con la mafia de los narcos, con el objetivo
de doblegar a la democracia más antigua de Latinoamérica y convertirla
en un narco estado.
El año 1.985 tiene un significado especial en
la historia de Colombia, ya que se libraba una cruenta guerra entre el menguado
ejército colombiano y el muy adinerado narcotráfico que para nada le temía al
primero. A lo único que le temía era a su extradición a USA; razón por la cual
apelaron a la contratación de un verdadero ejército de abogados, entre los
cuales se encontraban ex magistrados de las Cortes de Justicia quienes con
mentalidad mercenaria serían capaces de cualquier cosa, para combatir el
tratado que había suscrito el gobierno colombiano con USA.
La vía judicial no le era favorable a las
FARC, era del conocimiento público que la Sala Constitucional de la Corte
Suprema de Justicia tenía lista la ponencia para declarar válida la extradición
de narcotraficantes, medida esta que contaba con respaldo unánime. Las amenazas
continuas y crueles contra los jueces no habían surtido efecto. Los centenares
de pliegos escritos por sus bien aceitados leguleyos, tampoco. El Tratado iba a
aprobarse. A la mafia sólo le quedaba la aplicación de la violencia que sería
desplegada mediante su unión con el M-19 grupo de origen comunista, cuyos
miembros eran en buena parte militantes antiguos de las FARC.
Se darían dos golpes de Estado reunidos en
una sola operación. Con el primero, se
asesinaría parte de la Corte y se conservaría el resto como rehén para
conseguir la rendición del Gobierno y la promesa formal de que no habría
extradición de colombianos. Con el segundo, el Presidente tendría que abandonar
su Palacio para sentarse en una mesa de negociación abierta, nada menos que en
el Palacio de Justicia, para resolver los problemas del país de acuerdo con lo
expresado por el Comunismo, mezcla de Marx con discursos extravagantes sobre
Justicia Social. Sobre esta base se selló la alianza para que la mafia pusiera
las armas, dinero y cuanto resultara menester (su capacidad económica, era tanta que podía
ofrecer, como en efecto ocurrió, hacerse cargo de toda la deuda pública externa
de la Nación, como contraprestación a los beneficios judiciales que esperaban).
Las FARC pondrían el atrevimiento para desafiar con las armas y en semejantes
condiciones a la más antigua y estable democracia de América Latina.
Los días 6 y 7 de noviembre de 1.985, ante la
curiosa y nunca inexplicada ausencia de
la Policía de custodia, los guerrilleros
penetraron al Palacio de Justicia, previo el asesinato de sus casi inermes
guardianes. Rápidamente se apoderaron de todas las instalaciones, hicieron
trincheras de los sitios estratégicos, prendieron el fuego que les interesaba,
asesinaron a sangre fría a unos cuantos magistrados y se dispusieron a esperar
la llegada del Presidente de la República. En su lugar llegaron los soldados,
que hicieron cara a los armamentos ultramodernos y a los sitios previamente definidos
como los mejores por la turba asesina. Pero nada los arredró. Un puñado de
héroes salvó la República y liberó a
centenares de inocentes que iban a ser masacrados, a costa de los mayores
sacrificios y la vida de soldados y policías, que dejaría una inmensa cuota de
dolor.
Todo terminó, muchas horas después. Cuando
del Palacio en cenizas solo quedaron los últimos rescoldos, los colombianos que
estuvieron a punto de perderlo todo, sintieron a salvo la libertad, la fe en el
destino de Colombia y de su honor sin mancilla.
Por eso saludaron el paso de las
tropas y a su Comandante Alfonso Plazas Vega.
El número de muertos en este lamentable hecho
fue de 94. Entre ellos hay 14 cuerpos sin identificar, que no corresponden ni a
Magistrados, ni a guerrilleros, ni a miembros de la Fuerza Pública, ni a
visitantes del palacio. Esos son los cadáveres de los desaparecidos, que no
están desaparecidos sino sin identificar. Los jueces de 1986 a 1992 así lo
manifestaron, y responsabilizaron de su muerte al M-19. Pero en el 2005 el
Fiscal Mario Iguarán abrió una investigación de corte estalinista para condenar
a los militares y exculpar a los guerrilleros del M-19, que ahora están en el
poder (Petro es Alcalde de Bogotá, Navarro Wolf fue Ministro, Senador, Gobernador
y ahora da clases de moral, Oti Patiño es columnista de El Tiempo, Vivian
Morales fue Fiscal General de la Nación, Alirio Uribe preside el colectivo de
abogados, José Alvear Restrepo que es el acusador contra Plazas Vega)
En 1985 los militares rescataron 260 personas con vida de las garras de los
terroristas del M-19, ese logro en cualquier nación civilizada les hubiera
permitido vivir llenos de reconocimiento por parte de la sociedad y protegidos
con sus familias, sin embargo hoy están
privados de libertad y han tenido que sacar a sus hijos del país.
