Será la providencia divina o el destino, qué
se yo… El caso es que por alguna circunstancia a la Venezuela democrática se le
presenta otra oportunidad de concurrir a unas elecciones presidenciales en tan
corto tiempo que, aun en las peores condiciones y ventajismo obsceno, no puede
ni debe ser desaprovechada.
Henrique Capriles, demostrando un coraje a toda
prueba, ha dado un paso al frente con mucha fuerza y claridad de planteamientos
que debe ser valorada positivamente en su justa dimensión.
Ahora bien, como él mismo se ha encargado de
señalar, esta lucha por las libertades públicas no es de una sola persona, es
de todos, sin excepción. Nadie tiene el derecho de quedarse enchinchorrado
esperando que los demás hagan la tarea, so pena de seguir bajo la bota
militar-autoritaria representada por la llamada revolución bolivariana,
convertida en un parapeto (ahora sin Chávez) para mantener una camarilla
antidemocrática usufructuando el poder sin ningún contrapeso, ni límites.
El arranque de Capriles ha sido positivo, en
pocos días ha logrado galvanizar nuevamente el espíritu combativo de los
sectores de oposición que han reaccionado favorablemente ante su mensaje y
actuaciones.
El mandado no está hecho. Sabemos que los herederos y depositarios
del chavismo sin Chávez no tienen escrúpulos a la hora de actuar a contrapelo
de la carta magna y saltarse las leyes de la República, porque se sienten
guapos, apoyados y sustentados por una logia castrense corrupta. Por eso, la
pelea es peleando. La peor batalla es la que no se da. Entonces, a pesar de los
pesares, es menester patentizar de manera firme la parcialización y entrega de
las instituciones públicas, en especial del genuflexo Tribunal Supremo de
Justicia y del alcahuete y pícaro Consejo Nacional Electoral que, lejos de dar
muestras de autonomía y equidad, actúan como un brazo de choque a las órdenes
del PSUV.
Pero, está prohibido amilanarse y mucho menos
desactivarse. El objetivo, en el corto plazo, es trabajar denodadamente, sin
pausa ni descanso, para construir una mayoría lo suficientemente fuerte y
contundente capaz dar al traste con el abuso, la prepotencia y la mentira como
formas envilecidas de hacer política. Eso debe ser desterrarlo definitivamente,
de una vez por todas. Sabemos que Maduro es un accidente sobrevenido al que, en
condiciones normales, sería relativamente fácil derrotarlo, pero dispone de las
poderosas estructuras del gobierno convertidas en comandos de campaña, con
recursos incluidos.
Igualmente, el régimen, sigue de manera
continua, enfermizamente, abrazado a la figura de Chávez, al mejor estilo
comunista, sin dejarlo descansar en paz. O sea, santificarlo para sacarle el
mayor provecho electoral, apelando al sentimentalismo y sensibilidad de la
gente. Sin embargo, no estoy tan seguro de que la forma exagerada y
desproporcionada como lo han hecho sea la mejor. El pueblo venezolano es inteligente
y cuando intuye la manipulación reacciona de manera contraria o, en el mejor de
los casos, con indiferencia. Así, pues, ¡ojo con esto!
Estamos, nuevamente, ante otra coyuntura en
condiciones muy distintas, Maduro no es Chávez. No tiene el carisma, el don de
la palabra y de convencimiento de su jefe. Tampoco la preparación y la
formación no adquirida en 14 años de gobierno. Nunca las copias o segundas
partes han sido buenas. No basta la ayuda del telepronter (el cual maneja con
dificultad) para hilvanar un discurso. ¿Se atreverá a debatir con Capriles? No
creo… Se le ven las costuras de su impericia e insuficiencias…
@Freddy_Lepage
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