“No por la benevolencia del carnicero, panadero o del lechero es que tengo la cena sobre mi mesa. Sino por su ambición para obtener una ganancia y, siguiendo ese personal objetivo, sin proponérselo están beneficiando a la comunidad”. Adam Smith
Hace
unos días el presidente Peña Nieto elocuentemente anunció la nueva guerra
contra el hambre. La notificación me ha dejado con escalofríos. Desde que tengo
uso de razón he venido escuchando declaratorias de guerra contra la pobreza y
el hambre de parte de todos los gobiernos del mundo. Sin embargo, en el campo
de batalla, después que el humo de los cientos de billones disparados en la
cruzada se desvanece, los pobres continúan pobres, hambrientos y
multiplicándose.
La
lucha de los gobiernos contra el hambre y la pobreza, es un excelente negocio
para los políticos y asociados. Produce infinidad de posiciones para burócratas
en donde circulan miles de millones. Yo pregunto ¿Es responsabilidad del Estado
acabar con la pobreza, o, el estado es el causante de tanta pobreza? Un
gobierno que asume la responsabilidad de alimentar a su población porque tiene
hambre, es algo realmente trágico y yo identificaría el problema para describir
un Estado, que debe ser un estado de derecho y no de bienestar, en un estado
fallido.
El
que el presidente hiciera una fastuosa convocatoria nacional para combatir el
hambre, es una verdadera vergüenza. ¿Cómo es posible que después de 200 años de
vida independiente todavía haya en México gente muriéndose de hambre? Hay algo
más profundo que el simple hecho de un presidente que pretende convertirse en
benevolente panadero, lechero, carnicero y alimentar a sus súbditos. ¿Cuál es
la causa de esta vergüenza que ahora provoca más engordamiento del estado de
bienestar?
Uno
de los graves problemas desarrollados el siglo pasado, fue el de gobiernos
guerreros en contra de la pobreza. Sin embargo, con una miope visión
concentraron sus esfuerzos en su “repartición equitativa” sin preocuparse de
cómo se debía de crear. Los gobiernos no son fuentes de riqueza, son parásitos
que la consumen y disponen de la producida por individuos. Si realmente estamos
preocupados por el bienestar de los miembros desprotegidos de nuestra sociedad,
es hora de que entendamos lo que realmente crea esa riqueza antes de gritar;
¡redistribución!
Hay
infinidad de teorías, pero cualquier gente razonable entenderá que, para lograr
ese ansiado bienestar se requiere motivación, autodisciplina, auto respeto,
honestidad y respeto para nuestros semejantes. Pero todos estos atributos, son
inservibles si a nivel sociedad no tenemos libertad para comerciar, un respeto
holístico de la propiedad privada, una santidad en el cumplimiento de los
contratos y, sobre todo, protección a mi derecho de lograr una ganancia lícita.
Sin embargo, estas instituciones que permiten la creación de riqueza, son los
blancos principales de los gobiernos ineptos y tiranos.
En
México no entendemos el papel de la propiedad privada. La propiedad privada
crea un poderoso incentivo para adoptar conductas de responsabilidad social. Es
por ello que hasta los más humildes propietarios de sus viviendas las cuidan de
forma especial. Cualquier acción en contra de los derechos de propiedad como
expropiaciones, altos impuestos, reduce dramáticamente los incentivos para desarrollar
esas conductas socialmente responsables.
Hace
unos días Axel Kaiser, Director Ejecutivo de la Fundación para el Progreso,
publicó un interesante artículo al respecto con el cual coincido 100% y afirma:
“Usted
lo ha oído mil veces: los pobres no pueden salir adelante por sus propios
medios, por lo tanto, requieren de todo tipo de subsidios, ayudas, tutelas del
estado y hasta alimentación. Este es el clásico discurso de la izquierda.
También es, lamentablemente, el discurso que caracteriza a sectores vinculados
a la iglesia católica, que todavía actúan como si hubiera per se algo de bueno
en ser pobre y algo pecaminoso en ser rico. Estos grupos tienden a exaltar la
pobreza cayendo en una lógica de víctimas y victimarios. Con buenas intenciones
insisten en fórmulas estatistas de probada ineficacia para atacar la pobreza,
como son el aumento del salario mínimo, mayores impuestos y más
redistribución.”
La
idea de que los pobres no pueden ser arquitectos de su propio destino, no solo
se basa sobre una arrogante pretensión de superioridad intelectual y moral, es
totalmente falsa. Antes de la revolución industrial, el 99.9% de la población
mundial vivía en condiciones que hoy consideramos de extrema miseria. Nuestros
antepasados eran todos pobres. Si la pobreza determinara la incapacidad para
salir de ella, entonces ¿cómo se explica la riqueza creada en los últimos 250
años? Por lógica, si los pobres no pudieran crear riqueza, todos debiéramos
seguir siendo pobres.
El
impresionante incremento de la calidad de vida de la humanidad, surgió de la
creatividad y empuje de los pobres del pasado actuando en libertad. Ellos nada
recibieron del estado para crear toda esa riqueza, más que libertad para
hacerlo. Lo mismo estamos atestiguando en las revoluciones económicas liberales
en Asia. Han liberado a cientos de millones de la pobreza y no como producto de
la redistribución de los gobiernos. Al contrario. Es el resultado de una
inteligente retirada de los viejos esquemas socialistas e intervencionistas
abriendo espacios a la libertad y creatividad de los pobres.
Según
el cálculo de Hernando de Soto en El misterio del capital, los pobres del mundo
han logrado acumular capital por una cifra superior al valor de todas las empresas
listadas en la bolsa de valores de los veinte países más desarrollados del
mundo.
No
es falta de capacidad. El problema es otro: el ideologismo e ignorancia que
impide entender las fuerzas del espíritu humano responsables de la creación de
riqueza, y que se encuentran igualmente presentes en todos los sectores de la
sociedad esperando ser liberadas. El llamado Otro Sendero de Hernando de Soto,
son los millones de humildes empresarios que, al no tener los medios para
lidiar con la corrupción de la burocracia y los candados del estado, han
descendido a las catacumbas de la informalidad para zafarse de permisos,
mordidas, licencias, inspecciones, regulaciones.
Si
esos pobres, al huir de la rapacidad de la burocracia y actuando en los
subterráneos, han sido capaces de crear esa riqueza, Presidente Peña Nieto,
imagínese lo que podrían hacer en un ambiente de libertad y seguridad. Le
propongo un experimento Presidente, establecer una ciudad libre, estilo Hong
Kong, en la región más paupérrima del país y le aseguro que, al ver los
resultados, usted mismo las empezaría a promover por todo el territorio
nacional.
Sí,
vamos dándole de comer al hambriento, pero también hay otros hambrientos, los
hambrientos de libertad. Vamos dándoselas Presidente, para lavar esa vergüenza
de tener un país donde su gente ni siquiera puede comer.
Twetter@elchero>
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