Entre 1985 cuando sucedieron los hechos del
Palacio de justicia y 2005 hay 20 años, pero durante ese tiempo Plazas Vega
fue Jefe de Estado Mayor de una Brigada,
Agregado Militar en España, Profesor en la Escuela Superior de Guerra, luego se
retiró del Ejército porque el ministro Navarro Wolf (M-19) no lo dejó ascender
a General, teniendo las más altas calificaciones de su promoción en todas las
áreas. Ya en el retiro fue cinco años profesor universitario, Gerente de una
empresa, Ministro Plenipotenciario en Sudáfrica, y finalmente nombrado por el
Presidente Álvaro Uribe Vélez como Director Nacional de Estupefacientes. Es
decir su vida pública se proyectaba muy bien, en dos comentarios de prensa
(ambos de un par de renglones en el diario El Tiempo), mencionaban su nombre
como ministeriable. De hecho la DNE era un Ministerio sin cartera. Los
terroristas de cuello blanco tenían el temor de que siguiera ocupando
posiciones en las cuales pudiera hacerles daño político o judicial.
Su labor en Estupefacientes fue tan sólo de
dos años y medio, entre 2002 y 2004. Sin embargo en ese lapso le quitó a los
diferentes carteles de la droga la suma de mil millones de dólares en bienes,
razón por la cual es odiado y lo tienen condenado a muerte. Aun así dice que nunca ha sido objeto de
atentado alguno contra su vida. Salvo su traslado a la fuerza del Hospital
Militar a la cárcel de la Picota en el año 2009 donde apenas permaneció nueve
días y, se negó a recibir medicinas ni comida del INPEC (guardia
penitenciaria). La inteligencia militar afirma que el plan era envenenarlo. No
lo consiguieron. Apenas salió de la DNE
inventaron el proceso de los desaparecidos del Palacio de Justicia.
El 29 de Enero de 2012 fue condenado en
Segunda Instancia por dos magistrados que no conocían el proceso. Quien lo
conoció, que fue el ponente, pidió su
absolución y la revocatoria de la sentencia de primera instancia. Como
los otros dos no lo secundaron, Hermens
Lara Acuña hizo el salvamento de voto. Pero aun así fue condenado por el señor de la cafetería Rodríguez Vera y, la
guerrillera Irma Franco quien si está desaparecida, porque salió viva del
Palacio de justicia y fue llevada al sitio donde la Inteligencia Militar
identificaba a los rescatados y determinaba su destino. Ese lugar es un museo
conocido como "la casa del Florero". Allí llegó viva. Plazas Vega no
tenía ninguna responsabilidad sobre el manejo de inteligencia ni de las
personas que allí llegaban. Su responsabilidad terminaba cuando entregaba a ese
lugar los rescatados vivos. ¿Porque lo quieren hacer responsable también de la
guerrillera?
Han pasado 26 años y Colombia está de nuevo
amenazada por el mismo enemigo, pero ahora las armas son distintas, mucho más
sofisticadas, más mortíferas, mejor calibradas. Aquellos que no pudieron dar un
golpe de Estado, ahora lo intentan por otros caminos. Les basta el artificio de
una justicia indigna; los testigos falsos e inexistentes; la ingenuidad y la cobardía de una sociedad
que no sabe defenderse; se agazapan detrás de una toga y un birrete para
ametrallar honor, sentimientos,
Valores
y aspiraciones.
Los muertos del Palacio de Justicia, que el
Coronel Plazas Vega demuestra en su libro DESAPARECIDOS EL NEGOCIO DEL DOLOR,
que están donde dice que están, quieren ser canjeados por sus herederos por un
puñado de dólares concedidos por algún tribunal de justicia. Para lo que se
requiere, claro está, que Plazas Vega sea condenado por un delito que nadie ha
cometido. Los supuestos desaparecidos,
no desaparecieron. Fueron cruelmente sacrificados por los compañeros de
guerrilla de uno de los demandantes, un tal René Guarín.
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