Si,
estoy convencido de esta realidad. No lo hago influido por un exagerado
optimismo ni por mi pasión oposicionista. Hay razones de fondo para pensarlo.
Analicemos los hechos que han venido ocurriendo desde el año pasado para
encontrarle una respuesta racional a esta interrogante. Lo primero que debemos
analizar es el surgimiento de su candidatura presidencial.
Ella no fue impuesta
por la voluntad de un caudillo y mucho menos como consecuencia de una herencia
política. Ella se originó a través de unas elecciones primarias, que impactaron
a la opinión pública nacional e internacional por su sentido democrático,
transparencia, masiva presencia de votantes, y el impactante reconocimiento de
los resultados, por los demás candidatos, en
medio de un gran respeto y camaradería.
Al
iniciarse la campaña electoral, su liderazgo, limitado al estado Miranda y al
partido Primero Justicia, empezó un rápido crecimiento en todo el país que
realmente sorprendió a sus adversarios políticos que nunca lo habían valorado
como un candidato con alguna opción de
triunfo. De inmediato empezó el abuso de poder. Las cadenas, el mensaje
engañoso de las cuñas de la campaña de Chávez para confundirlas con las del
gobierno nacional, el uso indebido de los dineros públicos, las ofensas personales,
las amenazas a los beneficiarios de las misiones y tantas otras triquiñuelas.
De todas maneras, el liderazgo de Capriles continuó fortaleciéndose
consistentemente al lograr captar el respaldo de los sectores más jóvenes de la
población.
La
campaña de Capriles sorprendió a todos los venezolanos. Lo vimos trasladarse,
con un dinamismo impresionante, por todos los estados del país con la
consigna de “casa por casa”, mostrando una simpatía personal que nadie
esperaba. También logró un importante fortalecimiento de su discurso al
explicar, con palabras sencillas, los basamentos de su programa de gobierno Lo
esperaban en los sitios de concentración
multitudes que lo ovacionaban, convencidos que empezaba a representar una
verdadera esperanza para poder derrotar al oficialismo y a su candidato. Fue
tal el fortalecimiento de su candidatura, que la camarilla gobernante le exigió
a Hugo Chávez que dejara su necesario reposo para enfrentar el indetenible crecimiento de Henrique Capriles.
El
7 de octubre, el día de las elecciones, la emoción sembrada por Capriles podía
percibirse con facilidad. La oposición, de manera espontánea, asistió a las
urnas. Al iniciarse la tarde, se perfilaba un resultado muy competido. Ante
esta realidad, el oficialismo empezó a utilizar distintos medios para
coaccionar a sus militantes que por distintas razones habían decidido no votar.
Patrullas de policías, camionetas de la Guardia Nacional, soldados de la
Milicia Bolivariana, miembros de los Tupamaros, de La Piedrita y otros colectivos
armados se movilizaron para localizar a
los que no habían votado y obligarlos a hacerlo. El resultado fue
contrario a Henrique Capriles. El ventajismo había logrado su objetivo. Hugo
Chávez ganó las elecciones, pero sólo por una diferencia de 10%.
Ahora,
el candidato no es Hugo Chávez. Es Nicolás Maduro. Un advenedizo en el chavismo
que no ha ganado la primera elección popular. Además, los venezolanos saben que
él es responsable de la inmensa crisis económica que estamos viviendo: dos
devaluaciones, inflación por encima del 9 % en dos meses y escasez de
importantes productos de primera necesidad. Al contrario, Henrique Capriles ha
ganado todas las elecciones en las
cuales ha competido con excepción de las presidenciales del 7 de octubre, pero
de inmediato mostró su capacidad de recuperación al derrotar a Elías Jaua en
los comicios para gobernador del estado Miranda. La verdad, la única verdad es
que Henrique Capriles se ha transformado en un excelente candidato
presidencial.
No
voy a decir que es fácil ganar las elecciones del 14 de abril. Es muy difícil,
pero si asisten a votar los 6.800.000
electores que lo hicieron el 7 de octubre y convencemos a muchos que
permanecieron en sus casas para que salgan a hacerlo, las posibilidades de
derrotar al oficialismo son inmensas. Fácilmente alcanzaremos 7.500.000 votos.
Si es así la oposición triunfará en las elecciones. El oficialismo está
desmoralizado. No sienten que Maduro los representa. Hay tal vacío con la
desaparición de Hugo Chávez que algunos expertos de opinión sostienen que en el
oficialismo puede haber una importante abstención cercana al 25 %. Henrique
Capriles puede ganar las elecciones. De eso no tengo dudas. Salgamos a votar
masivamente. Es la oportunidad de salvar a Venezuela.
Caracas, 31 de marzo de 2013.
fochoaantich@gmail.com.
@FOchoaAntich.
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