Fue una alumna sobresaliente. Era brillante
en cada intervención que hacía en clase y luego se ha destacado como una
exitosa docente de gran prestigio
profesional. Este fin de semana me envió un mensaje antes de partir a otras
tierras. El recado escrito dibuja el dolor de la separación de su familia, de
no saber si podrá volver a verlos, de dejar de aplicar los conocimientos
adquiridos en su amada profesión de educadora, de sentirse desterrada, de dejar
sus sueños, sus costumbres y las raíces a la deriva.
Se va una joven promesa por no soportar la
indignación que produce el vacío
intelectual y la corrupción moral y económica que vive la patria. Se dispuso a
renunciar como muestra de descontento ante la brutal agresión que viven todos
pero particularmente las mujeres.
Decidió
abandonar este suelo que la vio nacer, este espacio que decía ser su
casa, porque ya no lo siente como tal.
Al partir, multitud de reminiscencias
vinieron a su mente. Recuerdos que no había recordado cuando se convenció que
debía marcharse, pero que ahora, al despedirse quizá por última vez, esas
nostalgias se mostraron como recientes, como si la partida le hubiese transmitid
o
los momentos vividos entre la paz y tranquilidad que ahora sentía tras ella.
Las dolorosas realidades pusieron más peso en
el lado de la balanza que le precipitaba a partir.
Lo ocurrido en la sede nacional del Poder
Legislativo precipitó el camino al exilio. Cuando en la sede del parlamento
nacional ante la ausencia de argumento, se levanta el puño para golpear a
indefensas mujeres no solo estamos
mostrando los bajos niveles de primitivismo de algunos que se hacen llamar
«Diputados», sino que dibujamos a unos
seres repletos de odio y de crueldad que utilizan todas las herramientas del
poder para pisotear a una dama.
Indigna cuando se oye a los voceros que intentan justificar estas
atrocidades afirmando que ese ataque es la acción particular de un sicópata,
como se ha escuchado decir cándidamente, porque estas justificaciones lo que
buscan es generar el ocultamiento del problema de la discriminación de la
mujer. Las infames expresiones «Ella se
lo buscó» y demás excusas que se cuelan en el pensamiento de muchos pusilánimes
deben ser erradicadas en el discurso de esta sociedad, porque sólo así se podrá
construir una comunidad igualitaria y respetuosa.
«¡Ni una más!» fue el grito de guerra que
utilizó la sociedad colombiana para convocar una millonaria marcha ciudadana
que se realizó a mediados del año pasado, con el propósito de rechazar la
deplorable práctica de la violencia contra la mujer. «¡Ni una más!» es la expresión de rechazo que
debe inundar todos los espacios en Venezuela para desnudar y aislar a los
cobardes que se aprovechan de la debilidad física de la mujer para desatar
contra ellas sus complejos y sus traumas cargados de salvajismo; porque en
nuestra patria toda expresión femenina causa desagrado en quienes detentan el
poder.
Ojalá y comencemos a gritar «¡Ni una más!» a
fin de comenzar en serio una revolución en nuestra patria, la revolución de una
sociedad realmente igualitaria y respetuosa.
Ni una mujer más golpeada, ni una mujer más
discriminada, ni una mujer más excluida.
Que ni una mujer más se marche al exilio,
porque con cada partida se nos va un sueño y es un sueño menos para intentar hacer realidad y es una noche más en
vela, sin poder soñar.
«¡Ni una más!», porque a Venezuela se le
están terminando los sueños a causa de tantas noches en vela.
felipeguerrero11@gmail.com
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