Si
algo ha caracterizado al golpista que insurgió aquella fatídica madrugada
del 4 de febrero de 1992, fue el pretender implantar el renacimiento de asumir
el gobierno por la fuerza, tal como los hacían los caudillos montoneros
productos de la mal llamada guerra federal, por la fuerza de las armas,
cambiando el machete cola de gallo por las metralletas y tanques de guerra,
dando un golpe de estado, es el de ser especialista en golpes, sean estos de
estado por la fuerza o por la vía económica a través de la devaluación.
Lamentablemente
el pueblo venezolano, inmaduro en cuanto a una base educativa democrática, tal
como lo expresaba Mario Briceño Iragorry, se dejó seducir por ese cara pintada
encantador de serpientes llegado de Sabaneta y cayó postrado a sus pies ante la
oferta redentora, de erradicar la corrupción y devolverle la felicidad a ese
pueblo, creyente de la máxima bolivariana, de que el mejor gobierno es aquel
que produce la mayor suma de felicidad a los pueblos.
Y
no podía ser de otra forma, dado que por
los antecedentes educativos y formativos de dicho felón, el país se entregaba a un personaje sin ninguna
experiencia en lo político, así como tampoco en lo administrativo y menos en lo
financiero, llegando al extremo de designar como su mano derecha en lo atinente
a coordinación y planificación de los programas de la presidencia a un profesor
del CENDES. Sin ningún ejercicio ni experiencia en estas lides.
Es
así como después de un zigzagueante inicio de gobierno, y recibir el tipo de
cambio a 590 Bs por dólar, ante la urgencia de recibir bolívares para asumir
las misiones encomendadas por Fidel Castro y tener un barril de petróleo en 30
dólares, en el año 2003, devalúa el dólar a 2015 Bs, e imponiendo un control de
cambio, hecho propio de los regímenes de fuerza.
Luego
ante el deterioro de la economía, producto de la generación de tantas misiones,
que han creado una masa de indigentes amorfos, cuya función más importante es
retratarse ante las taquillas bancarias para recoger su mesada mensual, sin ninguna
contraprestación a cambio, y ante la creciente demanda de las mismas por la necesidad de comprar conciencias para
sostener al régimen y con un barril de petróleo en 100 dólares, tuvo el gobierno el año 2010 que propiciar una
pantomima cirquense de cambiar la denominación del bolívar, etiquetándolo con
el apellido de fuerte, pero produciendo del un devaluación, sin ningún tipo de justificación, llevando el control a 4300
Bs. Por dólar, porque de fuerte al bolívar sólo le quedó como apellido.
Esta
circunstancia se ha visto agravada por las variables de haber constituido un grupo de países chulos con el remoquete
del Alba y Petrocaribe, a quienes se les bozalea con dinero y petróleo, pero
estos no escatiman en sobornar al gobierno venezolano en cuanto al apoyo tanto
en La OEA, como en UNASUR y en CELAC, cuestión que llevó al gobierno del felón
a firmar un convenio préstamo con China,
de 40 mil millones de dólares, mitad efectivo y mitad en artefactos de
línea blanca, entregando petróleo a dicho país a precios muy bajos de 40
dólares el barril, y otros como Rusia
por armas bélicas, Japón y Bielorrusia, entre otros, lo cual ha sido las más
grande estafa cometida al pueblo venezolano por gobernante alguno.
Como
el gasto y la regaladera creció a entregas nunca vistas en el país, y con la finalidad de sostener el régimen,
durante la elecciones presidenciales y de gobernadores, llegamos a 2013 con las
arcas vacías, razón por cual nuevamente
este régimen corrupto e inmisericorde,
apela a los subterfugios y artilugios produce nuevamente otra devaluación,
llevando el control de cambio de entregar 6300 Bs. Por un dólar, saliendo esos magos de OZ que son los submarinistas de Merentes
y Giordani, a decir que este “ajuste cambiario”, pretende ordenar la economía
venezolana.
Total
es que en 14 años ajustando la economía venezolana, en la cual ahora hay que
hacer colas para comprar un kilo de harina pan, de azúcar, de café, de arroz,
de harina de trigo y de otros productos, observamos que ese ajuste cambiario se
ha traducido en golpes de estado para el bolsillo del venezolano que cada día,
a pesar de las dadivosas misiones, ven que el bolívar no alcanza para la compra de los productos de
la dieta básica. Y esas acciones del gobierno en castellano castizo y de
Castilla, se le llama: “golpismo y devaluación”.
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